El influjo de la luna sobre los cocodrilos

El IV Festival Mundial de Circo reúne 30 atracciones en Madrid

Algo tenía que haber en común entre las personas y los cocodrilos. Y es que, al igual que los humanos viven, sin lógica aparente, días de euforia y otros de inestabilidad, también los saurios tienen unas reacciones nerviosas que dependen muchas veces del influjo fatídico de la luna. Algo que tiene muy en cuenta el domador Karah-Khavak cuando introduce su cabeza en las fauces de los animalitos, en uno de los 30 números que, dentro del IV Festival Mundial de Circo, pueden verse en Madrid -junto a la plaza de Las Ventas- hasta el 23 de noviembre.

Karah-Khavak es un nombre hindú que adoptó ...

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Algo tenía que haber en común entre las personas y los cocodrilos. Y es que, al igual que los humanos viven, sin lógica aparente, días de euforia y otros de inestabilidad, también los saurios tienen unas reacciones nerviosas que dependen muchas veces del influjo fatídico de la luna. Algo que tiene muy en cuenta el domador Karah-Khavak cuando introduce su cabeza en las fauces de los animalitos, en uno de los 30 números que, dentro del IV Festival Mundial de Circo, pueden verse en Madrid -junto a la plaza de Las Ventas- hasta el 23 de noviembre.

Karah-Khavak es un nombre hindú que adoptó el padre del domador de cocodrilos cuando después de una función en el circo -en la que fue herido por un león-, un maharajá indio le dijo que lo suyo no eran los felinos. Y se lo llevó a Calcuta, donde Karah-Khavak (padre) aprendió a domar a los cocodrilos, o a hipnotizarlos, que en este caso viene a ser lo mismo.Ahora su hijo, de padre checo y madre húngara, nacido en Holanda, criado en Italia y resídente en la RFA, tiene en su domicilio familiar un sótano con piscina donde se regodean las fieras. Con 27 animales, entre saurios y ofidios, viaja por los circos del mundo. Saca siete cocodrilos a la pista e intenta lograr eso que parece ser una de las tablas de salvación que le quedan al circo: el más difícil todavía.

"La televisión ha empequeñecido este espectáculo", dice José María González, uno de los tres hermanos que con la empresa Feijoo Castilla han montado este festival con atracciones contratadas en 18 países -en Navidad se instalarán en la plaza de toros de Valencia- . Para González, a pesar de la televisión y de los muchos resortes de la industria del entretenimiento, que han eclipsado al mayor espectáculo del mundo, "en el circo se sigue viendo lo que es el directo, la realidad sin truco".

Por eso, no hay truco cuando Karah-Khavak introduce su cabeza en las fauces de un cocodrilo de tres metros, y tampoco cuando, si la luna no está haciendo de las suyas, retira las manos de la boca del animal y se queda allí, en suspenso, dentro de una caverna de 70 dientes con posibilidades de convertirse en trituradora del intelecto. "Si tienes miedo, dedícate a otro oficio".

Sesenta familias y alrededor de 200 personas componen el equipo artístico y técnico que participa en este circo. González dice que cuentan con un presupuesto diario de un millón de pesetas, y que los artistas cobran entre 30.000 y 50.000 pesetas diarias, gastos de mantenimiento de animales y máquinas aparte. Hay sesiones diarias, y los sábados y domingos son tres (a las 12.00, 16.30 y 19.00), con precios que van desde 500 a 1.500 pesetas. González desmiente la leyenda de miserabilismo que ha rodeado a este tipo de espectáculos. "Hoy el artista de circo ha evolucionado mucho y su nivel de vida es alto".

En la cuadra de las instalaciones cercanas al coso de Las Ventas no huele discretamente a toro, sino a una mezcla mareante. Las llamas rumian, los camellos contemplan embobados su estrecho panorama vital y los elefantes están atados con argollas en dos de sus patas.

Patricía, de 24 años, dice que éstos son los más inteligentes, sobre todo los que vienen de la India. "Si conoces a un elefante ya puedes pasar luego muchos años sin verlo, que te recordará". Ella, que tiene un hermano domador, sale a la pista, se recuesta y deja que estos animales pasen por encima de su cuerpo. No hay peligro de que falle su adiestramiento; sólo la sensación de que un grito los asuste o de que resbalen.

En el trapecio, la que puede resbalar es Miss Isabelle, que se desliza desde las corvas hasta los talones por la barra, sin seguridad alguna. Miss Maty, contorsionista, se encasqueta el sombrero o fuma con los pies. No hay trampa ni cartón. Según Arturo Ereni, jefe de pista, el 80% de la gente que se ha reunido en este festival se dedica al circo por tradición familiar. El domador Jani Bugler dice: "Antes la gente venía dos o tres veces al año. Ahora sólo una, y gracias". De ahí que advierta claramente a sus hijas: "No os caséis con el pobre hombre del circo". Una de ellas ya tiene un novio trapecista.

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