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ELECCIONES AL SUR DEL RÍO BRAVO

El fantasma del fraude

Escepticismo y colas ante las casillas de votación

Antonio Caño

Los mexicanos formaron colas ayer ante las urnas en un día festivo en el que incluso la lluvia se retiró temporalmente para contribuir a esta jornada, que todo el país ha decidido llamar histórica por la trascendencia especial de los comicios. Había ambiente y deseos de votar. Hasta pasión se podía apreciar entre seguidores de la oposición, muchos de los cuales habían acudido la víspera al entierro de dos estrechos colaboradores de Cuauhtémoc Cárdenas asesinados el lunes. Pero faltaba algo importante: el convencimiento de que el deseo expresado en la papeleta de voto va a ser respetado.

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Entre la sonrisa escéptica y el no rotundo se movía la gama de respuestas entre los votantes a la pregunta sobre si existen garantías del respeto del voto. Los mexicanos votaron ayer por distintas razones, por objetivos diversos, pero no para cambiar el Gobierno.Existía el estímulo de comerle terreno al Partido Revolucionario Institucional (PRI), habían aumentado considerablemente los ánimos por la presencia de fuertes candidatos de oposición, hasta se podía recoger una tímida esperanza en las promesas reformistas del aspirante oficial a la presidencia. Todo esto puede favorecer, probablemente, la disminución de la abstención que se registró en anteriores elecciones. Pero la gran mayoría de los votantes consultados por este corresponsal en varios colegios electorales de distintas zonas de la capital del país -donde votan la cuarta parte de los mexicanos- tenían la certeza de que el PRI va a ganar, por las buenas o por las malas.

"El PRI ganará, pero no se cómo, porque nadie va a votar por él", decía una mujer de clase media en la cola de una casilla del centro de la capital. Sugería esta mujer lo mismo que, probablemente, había en las mentes de quienes iban delante y quienes vendrían detrás de ella: el peligro de un fraude.

En los centros electorales de la capital mexicana se observaba ayer, sin embargo, un control y un rigor democrático suficientes como para impedir el fraude. Pero, tal como han demostrado experiencias anteriores, podría no ocurrir lo mismo en todas las 50.000 urnas instaladas en el país.

A primeras horas de la mañana se encontraban en cada urna de la capital representantes de todos los partidos políticos provistos de los suficientes documentos como para llevar la cuenta de los votantes. Ninguno de ellos se quejaba de anomalías. Los electores tampoco denunciaban presiones contra ellos ni se conocían -en las primeras horas- casos en los que se ofreciesen papeletas marcadas.

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Táctica del 'tortuguismo'

En el quinto comité electoral del distrito federal, la institución encargada de velar por la limpieza de los comicios, el presidente, Sergio Martínez, elegido al margen de los partidos, no había recibido por la mañana denuncias de fraude. Registraba, eso sí, una participación media superior a elecciones anteriores. Los representantes que los partidos de oposición habían nombrado en ese organismo tampoco tenían quejas demostrables, aunque insistían en que el genio y el ingenio del PRI sabrá falsificar datos en la manera y en la medida en que le sea posible y necesario.

Representantes de la oposición recordaban, por ejemplo, la táctica del tortuguismo, consistente en colocar a primera hora una larguísima de fila de votantes del PRI en una urna que se supone infestada de opositores, hasta conseguir que estos se aburran y se vayan a casa.

Eso no estaba ocurriendo ayer en una urna de la colonia Roma situada en el corazón del barrio de clase media baja que en 1985 aprendió a luchar y defenderse durante el terremoto que sufrió el distrito federal. Nadie de la fila quería romper la timidez y anunciar su voto hasta que un hombre rompió el hielo: "Yo quiero hablar, yo quiero decir que voy a votar por el Partido de Acción Nacional (PAN), como lo he hecho siempre, a pesar de llevar 21 años trabajando en la Secretaría de Gobernación".

"Entonces yo diré que voy a votar por Cárdenas", confiesa otro. "¡Pero si Cárdenas es una bola de grillos!", opina el del PAN. "Cada uno piensa lo que quiere", dice el cardenista. "Yo, también votaré por Cárdenas, por tratar de ver si hay un cambio", se atreve otro de la fila. Junto a él se encontraba una señora con la papeleta media abierta en la que se venía marcada una cruz sobre el símbolo del PRI. No quiso, sin embargo, decir por quién había votado. La discusión entre los cardenistas y el panista concluyó con un acuerdo: "Ya sabemos que el PRI no va a dejar el poder nunca".

Votaba por el PRI, en otro colegio del centro de México, unamujer que explicaba que "los comerciantes son priístas". Al parecer no todos, porque detrás de ella había un matrimonio, también de comerciantes, que iban a votar por el PAN "porque Cárdenas ha metido a un par de gentes que no nos gustan".

En el turno de votación de otra urna instalada en un barrio alto, un joven de 21 años que marcaba su papeleta por Cárdenas explicaba que el PRI va a ganar porque "el pueblo sigue votando por el PRI". Se referían, probablemente, a los sondeos que muestran que el partido del Gobierno tiene su mayor apoyo entre los barrios que forman el cinturón de pobreza de la capital mexicana.

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