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LA LIDIA / ZARAGOZA

Toros a medio gas

Los toros de Javier Molina, gordos unos y cuajados otros andaban a medio gas. Su provocativa blandura reclamaba inteligencia a los diestros no sólo a la hora de medir el castigo en el caballo sino en la administración de capotazos. El tercio de varas cuenta poco en Zaragoza. Por eso, aunque muchos astados, por débiles, no fueran al caballo, nadie se rasgaría las vestiduras en defensa de una lidia ortodoxa.El primero de la tarde correspondía a la ganadería de Sánchez Dalp y su blanda condición física emparejaba bien con el resto del encierro. Algunos tras el mínimo encuentro con el peto salían ya para ser tratados con mimo y cariño; a su vez respondían con pastueña embestida. Otros, recelosos del cachete, se volvían ariscos y en plan marrajo repartían- gañafones y tornillazos, como los lidiados en cuarto y sexto lugar'.

Molina / Aranda, Oliva, Joselito

Cinco toros de Javier Molina, cuajados y mansos, y uno de Sánchez Dalp, derrengado y noble. Raúl Aranda: oreja; palmas. Emilio Oliva: vuelta; dos orejas. Joselito: oreja; oreja. Plaza de Zaragoza, 9 de octubre. Sexta corrida de feria.

Con tal material delante, la tarde terminaría en una total algarabía cuando Emilio Oliva cortó las orejas del quinto, tras haber construido una faena sólida desde el capote hasta la estocada final. Tuvo en suerte el mejor lote y lo aprovechó. Su toreo de muleta, citando a los toros de largo para empaparlos y llevarlos cadencioso, poseía emoción, calidad y en ocasiones temple. Oliva sabe bajar muy bien la mano, aunque afea en exceso ese arquear el cuerpo innecesariamente. Las versiones del derechazo, abriendo el compás y rematando con el de pecho, barriendo el lomo, tuvieron resonancia en los tendidos; los mismos que flameando pañuelos otorgaban los máximos trofeos tras haber toreado Oliva en naturales al quinto, muy lentamente en series cortas, no exentas de suavidad.

La plaza hierve

La plaza hervía y Joselito salió ante el sexto dispuesto a no dejarse tutear por nadie; no le bastó la oreja cortada al tercero tras una faena de enfermero hecha ante un toro que salió del caballo aplomado. Tiró de repertorio, acabando la corrida, y de larga cambiada de rodillas, en tablas lo recibió con cuatro verónicas, juntas las zapatillas y rematadas con la media de hinojos. La plaza era un manicomio y se vaticinaba, a partir de aquí, un final de infarto.Sin embargo, para perder gas se bastó el toro con el peto y por ahí se enfrió la ilusión del caldeado tendido. A toro pasado banderilleó Joselito y la interpretación del toreo de muleta no deparé exquisiteces y sí por contra una faena de aliño.

Soportó Joselito gañafones a la hombrera y tornillazos a la taleguilla. Frenándose en el embroque y corneando la flámula, ponía a prueba el valor estoico del torero, que a base de encunarse entre los pitones tuvo agallas de robarle aún tres naturales. El clamor del público fue total y su triunfo importante.

El poco placeado Raúl Aranda, en faena sosa a su primero, practicó un toreo de larga distancia, por la separación que dejaba siempre entre él y el toro a la hora de dar los muletazos. Su primero, noble y derrengado, le valió una oreja, obsequio de sus paisanos. El pregonao cuarto, midiendo al torero, embestía al paso, descentrando de esta forma a un Raúl Aranda que salvó dignamente la tarde, junto con Emilio Oliva y con Joselito que demostró estar dispuesto a ir a por todos.

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