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Tribuna:MADRID RESUCITADO
Tribuna
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Cuatro Caminos

El paso elevado de Cuatro Caminos se ha salvado, por el momento, de la destrucción que con paso lento pero seguro han iniciado los operarios sobre su colega de Atocha. Los antiestéticos pilares de hormigón siguen hoyando impunemente el centro de esta plaza, a la que el callejero madrileño, fecundo en ironías, llama glorieta.Glorias tiene sin duda Cuatro Caminos, aunque no abunden las arquitectónicas. A los edificios más altos de esta zona, proyectados por Casto Fernández-Shaw para la Compañía Metropolitana, les llamaron los madrileños Titanics, y nunca los miraron con buenos ojos. Cuatro Caminos, encrucijada, frontera, creció al compás de la immigración, y artesanos y campesinos se instalaron en sus terrenos baldíos y aclimataron sus huertas y talleres a esta nueva tierra de promisión en la que siguieron cultivando sus hortalizas o tallando sus muebles. Por Cuatro Caminos entraban en Madrid los traperos de Tetuán de las Victorias y salían para respirar aire fresco y probar las tortillas de los merenderos cercanos los pálidos oficinistas de la urbe con sus respectivas familias. Para los noctámbulos, estos locales de las afueras se constituían en última estación del vía crucis, caótico punto de encuentro, no siempre pacífico, entre señoritos calaveras y chulos de rompe y rasga. Por aquí estaba el merendero de Canuto, en el que cuenta Díaz Cañabate se reunieron el candidato a regicida Mateo Morral, y el santón del anarquismo ibérico don José Nakeñi, de el motín, apóstol social y, energúmeno comecuras. La cita tuvo lugar horas antes de que Mateo Morral saliera al paso de la cómitiva real para ofrecerle su aciago regalo de bodas.

Cuatro Caminos es plaza mayor de un barrio combativo, orgulloso de su estirpe popular, en el que todavía se escuchan los ecos de todos los acentos del país, fundidos en la más castiza de las jergas, pues en, una paradoja más de esta ciudad de paradojas Madrid extrae las raíces de su casticismo de lo foráneo y asimila los nuevos fermentos sin desnaturalizarse ni desnaturalizarlos.

Definitivamente unida a la ciudad tras la construcción de ferrocarril metropolitano, en Cuatro Caminos fueron creciendo los edificios y menguando las huertas, desaparecieron los merenderos y aquellos bailes de criadas a los que tan aficionado era el pintor Gutiérrez Solana, que tomaba con frecuencia el tranvía en la glorieta de Bilbao para, ir a espiar de cerca a sus ninfas egerias, fuente de inspiración para su pluma feroz y sus descarnados pinceles.

Cuatro Caminos, partida ahora por este costurón grisáceo del paso elevado, oscurecida por el humo y surcada por un tráfico espeso, mantiene como único atractivo el desfile multicolor de las atareadas gentes que la transitan camino de la universidad o del taller, de los despachos de Orense o dé los variadimos establecimientos comerciales que enmarcan la calle de Bravo Murillo desde esta glorieta 7 a la plaza de Castilla.

Nudo de comunicaciones punto neurálgico para los pegadores de carteles políticos, Cuatro Caminos es frecuente escenario de manifestaciones y convocatorias públicas, lugar de cita, zoco de vendedores ambulantes que asedian a la multitud que sale despedida, con regularidad, en rítmicas sacudidas, de las voraces bocas del Metro.

Aún, quedan restos de su antigua dedicación festiva, los salones de bodas, bautizos y comuniones, y las cafeterías y restaurantes que se agolpan en sus alrededores recuerdan sus buenos tiempos, cuando el estadio Metropolitano, arrojaba aquí a la marabunta de los hinchas colchoneros. También siente Cuatro Caminos nostalgia de su antigua plaza de toros, en la que Manolete toreó por primer a vez en Madrid, en 1935.

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Otros recuerdos menos gratos hablan de la sangre vertida en los enfrentamientos entre Ejército y obreros durante la huelga general de 1917, pero de ninguno de ellos queda memoria física, pues la plaza ha ido variando su fisonomía para hacerse cada vez más hostil e impersonal, en contraste con un barrio hospitalario y peculiar.

Entre las últimas desapariciones hay que lamentar la del café Metropolitano, vecino a la plaza, decora,do con mosaicos arábigos y celosías, sustituido hoy por un establecimiento de comida rápida y con ornamentación agresiva. Cerca de, Cuatro Caminos sobrevíven en crisis permanente numerosos cínes de barrio especializados en programas dobles, afertados por la popularización del vídeo familiar.

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