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La reestructuración, ¿moda o necesidad?

Bulgaria, por sus indicadores económicos, sigue de cerca a países como Dinamarca o Austria, según el autor, que estima que, a pesar de esta situación, la amplia reestructuración de la economía que se está llevando a cabo viene de la mano de la necesidad de seguir impulsando el crecimiento económico.

En los 43 años transcurridos desde la II Guerra Mundial, Bulgaria se ha convertido en un país industrial-agrario que, por sus indicadores económicos, sigue de cerca a países como Austria y Dinamarca. Respecto a 1939, la producción industrial búlgara aumentó 94 veces, los medios de producción (grupo A), 265 veces, y los artículos de consumo (grupo B), 45 veces.¿Cómo explicar entonces que en Bulgaria se haya planteado la necesidad inaplazable de renovar y reestructurar la economía y la cultura?

Ya desde mediados de la década de los setenta empezaron a disminuir las posibilidades del desarrollo extensivo de la economía búlgara. El aseguramiento de un ritmo más alto de producción, basado en el incremento de las inversiones de capitales y de mayores recursos, escasos en el país, y las tendencias negativas del crecimiento demográfico y el déficit de mano de obra ligado a él, fueron causas que limitaron el crecimiento económico, con todas las consecuencias negativas que esto conlleva para el futuro desarrollo y el nivel de vida. De ahí que el desarrollo intensivo se haya convertido en imperativo.

Otras causas derivadas del mecanismo económico que ha funcionado hasta hace poco tiempo eran los precios, el mecanismo de formación de precios y salarios, el igualitarismo en la remuneración del trabajo, la existencia de un monopolismo injustificado, el mecanismo de gastos que dominaba en el comercio al por mayor y al por menor; estos y otros elementos del funcionamiento económico no eran precisamente un estímulo para la implantación de las innovaciones científico-técnicas. El afán de los colectivos laborales de lograr mayores ganancias simplemente elevando los precios y jugando con la variedad perjudicaban enormemente a la economía, ya que poco importaba la fabricación de productos de alta calidad ni la utilidad social de los bienes producidos.

De hecho, los capitales destinados a las inversiones eran concedidos gratuitamente por el Estado a las empresas inversionistas, que no tenían interés material acuciante en aprovecharlos de la manera más eficaz. Por un lado, esto llegó a potenciar desmedidamente el sector de la construcción y, por otro, condujo a un aumento inadmisible del número de obras inconclusas. Todo ello no podía dejar de repercutir en el rendimiento económico general. Cabe señalar que, respecto a 1980, en 1985 el ingreso nacional se incrementó en un 20%, mientras que los fondos básicos de producción aumentaron a un ritmo considerablemente superior: un 39,5%.

En esta situación se impuso la necesidad de reconsiderar algunos de los valores y las prioridades económicas establecidos hasta el momento. En realidad, no se trataba tanto de terminar con el ya inadecuado desarrollo extensivo como de cambiar la mentalidad del trabajador, un período de labor de explicación ya que la gran mayoría de los trabajadores seguía pensando como en el pasado.

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En 1988 ya han sido creadas las premisas necesarias para realizar un viraje decisivo hacia un desarrollo económico intensivo. En el nuevo reglamento para la actividad económica se reglamenta la autogestión de las empresas. Los colectivos laborales eligen automáticamente a su personal y a su dirección, y fijan los objetivos y tareas de su empresa siguiendo criterios de eficacia, liberados de la tutela administrativa. Los colectivos laborales eligen, en su calidad de productores de mercancías, a sus proveedores de materias primas y equipos, lo mismo que a los compradores de sus productos acabados.

Las asociaciones económicas también funcionan en régimen de autogestión y son creadas voluntariamente por empresas interesadas. Las asociaciones y las empresas que las integran han creado sus propios bancos comerciales, que conceden créditos para inversiones a corto plazo.

También ha sido modificado el sistema de planificación. Ahora el Estado fija únicamente los objetivos y tareas a nivel nacional, en base a los cuales las empresas elaboran su proyecto de plan, que se discute con los órganos estatales de planificación -en un diálogo en pie de igualdad- hasta su aprobación.

Ministerios disueltos

Los ministerios económicos sectoriales, a los que las empresas estaban directamente subordinadas, han sido disueltos, aunque no se ha suprimido toda intervención administrativa en la actividad de las empresas. El Estado ha pasado a regular la actividad económica, no por vía administrativa, sino por vía puramente económica, orientando la economía mediante mecanismos reguladores propios: fijando Emites y disposiciones normativas a los impuestos y los créditos, los precios y su formación y el cálculo de los salarios.

En 1988, las empresas trabajarán en base a nuevos precios al por mayor (lo cual no modificará los precios al por menor ni los de los servicios). Asimismo, se ha introducido un nuevo sistema impositivo en las empresas. Los impuestos han sido fijados de modo que éstas no estén interesadas en aumentar su plantilla (importante condición para el desarrollo intensivo) y para que dispongan en su haber de recursos suficientes para su autofinanciación, para conceder estímulos materiales a los colectivos y para la ejecución de la política social.

Este año entra en vigor, además, un nuevo sistema de remuneración del trabajo que elimina el igualitarismo y garantiza una remuneración laboral diferenciada, en función de la aportación personal al trabajo. Según los recursos de que cuenta los nuevos salarios, cumpliendo la condición de que el crecimiento de la productividad laboral supere el incremento salarial.

Todas las obligaciones asumidas en el plan, elaborado por las propias entidades autogestionadas, marcan un buen comienzo. Desde luego que habrá dificultades, porque aún la mejor ley nunca es perfecta ni eterna; sin embargo, lo fundamental radica en que los nuevos planteamientos lleguen a convertirse en una política social y progresista.

Baruj Shamliev es comentarista de asuntos económicos del semanario Pogled de Bulgaria.

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