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Tribuna:Los problemas económicos de los países pobres
Tribuna
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La deuda del Tercer Mundo y lo que está detrás

El problema de la deuda externa de América Latina y del Tercer Mundo es casi equivalente a los gastos armamentistas mundiales: por encima de los 900.000 millones de dólares. Se trata de un enorme hecho, creciente y relevante, que denuncia y expresa la existencia de un desarrollo desigual, que desarticula y destruye la posibilidad de la coherencia. Coherencia es, en este caso, no otra cosa que la posibilidad de entender la realidad desde lo real, es decir, desde un espacio que permita a un mismo tiempo comprender y reaccionar ante los hechos.La deuda externa del Tercer Mundo ha pasado de 220.000 millones de dólares en 1976 a 991.000 millones en 1986. En el curso de una década, las dos terceras partes de la humanidad no han hecho otra cosa, en el fondo, que deber para pagar y pagar para deber. Todo ello en el cuadro de la explosión poblacional -aunque remitan hoy sus indicadores, el incremento tiene un dinamismo mecánico para una generación más-, que transforma to,das las hipótesis de la razón. ¿Quién dijo que los hechos tenían una inmensa cabeza dura? (Véase cuadro I).

Esa notable y dramática dicotomía no expresa nada más que aspectos globales, quizá lejanos. La verdad profunda es que se trata de problemas que, bajo las cifras, tocarán a todos los seres humanos. Así, por ejemplo, los jóvenes norteamericanos y canadienses entre 0 y 24 años -el núcleo duro que ensaya todas las experiencias vitales- estaban constituidos, en 1970, por 104,9 millones de personas; en el año 2000 serán -según el último informe de la Unesco- 104,7 millones. Examinen, al contrario, el caso latinoamericano, que, para el mismo grupo de edades, pasará de 173,9 millones a 288,4. Ese segmento juvenil crecerá, en el segundo caso, en 114,5 millones de personas, que tendrán, teóricamente, derechos y se ejercitarán en la marginalización.

Niveles de pobreza

La CEPAL, certifica, con un análisis exhaustivo (La superación de la pobreza: una tarea urgente y posible), la dimensión de ese cuestionamiento respecto a los procesos de transformación y en la perspectiva actual. (Véase el cuadro II.)

América Latina, en el año 2000, tendrá más de 600 millones de habitantes (400 en estos momentos), y, de ellos, el mayor porcentaje vivirá en niveles de pobreza. La rápida expansión del espacio urbano convierte a los habitantes de las ciudades latinoamericanas (habrá, 102 millones de pobres en las aglomeraciones urbanas en el año 2000, según el estudio de la CEPAL, en lugar de los,64 millones de 1980) en ciudadanos instalados en una crisis social permanente. En efecto, los indicadores de la calidad de la vida -no los de la supervivencia- pertenecerán, en magnitudes cada vez más altas, a los sectores privilegiados.

La deuda externa, en ese sentido, representa una prueba de la crisis y un pretexto para eludir su significado. En efecto, sus dImensiones y la imposibilidad creciente de su pago aceleran el discurso utópico irresponsable y eliminan -porque en gran parte el discurso demagógico es verdadero, pero notoriamente insuficientela profundización de un verdadero debate, es decir, crítico y analítico. Por lo pronto, los hechos, otra vez, son impresionantes. (Véase el cuadro III.)

La verdad es que algunos países han dedicado más del 50% de sus exportaciones totales de mercancías y servicios (el 54,5% Argentina, el 43,5% Brasil y el 37% México, según la CEPAL -Balance preliminar de la economía latinoamericana en 1985, páginas 17 y 18-) al pago de la deuda, lo que hace inviable, sin duda, el desarrollo. El resultado concreto es, como se sabe, una catástrofe inflacionaria y una catástrofe creciente en el retroceso del empleo y la posibilidad del crecimiento económico.

Denuncia contra el sistema

La deuda, por tanto, configura la unanimidad de una denuncia real contra el sistema económico y financiero que regula ese expolio. Se señala menos que ese expolio no tiene solamente un nombre -el del expoliador externo-, sino raíces políticas profundas en los expoliadores Internos y en los supuestos mismos de.una historia económica que hizo posible el endeudamiento, por encima de todas las posibilidades nacionales, y en muchos casos para que buena parte de ese flujo se exportara de nuevo como capital privado o político. Más grave aún, el endeudamiento pasó por encima de los Parlamentos y los sistemas de control político y hacendario y, por consiguiente, no habrá una recuperación política del problema mientras no se entienda y acepte que la deuda -impagable en las actuales circunstancias- es el resultado histórico de una deserción real, de efectos inmensos, de las responsabilidades globales de la vida social y, por tanto, de las fuerzas de control políticas. Los Estados que asumieron esa responsabilidad, pero que han ejercido el poder sin las sociedades civiles, transmiten a éstas hoy una carga de magnitud casi indescifrable, pero que exigen la revisión de la política.

Enrique Ruiz García es profesor de Historia Económica Mundial y Sociedades Políticas Contemporáneas de la facultad de Ciencias Políticas y Sociales de México.

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