Tribuna:

Gaddafi

Yo creo que lo que más le asusta al capitán del Séptimo de Caballería son los fantásticos uniformes de Gaddafi. El último modelo que lucía el libio ante las cámaras de televisión, momentos después de la amenaza militar de Reagan, era un llamativo cruce de guerrero beduino, caballero tuareg y Lawrence de Arabia. Y con eso estaba todo dicho: se había uniformado el desconcertante coronel con la ferocidad del nómada, la resistencia del hombre azul y la pasión aventurera del desierto. La prueba de la eficacia del disfraz de Gaddafi es que Reagan tuvo que enfundarse rápidamente la VI Flota. D...

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Yo creo que lo que más le asusta al capitán del Séptimo de Caballería son los fantásticos uniformes de Gaddafi. El último modelo que lucía el libio ante las cámaras de televisión, momentos después de la amenaza militar de Reagan, era un llamativo cruce de guerrero beduino, caballero tuareg y Lawrence de Arabia. Y con eso estaba todo dicho: se había uniformado el desconcertante coronel con la ferocidad del nómada, la resistencia del hombre azul y la pasión aventurera del desierto. La prueba de la eficacia del disfraz de Gaddafi es que Reagan tuvo que enfundarse rápidamente la VI Flota. Desconozco los logros de la revolución libia capitaneada por este iluminado coronel con pinta de duro de Hollywood y las intenciones últimas de su temeraria política exterior, pero leo en sus fantasiosos uniformes como en un libro abierto de aventuras infantiles. Una de las primeras medidas de las revoluciones tercermundistas es el diseño de un nuevo uniforme militar que exprese claramente la ideología de los nuevos ocupantes del Estado. Empece a sospechar lo que ocurría en Cuba cuando vi a Fidel Castro cambiar su famoso atuendo de Sierra Maestra por un escalofriante uniforme de mariscal de la Unión Soviética; y me desinteresé de media docena de revoluciones del África Negra cuando los guerrilleros empezaron a plagiar descaradamente los uniformes de sus colonizadores.

La genialidad de Gaddafi consiste en haber incorporado a su revolución toda clase de uniformes. A este hombre lo he visto yo lucir aquellas entalladas levitas de gala de los oficiales decimonónicos británicos, charreteras y cordonaduras de los seis regimientos de húsares, botines de lancero bengalí, gorra de plato del emperador Maximiliano, capa de la Orden de Calatrava, los corbatines de charol que usaban los dragones para mantener erguida la cabeza y el look de Rodolfo Valentino cuando se transformaba en beduino de hora y media. Es fácil leer las intenciones políticas del coronel libio en sus deslumbrantes atuendos militares, a pesar de la disparatada colección de modelos. Todos son estremecedores uniformes románticos.

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