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EL ASESINATO DEL PRIMER MINISTRO SUECO

El Gobierno socialdemócrata promete continuar la política exterior de su líder muerto

El riesgo de que la muerte de Olof Palme suponga algún cambio en la política exterior de Suecia -perfilada en gran medida por el líder asesinado- se ha convertido en una de las preocupaciones centrales de los nuevos dirigentes socialdemócratas. Un portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores afirmó ayer que el país mantendrá su posición neutralista y de mediador de la paz en las regiones en conflicto del mundo Algunos observadores esperan, sin embargo, cambios apreciables, aunque no espectaculares.

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Jan Eliasson, funcionario del Ministerio de Asuntos Exteriores, confirmó que Suecia continuará haciendo de mediador en el conflicto entre Irán e Irak, en el problema palestino y por la paz en Oriente Próximo en general, y mantendrá las directrices trazadas por Palme en materia de política exterior, según informa la agencia Efe. En una conferencia de prensa sobre la política exterior sueca tras la desaparición de Palme, el portavoz declaró que su país continuará los contactos con la Organización para la Liberación de Palestina (OLP).La política exterior diseñada por Palme convirtió a Suecia en una de las naciones que acogen a mayor número de refugiados políticos. Por otra parte, Palme había reiterado -en el congreso de su partido de 1984 y, más recientemente, en la apertura de las sesiones del Parlamento- que la política de neutralidad de Suecia era inamovible, porque representa la mejor garantía para preservar la estabilidad nórdica y contribuir a la paz en el plano internacional.

En apariencia, ningún partido sueco cuestiona esta neutralidad. Pero, sea porque se la interpreta de un modo diferente o porque íntimamente se la siente de un modo diferente, lo cierto es que las mayores asperezas en la controversia política de los últimos años en Suecia se centraron en torno a la seguridad y las relaciones exteriores. Toda la campaña contra Olof Palme apuntó a minar su credibilidad ante el pueblo sueco como conductor de la política exterior.

Palme pudo neutralizar esa ofensiva y aplacar incluso las discrepancias que al respecto existían en algunos sectores de su propio partido. La incógnita es si la nueva dirección socialdemócrata -pese a que las primeras declaraciones, tras la muerte de Palme, hablan de continuidad- logrará los mismos resultados frente a una ofensiva que, muy probablemente, arreciará.

La capacidad del sucesor

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La capacidad del sucesor de Palme y del equipo que lo acompañará no está en discusión. Pero lo que si puede suscitar dudas es si ello será suficiente para llenar el vacío de una figura con una indiscutible autoridad, y no autoritarismo, para zanjar las inevitables contradicciones de un partido que por su composición pluralista alberga en su seno la coexistencia de posiciones discrepantes.Estas discrepancias habían aflorado precisamente en las últimas semanas -a propósito de la política económica- entre el poderoso movimiento sindical y el ministro de Finanzas, Kjell Olof Feldt, y, de hecho, también con el propio Olof Palme.

El objetivo primordial del Gobierno había sido en este terreno el de mantener baja la inflación como condición indispensable para la continuidad de su política, además de controlar el nivel de los aumentos salariales en los convenios, cuya discusión preliminar ya había comenzado.

Los trabajadores, por su parte sostienen que el mayor peso, del sacrificio para lograr la recuperación económica lo han soportado ellos, mientras las grandes empresas y los poseedores de acciones han visto multiplicar sus beneficios.

Conservar la armonía con el movimiento sindical es una premisa fundamental para el partido socialdemócrata. En los días previos al asesinato de Palme había ya indicios de que esas buenas relaciones serían mantenidas, indicios que se fortalecieron en las últimas horas.

Existe la impresión entre los observadores políticos de que la muerte de Palme actuará como un factor de cohesión del partido, como un estímulo en la recuperación de una identidad ideológica que se había ido desdibujando en los últimos años al amparo de una prosperidad que parecía indefinida.

Si no es así, los partidos de la oposición burguesa tendrán ante .sí la gran oportunidad que esperaron infructuosamente en las últimas elecciones. Unas elecciones que, pese a no haber producido un cambio en el Gobierno, modificaron sustancialmente el mapa político de Suecia con un gran triunfador, el Partido Liberal, que ahora encabeza Bengt Westeberg; el retroceso del Partido Conservador, y el derrumbe del Partido del Centro, que provocó la destitución de su líder tradicional, Torbjon Falidin.

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