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Muere Molotov, fiel colaborador de Stalin

Pilar Bonet

Viacheslav Molotov, uno de los miembros de la vieja guardia bolchevique de la revolución de 1917 y un fiel colaborador de Stalin, falleció el 8 de noviembre, a los 96 años de edad, tras "larga y grave enfermedad", según un comunicado oficial del Consejo de Ministros de la URSS difundido anoche por la agencia Tass.

El anuncio, publicado en nueve líneas, omitía que Molotov, ruso de nacionalidad y cuyo verdadero apellido era Scriabin, fue miembro de la dirección del partido comunista (Politburó) desde 1926 hasta 1957 y ministro de Asuntos Exteriores (comisario) desde 1939 hasta 1949 y, posteriormente, desde 1953 hasta 1956.Como jefe de la diplomacia soviética, Molotov negoció y firmó, junto a su colega alemán Joaquin von Ribbentrop, el tratado de no agresión con la Alemania nazi que abrió el camino a la invasión de Polonia y a la II Guerra Mundial.

Molotov, que secundó a Stalin en las purgas de los años treinta, fue presidente del Consejo de Ministros (Consejo de Comisarios Populares) desde 1930 hasta 1941 y cedió este cargo a Stalin para reforzar aún más la posición de éste con vistas a la guerra con Alemania. Al producirse la invasión nazi, en junio de 1941, Molotov se hizo cargo del mando civil mientras duró la postración en la que el suceso sumió a Stalin. Entre 1941 y 1957 Molotov fue primer vicejefe del Gobierno.

La militancia política de Molotov comenzó en, 1906, en las filas del Partido Socialdemócrata Ruso (posteriormente, partido comunista), y se truncó en 1962 con su expulsión del partido comunista.

La caída en desgracia ocurrió en 1957, cuando, junto con Kaganovich, Malenkov y Bulganin, que integraban el grupo anti-partido, fue derrotado en su intento de apartar del poder a Nikita Jruschov, que se había hecho fuerte apoyándose en el aparato de la organización.

Las "listas de la muerte"

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En 1961, en el congreso que el partido celebró aquel año, Molotov fue acusado de confeccionar las "listas de la muerte", firmadas por Stalin para purgar la organización.En 1957 había sido nombrado embajador en Mongolia y de 1960 a 1961 Molotov representó a la URSS ante el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), con sede en Viena.

El nombre de Molotov merece una discreta mención en el diccionario enciclopédico soviético, que hace constar la fecha de 1962 como final de su militancia en el partido.

En 1984, sin embargo, mientras Constantin Chernenko era el máximo líder de la Unión Soviética, funcionarios de este país aseguraron que Molotov había vuelto a ser admitido en el partido, un extremo que hasta ahora no ha sido confirmado oficialmente.

En julio pasado, Molotov rindió un servicio a Mijail Gorbachov al reaparecer públicamente -tras tres decenios de silencio- con una entrevista en el semanario Novedades de Moscú, una publicación editada en seis lenguas y destinada sobre todo al extranjero.

Molotov, cuya foto era publicada, aseguraba entonces estar "entusiasmado" con los cambios que se producían en la Unión Soviética y "triste" porque su salud y su edad no le permitían "contribuir activamente" en ellos.

El ex dirigente afirmaba estar informado de la actualidad desde su lujosa dacha en una zona residencial exclusiva en las afueras de Moscú. Decía levantarse a las seis y media de la mañana, hacer 20 minutos de gimnasia y dedicar seis horas diarias a la lectura.

Una cuantiosa pensión le había permitido pasear por las librerías moscovitas hasta que las dificultades para caminar se lo impidieron. Como un venerable abuelo, Molotov bromeaba, apoyado en su bastón, y aseguraba esperar con impaciencia la visita de sus nietos y biznietos. Su último deseo -"vivir 100 años" no se ha cumplido.

Molotov, que participó en el movimiento estudiantil antes de la revolución, formó parte en 1917 del comité militar revolucionario de Petrogrado.

Fue miembro del comité central desde 1921 y contempló cómo su misma esposa, Paulina, fue encarcelada y deportada de Moscú, adonde regresó sólo tras la muerte de Stalin.

Con todo, Molotov se opuso a las rehabilitaciones de los dirigentes bolcheviques purgados en los años treinta. Hoy, su nombre puede ser mencionado incluso en un contexto positivo, mientras otros líderes revolucionarios como Trotski y Bujarin siguen rodeados de un embarazoso silencio oficial y son escamoteados de los manuales de historia.

En julio, el periódico Pravda, órgano del partido, proponía abrir un concurso para la redacción del nuevo manual de historia del partido comunista y criticaba el poco espacio concedido en los programas universitarios al estudio de los "fenómenos negativos en la vida del partido".

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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