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La India recibe a Juan Pablo II con manifestaciones de protesta y extraordinarias medidas de seguridad

Juan Arias

La policía india detuvo ayer, a la misma hora en que Juan Pablo II besaba el suelo del aeropuerto de Nueva Delhi, a unas 300 personas que, según fuentes oficiales, habían desencadenado manifestaciones de protesta contra la llegada del Papa. Durante estas manifestaciones habían quemado pinturas y muñecos con la cara del Papa de Roma. Fue tal el miedo del Gobierno a un posible atentado que, exceptuada la misa en el estadio Indira Gandhi, donde se reunieron unas 20.000 personas entre católicos e hindúes, el Papa no vio durante todo el día de ayer más que periodistas, obispos, autoridades y agentes del orden.

La psicosis del miedo llegó hasta el punto que para entrar en el estadio la gente tuvo que hacer valientemente cola durante horas para ser cacheada una por una. Al lado de la puerta de entrada se podía ver, en el suelo, una montaña de paquetes de cigarrillos y de cajas de cerillas que les fueron requisados a los fieles que iban a la misa.Incluso en otra ceremonia que se celebró sobre el monumento erigido en el lugar donde fue que mado el cuerpo del Mahatma Gandhi y también los del Pandit Neru e Indira Gandhi, la policía, tras observar visualmente cómo la rosa de mármol se cubría con pétalos de flores, se apresuró a pasar sobre ella el detector de metales, profanador e implacable, mientras en la puerta de entrada, el enviado de Il Corriere della Sera se las veía y deseaba para explicarle a un agente que lo que llevaba en el bolsillo eran unas simples pastillas contra la diarrea.

Apenas besó la tierra en el aeropuerto Delhi-Palme, bajo un sol de primavera, Juan Pablo II comenzó a tejer una ristra de elogios a este país, citando a Gandhi y al poeta Tagore: "Donde la mente está vacía de miedo y se camina con la cabeza erguida (...) en aquel sueño de libertad, haz, padre, que se despierte mi tierra", dijo el Papa en el aeropuerto vacío de pueblo y colmado sólo de oficialidad, en una ceremonia fría y sobria.

Juan Pablo II afirmó también que había llegado a la India con "un gran respeto hacia todas las religiones", y alabó la enorme capacidad de libertad religiosa que posee este país. Con el presidente de la República, Zail Singh, nacido en el cálido clima político del Punjab, que es de religión sij, Juan Pablo II habló de Dios y de la refigión como dimensión del hombre. "Parecían dos místicos", comentó uno de los presentes en la conversación. Ambos se enzarzaron, sin darse cuenta, en una conversación de alta espiritualidad.

Para ir al monumento de Gandhi, en cuyo jardín de césped inglés Juan Pablo II plantó ayer un árbol, junto a otros puestos anteriormente por otros personajes, como Leonid Breznev, Yasir Arafat y Wojciech Jaruzelski, se pasa por una de las barriadas de barracas de la capital, tan miserables que, en un primer momento, el enviado de Il Giorno pensó que se trataba de pocilgas para animales.

En su discurso ante el monumento de Gandhi, el papa Wojtyla afirmó que "los problemas tradicionales de la miseria, el hambre y la enfermedad no han sido aún desarraigados de nuestro mundo". Dijo también que "la existencia de inmensos arsenales de armas de destrucción de masas es motivo de grave y justificada inquietud para todos".

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En esta primera jornada, la India no ha sido demasiado generosa con el papa Wojtyla. Ayer, el diario The Times of India le dedicaba 14 renglones, y pocos más The Hindustan Time, donde se recogía la declaración de unos extremistas que afirman que respetan la figura humana de Cristo, pero que no toleran "las injusticias perpetradas en la India en nombre del cristianismo".

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