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Crítica:ÓPERA / 'LOS CUENTOS DE HOFFMANN'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Cuentos populares

"¿Algún escritor escribe sólo para la posteridad? No, por más que lo afirme, por que, como no es Nostradamus, sólo puede modelar la posteridad basándose en su imagen de los contemporáneos. La diferencia, en todo caso, esta entre el texto que quiere producir un lector nuevo y el que trata de anticiparse a los deseos del lector que puede encontrarse por la calle". La reflexión de Umberto, Eco (Apostillas a El nombre de la rosa, Lumen, 1984) viene muy al caso de Jacques Offenbach cuando por escritor se lea compositor, por texto, ópera y por lector, oyente o público en general.A lo largo de su carrera, Offenbach había optado sin ambages por la segunda posibilidad: con fino olfato, no ya trató, sino que consiguió de lleno anticiparse a los deseos del público del II Imperio, estableciendo un formulario perfectamente: adaptado a las exigencias del mercado y que: le permitió una producción en serie de best sellers de primer orden: Orfeo en los infiernos, La bella Helena o La gran duquesa de Gérolstein.

Los cuentos de Hoffmann

De Jacques Offenbach. Enedina Lloris, Viorica Cortez, Lucy Peacock, Hedwig Fassbender, Alfredo Yraus. Producción del Gran Teatro del Liceo dirigida por Giuseppe de Torngsi. Orquesta y coro del Gran Teatro del Liceo. DireCt,Dr: Enrique Ricci. Liceo. Barcelona, 4 de junio.

Pero nadie se confórma con lo que es, y Offenbach sintió vivos deseos de apostar por la primera opción de Eco, es decir, por la de crear un oyente nuevo de su obra que le asegurara un lugar en la posteridad. Y nacieron. Los cuentos dé Hoffmann, opéra-comique en un prólogo, tires actos y un epílogo, que el Liceo ha tenido el buen acierto de programar ahora.

¿Alcanzó el compositor su objetivo? La respuesta no puede ser unívoca. Por un lado, las múltiples revisiones, parches y saqueos de obras anteriores, junto a la no finalización de la partitura -cumplimentada póstumamente por Ernest Guiraud-, dan cuenta del naufragio de Offenbach ante un género que no le permitía. avanzar con la celeridad que, en cambio, le propiciaba el conocido terreno de la opereta. Por otro, Offenbach hizo, siguiendo a Eco, lo mejor que podía hacer con su obra: morirse y dejar que fuera ella quien hablara por él.

Los cuentos de Hoffmann se hicieron rápidamente populares: el mismo año del estreno llegaron al centenar de representaciones y hoy figuran en el repertorio lírico con todos, los honores. Puede el oyente más, holgazán dejarse mecer suavemente y sin otra preocupación por las delicuescencias de la barcarola del segundo acto, la canción de Kleirizach del prólogo, el aria de Antonia del tercer acto y tantos y tantos otros, pasajes de profunda seducción. Pero también el oyente que busque algo más que mera distracción auditivo-visual encontrará en la obra pan para sus dientes. El planteamiento del fibreto es sumamente hábil: tres historias de amor narradas en flash-back y enmarcadas en una cuarta. Efectivamente: el poeta romántico E. T. A. Hoffmann actide a una taberna para esperar a Stella, cantante que actúa en un cercano teatro. Durante la espera, riarra tres aventuras anteriores donde lo demoníaco, una y otra vez, le ha hecho profundamente desdichado.

Si al interés intrínseco de la pieza añadimos la popularidad de Alfredo Kraus (siempre extraordinario, pero más cuando de repertorio francés se trata) tenemos la fórmula para llenar un teatro. Se llenó la otra noche el Liceo: Enedina Lloris, como Olympia, revalidó sus éxitos madrileños, así como también aquel premio Viñas que le fuera concedido en Barcelona cuando aún era una desconocida y que le permitió debutar en España y en Italia. Y agradó en general todo el reparto. Mención especial para el coro y para el director de la orquesta, Enrique Ricci.

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