ÉXITOS ESPAÑOLES EN EL DEPORTE MUNDIAL

Severiano quiere seguir ganando hasta los 40

Diez años de plazo se ha concedido a sí mismo Severiano Ballesteros para seguir añadiendo victorias mayores a su brillante palmarés. En abril cumplió los 31 y, en su opinión, un golfista profesional que se cuide y prepare del modo debido puede eludir la decadencia hasta entrar en los 40. Incluso es posible ganar un Masters de Augusta a los 46. Jack Nicklaus lo demostró en 1986. Pero, eso sí, el norteamericano, que ayer se despidió con una espléndida tarjeta de 68 (tres bajo par), supone un punto y aparte en este deporte. No ha sido ningún detalle gratuito que El Oso Dorado, la co...

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Diez años de plazo se ha concedido a sí mismo Severiano Ballesteros para seguir añadiendo victorias mayores a su brillante palmarés. En abril cumplió los 31 y, en su opinión, un golfista profesional que se cuide y prepare del modo debido puede eludir la decadencia hasta entrar en los 40. Incluso es posible ganar un Masters de Augusta a los 46. Jack Nicklaus lo demostró en 1986. Pero, eso sí, el norteamericano, que ayer se despidió con una espléndida tarjeta de 68 (tres bajo par), supone un punto y aparte en este deporte. No ha sido ningún detalle gratuito que El Oso Dorado, la concentración personificada con el putter en las manos, haya recibido recientemente una nueva denominación, El golfista del Siglo.No es que Ballesteros pretenda serlo, pero su ambición deportiva es tan grande como corresponde a cualquier campeón auténtico. Desde luego, él no es uno de esos jugadores tildados de oficinistas que se conforman con ir coleccionando cheques más o menos espléndidos. Así, ni siquiera le es suficiente que hasta el estadounidense Curtis Strange, el último vencedor del Open de su país, le considere en público como el mejor. El cántabro necesita evidenciar hoyo a hoyo, bandera a bandera, que, en efecto, lo es.

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Quizá por ello haya llegado a obsesionarle tanto su largo período de tiempo -desde el Open Británico de 1984- sin alcanzar el éxito absoluto en una de las competiciones del Grand Slam. En estas temporadas lo ha rozado varias veces, pero siempre terminaba escurriéndosele entre los dedos. Por eso se agarró cuanto pudo a su reencuentro con su entrañable Royal Lytham and Saint Annes Golf Club y se mentalizó para repetir su gesta de 1979, cuando lloró como el niño que casi era -tenía 22 años- abrazado a sus hermanos después de embocar la bola triunfal, esa que ayer volvió a rodar a su favor.

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