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Tribuna:LAS SUPERPOTENCIAS DIALOGANLos protagonistas de la 'cumbre' / 1
Tribuna
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Reagan, doctor en Anticomunismo por Hollywood

Francisco G. Basterra

ENVIADO ESPECIAL Ronald Reagan, el hombre que se graduó en anticomunismo en las luchas sindicales del Hollywood de los años cuarenta, se encuentra en Reikiavik dispuesto a conseguir con Mijail Gorbachov algún principio de acuerdo sobre armamentos nucleares que le permita pasar a la historia como el presidente de la distensión, el primero en lograr una reducción efectiva de los arsenales nucleares de las superpotencias.

Esta sola idea pone los pelos de punta a los sectores más conservadores en EE UU, convencidos de que el anticomunismo visceral del presidente le hacía inmune a cualquier acuerdo con Moscú y que saldría de la Casa Blanca sin caer en la trampa de un control de armamentos con la URSS. Para conseguir su objetivo, Reagan necesita un mínimo compromiso sobre euromisiles que le permita fijar una fecha definitiva para la nueva cumbre.

Estimulado por un grupo de asesores pragmáticos, encabezado por el secretario de Estado, George Shultz, el presidente ha aceptado salir del país para acudir a esta reunión sorpresa, a la que califica de "campamento base" para la verdadera cumbre en Estados Unidos, antes de fin de año, que puede acordarse en Reikiavik este fin de semana.

La influencia de Nancy

Reagan, con sus 75 años, persuadido al parecer por los consejos de su esposa y principal consejera, Nancy, está pensando ya en términos de lo que los libros de historia dirán de él. Pero junto a los motivos históricos, este calentamiento para la verdadera cumbre puede tener una gran rentabilidad interna. Dentro de 24 días se celebrarán las elecciones al Congreso, en las que el presidente y su Partido Republicano, se juegan el control del Senado.

Reagan ha descendido sobre una remota isla del Atlántico Norte, a medio camino entre las dos superpotencias, convencido de que, como hizo hace 11 meses en Ginebra, también ahora sus poderes de comunicación y persuasión le servirán para disminuir la tensión de las relaciones entre los dos países. El presidente cree sobre todo en el contacto humano, y supone que las diferencias filosóficas entre. los dos sistemas pueden ser ablandadas, o incluso aproximadas, con el valor del ejemplo de una América próspera y libre. Por eso tiene tanto interés en que Gorbachov vaya a Washington, y Reagan lleva tiempo proyectando adónde piensa llevar al líder soviético, convencido de que la visión del sueño americano le liará cambiar.

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Para los críticos del presidente, esta idea es equivocada y puede ser incluso peligrosa. Su capacidad de persuasión se verá reforzada, cree el presidente, por las dificultades a las que se enfrenta su adversario (mala situación económica, catástrofe de Chernobil, reciente pérdida de un submarino nuclear ... ). Y sobre todo la necesidad que tiene de regresar a Moscú con algo satisfactorio que presentar a sus colegas del Politburó y al Ejército, que todavía aguardan los primeros frutos de las reformas prometidas por el nuevo líder.

Pase lo que pase en Reikiavik -es la idea de los asesores presidenciales-, Reagan tiene en realidad muy poco que perder y mucho que ganar. Si Gorbachov trata de acorralarlo y condicionar la cumbre de Estados Unidos a la firma de acuerdos inaceptables para Washington, el presidente siempre puede regresar de Islandia vendiendo la idea de que ha aguantado la presión soviética y no ha cedido a la tentación de firmar un trato desventajoso para la seguridad nacional. Si las conversaciones de Reikíavik van medianamente bien y concluyen fijando una fecha para otra cumbre, en Washington, y un compromiso para firmar en el curso de la misma un acuerdo para desmantelar un buen número de mísiles de alcance medio instalados en Europa, Reagan podrá presentarse como un presidente de paz que hizo avanzar el proceso de las relaciones Este-Oeste.

Esto explica que un alto cargo de la Casa Blanca, haya dicho que esta reunión es la "sorpresa de octubre para los demócratas". El segundo aspecto importante del encuentro es su efecto sobre la opinión pública norteamericana, que desea este tipo de reuniones al máximo nivel, ya no se acuerda de la concesión de principios realizada con el canje del periodista Nicholas Daniloff, y por una mayoría del 77% desea la firma de algún tipo de acuerdo que limite las armas nucleares. Pero hay un tercer aspecto clave. La salida sorpresa de Reagan a Reikiavik le permitirá contener a un Congreso impaciente que se niega a seguir alimentando con mas proyectos millonarios de rearme.

El Congreso limita

Blandiendo el peligro de que las limitaciones que le quiere imponer el Parlamento (reducción de los presupuestos para el desarrollo de la guerra de las galaxias, limitación de las pruebas antisatélites y de los ensayos nucleares y restricciones en armas químicas y en nuevos sistemas de armamento) le atarían las manos en las discusiones de Reikiavik, Reagan ha conseguido una moratoria. El Congreso ha aceptado posponer el debate de los límites que quiere imponer a la política exterior del presidente. Un éxito en Islandia justificaría la idea de Reagan de que sólo un país fuerte y rearmado es capaz de hacer entrar en razones a la Unión Soviética.

Todos los presidentes desde Eisenhower, admite con amargura Henry Kissinger, han tenido que negociar algún control de armamentos para mantener sus presupuestos de Defensa. "Ronald Reagan, el presidente más conservador desde la posguerra, no ha sido capaz de escaparse a esta realidad", escribe el ex secretario de Estado de Nixon, que ha calificado la reunión de Reikiavik de "peligrosa y apresurada". Al profesor Kissinger, cuya frustración se debe probablemente a que ya no cocina la política exterior de la Casa Blanca, paradójicamente le "preocupa profundamente" que los soviéticos consigan comprometer a Reagan con una política de distensión. Precisamente la que él mismo diseñó y ejecutó cuando tuvo el poder.

El. efecto dramático de cualquier cumbre, ampliado a menudo artificial y exageradamente por el altavoz de los medios de comunicación, le servirá también al presidente para hacer olvidar que su Administración no atraviesa un momento particularmente brillante. Acaba de sufrir en la cuestión de las sanciones a Suráfrica la más importante derrota en política exterior desde que llegó a la Casa Blanca. Continúa pendiente la crisis de Nicaragua, y con el derribo, esta semana, de un avión privado norteamericano con ciudadanos de este país aumenta el peligro de que la guerra sucia de la contra, que está a punto de recibir un estímulo oficial de 100 millones de dólares, experimente una escalada e implique a Estados Unidos más directamente. Los intentos -de desestabilizar al líder libio, Muammar el Gaddafi, le han estallado en las manos días antes de la cumbre con la revelación de un programa de desinformación para engañar a la Prensa norteamericana y extranjera, calificado de "estúpido" por la mayoría de los observadores.

El hombre que sólo hace tres años sorprendió al mundo calificando a la URSS de "imperio diabólico y fuente de todo mal" tiene ahora que defenderse de blando ante el comunismo. Es como si Gorbachov tuviera que justificar por qué compra acciones de IBM en Wall Street. Pero desde que el gurú de los ultraconservadores, el columnista George Will, acusara a Reagan de mostrar un deseo incontinente por reunirse con Gorbachov traicionando los principios, y The Wall Street Journal hablara de su "avidez lasciva" por la cumbre, Reagan ha utilizado la mayor parte de esta semana en defenderse de estos ataques.

Vamos a este proceso de negociaciones, ha dicho el presidente, "sin ilusiones", convencidos de "las implicaciones morales de la ideología soviética y el grave peligro de sus intenciones geopolíticas". "No voy a firmar tratados", se trata de preparar una futura reunión "productiva", ha dicho el presidente. "No sacrificaremos los intereses vitales de EE UU a cambio de fijar una fecha para una cumbre". En un intento de impedir que toda la atención se centre en un eventual acuerdo sobre control de armamentos, lo que para la mayoría de sus seguidores políticos es un mito peligroso", el presidente ha prometido que pondrá encima de la mesa "las violaciones soviéticas de los derechos humanos y su intervención militar" en conflictos regionales.

Con ser lo más importante, no se trata únicamente de impedir una guerra nuclear, sino que el objetivo último de la política exterior de EE UU es también "extender la libertad", explica el presidente, un recordatorio de que reiterará a Gorbachov su afianzamiento de la llamada doctrina de Reagan, de apoyo a las guerrillas anticomunistas en Afganistán, Nicaragua o Angola. Su mensaje a los conservadores es claro: se trata de aplicar en la relación con Moscú una doble vía política de diálogo respaldado por la fuerza.

El gran comunicador

Reagan utilizará sus poderes de gran comunicador para defender su polémica Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI) y evitar que Gorbachov consiga su principal objetivo: detener la guerra de las galaxias o al menos desacelerar el ritmo de su investigación, desarrollo y eventual despliegue. La SDI es la principal baza de presión negociadora que tiene EE UU. El presidente y su secretario de Estado ya han advertido que es "esencial" y que no acordarán nada que suponga la limitación de este sistema.

Esto impedirá por ahora lo quése denomina el gran compromiso, una reducción drástica de los arsenales estratétigos a cambio de una moratoria en la SDI. Reagan se negará en Islandia a una prohibición total de pruebas nucleares, que Gorbachov ha señalado como su primer objetivo, ya que serviría para detener los experimentos necesarios para probar los componentes nucleares de la guerra de las galaxias.

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