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BALONCESTO

El Madrid ganó público, pero perdió con el Orthez

Luis Gómez

El Real Madrid perdió lastimosamente ante un equipo discreto, pero, al menos, ganó clientela. De los 5.000 que congrega en su pabellón a los 9.000 de ayer. La ausencia de Romay obligó al equipo a centrarse en Spriggs y este jugador, cuya voluntad es tan innegable como su frivolidad, mediofracasó. Junto a él, el equipo tocó fondo, hasta el punto de que fue incapaz siquiera de forzar el empate. Hubo miedo a tirar, miedo a perder, miedo a cometer personales y, por unos momentos, miedo a Spriggs. El público está con él pero, seguramente, preferiría que, una vez en el aire, la posición tomada y el rival descontrolado, tuviera a bien meter la pelota en la canasta. Pero, no, Spriggs la vuelve a guardar, vuelve a saltar, vuelve a amagar, vuelve al más difícil todavía... Pero olvida que juega en el Madrid.En los tres minutos iniciales, el Orthez ganaba 4-13 y 9-21 poco después. Daba la sensación de que el Madrid extrañaba el parqué, los aros y el ambiente, dada su dificultad para moverse, su ceguera para encontrar posiciones y su inseguridad en el lanzamiento a canasta. Poco después comenzó a dar la sensación de que el Madrid echaba en falta otras cosas, quizás la presencia de un jugador que ofrezca garantías. Todos se miraban de frente y se reconocían sus miserias, sus actuales defectos y se enviaban pases desconfiados. Ni siquiera el antes seguro Branson pudo hacer otra cosa que dedicarse a luchar por los rebotes.

Así, el Orthez se encontró con un partido encarrilado, sin precipitarse nunca en ataque -hecho ya meritorio en un equipo francés y posiblemente una de las claves de su triunfo-, defendiendo con voluntad, luchando por los rebotes y contando con los triples del base Hufnaguel (9 en total) que abrieron varias brechas. El partido era malo y conforme el Madrid llegó a acercarse en dos ocasiones a su rival (25-28 y 36-37) para volver a quedar rezagado, aumentó la sensación de que este era un partido perdido. El esfuerzo de remontar se paga más caro si no surte algún efecto.

Y, en la segunda parte, nunca hubo tiempo para la serenidad. Un desconcertante triple de Spriggs acercó el marcador a un 56-58, al que siguió una canasta fallida de Del Corral por querer empatar cuanto antes. Había tiempo de sobra para doblegar a un equipo que empezaba a sufrir acumulación de personales (14 contra 4 en la primera parte), pero nadie paró el juego ni obligó a los madridistas a replantearse el partido de nuevo. A partir de ahí, olió a derrota.

Y hasta ese momento, Spriggs llegó a sembrar el pánico en sus compañeros -sin desmerecer el abstencionismo de Iturriaga, la discreta dirección de Corbalán y la pérdida de confianza de Bran son- Spriggs, esta vez no pudo quejarse de haber recibido balones, se la jugó innumerables veces, pero dio una sensación de frivolidad convirtiendo lo fácil en difícil y al contrario; sus pases eléctricos terminaban en las gradas y sus fallos cerca de la canasta fueron tan patéticos que terminaron por hacer pensar que era tan imposible meterlas de cerca como de lejos.

Lo mejor para el Madrid son los otros resultados (Tracer, 97; Maccabi, 79 y Zadar, 82; Zalgiris, 78) y la sensación de que esta Copa de Europa va a ser ilógica.

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