La crisis de la humanidad
La humanidad en su larga historia se ha ido encontrando una serie de obstáculos que en su momento parecían insalvables. Ante estos conflictos la sociedad humana se hallaba inicialmente inerme y sufría de guerras, revoluciones y de un terrible desamparo ideológico. Posteriormente, cuando estas crisis eran superadas, surgía un mundo nuevo lleno de esperanza y en él que todo estaba por descubrir. Así, por no mencionar más que dos ejemplos más cercanos y conocidos, nació el mundo feudal como una soluci6n al definitivo hundimiento del mundo clásico y cuando este feudalismo se vio incapaz de dar una respuesta satisfactoria a la realidad de su época llegó el Renacimiento.Hoy, el hombre se encuentra enfrentado a otra de esas grandes crisis y también sufre el inevitable acompañamiento de guerras, de sensación de desamparo y, muy claramente, de un fuerte desconcierto ideológico; los valores e ideales de .nuestros padres ya no son aceptados pero tampoco son sustituidos por otros nuevos.
Pero ahora se puede determinar cuáles son las causas mayores de esta crisis y procurar ponerles remedio; por una parte nos encontramos con el deterioro ecológico, el entorno natural del hombre se está degradando a un ritmo rapidísimo, y por otra con la separación, cada día mayor, entre el mundo desarrollado y el Tercer Mundo. La falta de solución a ambos problemas está originando una sensación de vacío e, incluso, de desesperación en el hombre. A ello contribuye, no sólo la velocidad con que la situación se ha ido agravando, sino también la capacidad de la sociedad de tener conciencia de esa situación gracias a la las comunicaciones.
Sería absurdo intentar dar un orden de importancia a estos dos conflictos, ya que ambos condicionan nuestra supervivencia, pero sí parece que como seres humanos nos debe preocupar antes la desigualdad en aumento entre un sector de la humanidad que dilapida sus recursos en un consumismo cada, día más absurdo y otro sector que ve cómo las dificultades para la mera subsistencia se hacen cada día más graves.
Por otra parte, el deterioro ecológico, al afectar directamente a las comunidades más desarrolladas y al ser sólo un problema técnico y económico, está encontrando más rápida solución o, por lo menos, el hombre lo está afrontando más decididamente. Pero el problema del Tercer Mundo no tiene una solución tan inmediata.
El subdesarrollo no se debe sólo a causas económicas sino también a causas políticas; no se puede aceptar como única la fácil respuesta de que su origen está en la explotación del mundo de la pobreza por el mundo de la riqueza; también los graves defectos en las estructuras políticas, sociales y económicas de los países subdesarrollados son causa inmediata de ese subdesarrollo.
Por razones políticas nos es difícil tener noticias fidedignas de la situación real del Tercer Mundo, ya que las noticias que recibimos de los países pobres suelen ser fuertemente manipuladas, bien por sus propios Gobiernos, bien por los medios de comunicación de los países desarollados.
También nos encontramos el taso de áreas cuyos problemas son ignorados por las agencias de noticias por considerar que interesan menos a su público. Así se dan casos sangrantes de desinformación. Sí, por ejemplo, el terremoto de Ecuador del pasado mes de marzo hubiese afectado a Nicaragua o a Chile hubiese merecido mucha más atención, por lo menos en nuestro país.
Hambre
Otro caso parecido es el que se refiere a la información que hemos recibido sobre el hambre en África; el hambre afecta a todo él continente y de forma más directa a toda la zona del Sahel y, sin embargo, los países occidentales sólo han sabido del hambre en Etiopía y esto no porque sea uno de los países más afectados, sino porque en Etiopía se dilucida una de las mayores luchas de intereses y tanto el Este como el Oeste intentan adquirir una posición dominante en este país, debido a su estratégica situación geográfica.
Otra fuente de desinformación son las estadísticas que se manejan, no sólo porque en muchas ocasiones contienen datos falseados, sino, especialmente, porque no sabemos interpretarlas adecuadamente. Uno de los mayores errores consiste en juzgar estos datos como si se refiriesen a países con una estructura social similar a la de los países desarrollados, pero esto no es el caso y las desigualdades sociales son mucho más notables en el Tercer Mundo.
La comprensión de las verdaderas causas del subdesarrollo es esencial a la hora de encontrar soluciones, pero lo que es fundamental es que los hombres que vivimos en los países ricos nos concienciemos del drama humano que están viviendo los habitantes del Tercer Mundo y sepamos transformar esos fríos datos de hambre, enfermedad y muerte en lo que realmente son, tragedias personales que viven diariamente hombres, mujeres y niños, que tienen tanto derecho como nosotros a una vida más digna y a una esperanza de felicidad.
La situación del Tercer Mundo es un problema pavoroso pero solucionable; jamás ha tenido la humanidad tantos medios técnicos y económicos para erradicar la pobreza.
Los hombres que vivimos en los países desarrollados tenemos la obligación moral de ejercer sobre nuestros gobernantes toda la presión que podamos para forzarles a encontrar soluciones, soluciones para todos los países subdesarrollados sin distinción de afinidades políticas. En el Tercer Mundo no hay buenos y malos; sólo hay sufrimiento, sólo hay víctimas.
Cuando consigamos vencer estos dos grandes conflictos, el ecológico y el subdesarrollo, la humanidad habrá superado una vez más una grave crisis. Esto no se conseguirá sin transformaciones traumáticas de la sociedad que vivimos, pero así se dará lugar a un mundo nuevo en el que nosotros y nuestros hijos podremos trabajar con la esperanza de un futuro mejor y más justo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.