TRIBUNALES

Una abogada declara que en Carabanchel se le ocultó la muerte de Agustín Rueda

Los primeros testigos de la defensa comenzaron a declarar ayer ante el tribunal que juzga la causa abierta por la muerte en Carabanchel el 13 de dicho mes del joven anarquista Agustín Rueda y las lesiones a otros siete reclusos. Previamente, declararon los últimos testigos propuestos por la acusación particular, entre ellos la abogada Ana Isabel Silva, que explicó al tribunal que el 14 de marzo, cuando intentó visitar a Rueda en la cárcel, se le ocultó que ya era cadáver.Según el testimonio de Ana Isabel Silva, un interno le dijo que habían matado a Agustín Rueda, y a partir de ese momento ind...

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Los primeros testigos de la defensa comenzaron a declarar ayer ante el tribunal que juzga la causa abierta por la muerte en Carabanchel el 13 de dicho mes del joven anarquista Agustín Rueda y las lesiones a otros siete reclusos. Previamente, declararon los últimos testigos propuestos por la acusación particular, entre ellos la abogada Ana Isabel Silva, que explicó al tribunal que el 14 de marzo, cuando intentó visitar a Rueda en la cárcel, se le ocultó que ya era cadáver.Según el testimonio de Ana Isabel Silva, un interno le dijo que habían matado a Agustín Rueda, y a partir de ese momento indagó, sin resultado, noticias sobre él en la prisión y el hospital penitenciario, y pidió hablar con el director, pero estaba ocupado. Inmediatamente, telefoneó a dos abogadas que, tras visitar a sus defendidos, denunciaron ante el juzgado de guardia la existencia de otros internos lesionados.

En su declaración ante el tribunal, éstas dos abogadas -Pilar Fernández García y María Rosario Macho Ortiz- ratificaron su denuncia del 14 de marzo de 1978. Cuando Fernández se hacía eco de la acusación contra el funcionario Groucho, un letrado de la defensa reprochó a la testigo que utilizara el apodo, a lo que ella replicó que, igual que ocurre con los delincuentes, muchos funcionarios de prisiones son conocidos por sus alias. Ésta manifestación originó un aplauso en la sala, que el presidente ordenó desalojar parcialmente.

Varios funcionarios, que en marzo de 1978 ya no prestaban servicio en Carabanchel, coincidieron en la grave situación a principios de año, aunque reconocieron que a diario se realizaban varios recuentos de reclusos.

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