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OCTAVOS DE FINAL DE LA COPA DE LA UEFA

El Madrid borró al Borussia con un fútbol simple

El Madrid eliminó al Borussia de Moenchengladbach gracias a su más reconocida cualidad: el espíritu de lucha y la capacidad de sacrificio. No hizo un fútbol brillante, pero sí borró del campo al Borussia y explotó hasta el límite su baza ganadora: la capacidad de Valdano, Santillana y Maceda para alcanzar los balones altos. El Borussia salió encogido y nunca fue capaz de afrontar seriamente el partido. Se encajó en su área y esperó que pasaran los minutos. Le faltó uno para clasificarse. El viejo prestigio del Bernabéu resucita definitivamente tras este resultado que, como los de la temporada anterior frente al Anderlecht y el Inter, será comentado en toda Europa.El Madrid salió a jugar con muchas bajas, pero supo readaptarse a lo que tenía. Mandó a Santillana, Valdano y Maceda al área y se dedicó a echar balones altos allí. El coraje de los demás y el presumible desconcierto del Borussia, en el que cabía confiar, podrían poner el resto. Y así fue.

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En el minuto 18 el Madrid iba muy por delante del horario previsto. Dos centros de Juanito habían sido cabeceados por Valdano. Estaba claro que el Borussia no tenía tanta gente alta en la defensa como para resolver el problema de los tres cabeceadores madridistas, y la fórmula iba camino de dar resultados todavía mejores de lo esperado. No importaba que Butragueño siguiera algo confuso, alternando algunas acciones eficaces con otras carentes de sentido, in¡ que Salguero mostrara una alarmante, inseguridad defensiva. El Madrid movía bien el balón atrás con Gallego, que esocogía siempre la opción adecuada; y Juanito y Camacho subían por la banda izquierda lo bastante como para situarse en posiciones de centrar. Con eso había suficiente.

El Borussia dio una imagen demasiado pobre, que hace pensar hasta, qué punto está creciendo el prestigio del estadio Bernabéu, que llega a encoger el ánimo de los contrarios hasta los extremos de lo ocurrido anoche con los alemanes. Allí nadie quería la pelota, si no era para mandarla de un voleón a la grada. Sólo Lienen, conocido por los jugadores madridistas como el cardehal Richelieu, por su curiosa perilla, y Criens intentaban de cuando en cuando alguna salida por la banda izquierda, intentando explotar la baja forma de San José o los nervios de Salguero, pero el Madrid los frenaba con falta o sin ella.

Si en el descanso no habían caído más de dos goles fue porque el Madrid incurrió bastantes minutos en la absurda tentación de jugar bien la pelota, de organizar un fútbol bien ligado en la línea media, y se olvidó de la ventajista e inelegante, pero muy útil, fórmula de enviar el balón arriba lo antes posible. Hubo, en la segunda mitad del primer tiempo, fases desalentadoras, en las que dio la sensación de que la victoria se iba a escapar. Pero en la segunda, el equipo insistió hasta el infinito en la búsqueda de las cabezas de los tres hombres altos de la delantera. Gallego, desde su propio campo, optaba casi siempre por enviar desde 40 o 50 metros a la cabeza de Valdano, que actuaba como un repetidor, recogía la señal, y la desviaba hacia alguno de sus compañeros de ataque. El Borussia, que se había asentado algo con la reflexión que siempre proporciona el descanso, jugó algo más seguro atrás en esta segunda parte, y gracias a eso retrasó los goles.

Pero en el minuto 73, en una de las pocas acciones de buen fútbol que hizo el Madrid, Gallego, Michel y Santillana construyeron el tercer gol, y el Borussia volvió a empaquetarse en su área, dispuesto a olvidarse de cualquier cosa que no fuera apretar los dientes y los puños, echar los balones a la grada y esperar el minuto 90. El Madrid también apretó los puños y los dientes, pero en vez de echar, balones a la grada los echaba al punto de penalti. Fueron pasando así ocasiones en las que la avalancha fracasaba en el último momento por falta de suerte o por lo atropellado de los remates.

Pero el Madrid era ya a esas alturas un camión sin frenos y el Borussia estaba llamado a caer. Santillana, un hombre que está llevando con actitud elegante su suplencia, tuvo la inmensa alegría de cazar el gol decisivo en el último minuto, cuando ni siquiera había tiempo para temer que el Borussia pudiera replicar.

El estadio, como era de esperar, se vino abajo. La siempre reconocida capacidad del Madrid para superarse en las competiciones europeas ha llegado en las dos últimos temporadas más lejos que nunca. Y ahora, además, ha acabado con el fantasma que le perseguía: el mito del fútbol alemán.

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