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La ausencia de Europa en Reikiavik

Soy de los que consideran ya de por sí positivo el próximo encuentro en la capital de Islandia. Y de los que esperan que allí se produzca algo más de lo habido en Ginebra el pasado año. También soy de los que sentirían una profunda tristeza si llega a descubrirse que una de las partes, o incluso ambas, sólo buscan una ventaja táctica momentánea de este encuentro en Reikiavik.Parece haber indicios de que el presidente norteamericano, Ronald Reagan, y el secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética, Mijail Gorbachov, se van poner de acuerdo para llevar cabo tina considerable reducción de los misiles nucleares de medio alcance en Europa. Que van a ratificar lo ya previamente negociado. O que van a dar luz verde a sus mandatarios. En un caso u otro, los intereses vitales de ambas superpotencias no se verían apenas afectados y, de todas formas, un acuerdo de este tipo tendría amplias consecuencias positivas. Estoy, por tanto, a favor de este encuentro.

Sin embargo, la verdadera cuestión es: ¿se van a acercar las posiciones de los dos grandes respecto a aquellas armas de destrucción o disuasión intercontinentales, las que tienen una importancia estratégica? No hay duda de que instrucciones procedentes de Reikiavik podrían producir milagros terrenales en Ginebra (o cualquier otra parte). Con certeza tendría también efectos positivos sobre la situación mundial si el hombre de la Casa Blanca y su oponente del Kremlin pudieran despejar malentendidos sobre algunas regiones críticas y paliar las contradicciones entre los intereses -reales o supuestos- de las superpotencias. Pero ¿no será todo esto ya apuntar demasiado lejos con las expectativas?

Se plantea, sin embargo, esta otra cuestión, menos trascendente pero, para nosotros los europeos, muy importante: ¿creen los europeos que pueden estar satisfechos con las migajas que les puedan caer de la mesa de los grandes? Yo espero que no estén tan exentos de pretensiones y que pongan plenamente en juego sus intereses.

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Esto no quiere decir tan sólo que se agoten las posibilidades de cooperación global europea, sin ilusiones, pero con seriedad y objetividad. Después de que la Conferencia de Desarme en Europa de Estocolmo finalizara de forma medianamente satisfactoria, esto no debiera resultar demasiado difícil. Y no estoy pensando sólo en la conferencia que se iniciará en Viena en el marco de lo acordado en 1975 en el Acta de Helsinki, sino también en las negociaciones que desde hace muchos años se prolongan, asimismo en Viena, sobre la reducción mutua y equilibrada de tropas y armamento en Centroeuropa (MBFR). Esto sólo supondrá un resultado modesto, pero ya va siendo hora de que se lleve al papel.

Tan importante al menos me parece que las negociaciones entre las superpotencias vayan acompañadas del examen serio de proyectos regionales de política de control armamentista. Pienso aquí en la propuesta de retirar las armas químicas de las superpotencias de una determinada región europea. También me refiero a la propuesta de la comisión internacional independiente presidida por el asesinado Olof Palme, para crear un corredor libre de armas nucleares, del que formaría parte una gran franja sobre el territorio de ambos Estados alemanes.

Por encima de todo esto, también me parece oportuno indicar que a la larga es dificil de aceptar que se negocie sobre Europa sin participación directa europea. El presidente del Parlamento Europeo, Pierre Pflimlin, ha expresado estos días la pretensión de que en el futuro se dé una presencia europea. Creo que esto no debiera ser ignorado.

Willy Brandt es presidente de la Internacional Socialista y del partido Socialdemócrata alemán (SPD). Ex canciller federal.

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