Tribuna:

Lennon

Les diré que hace bastante tiempo fui una niña, fenómeno por otra parte absolutamente natural que suele acontecer a los mortales.El caso es que yo tenía unos 14 años. Había estrenado unos zapatos de medio tacón, evidentemente los primeros, y un vestido floreado con el talle trepado a las axilas, de los que Sylvie Vartan puso de moda. Lo recuerdo bien porque fueron mis primeros arreos de mujer y porque con ellos asistí al concierto madrileño de los Beatles.

De modo que así aderezada me fui a la plaza de las Ventas con la compañía y custodia de mi hermano mayor, que era un mocito. Qué noc...

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Les diré que hace bastante tiempo fui una niña, fenómeno por otra parte absolutamente natural que suele acontecer a los mortales.El caso es que yo tenía unos 14 años. Había estrenado unos zapatos de medio tacón, evidentemente los primeros, y un vestido floreado con el talle trepado a las axilas, de los que Sylvie Vartan puso de moda. Lo recuerdo bien porque fueron mis primeros arreos de mujer y porque con ellos asistí al concierto madrileño de los Beatles.

De modo que así aderezada me fui a la plaza de las Ventas con la compañía y custodia de mi hermano mayor, que era un mocito. Qué noche la de aquel día, transgresora. Qué embriaguez de estreno de otra vida. Era la primera vez que me aventuraba en el turbio mundo nocturno sin mis padres.

La plaza estaba medio vacía. Acodada en el quinto infierno, en la localidad más barata y más lejana, les veía como pulgas allá abajo. No fue un buen concierto, o al menos el calor de su actuación no llegó hasta las gradas. Entré en las Ventas como una fan, como una niña, y aprendí una enseñanza de mujer: que el deseo idealizado y excesivo nunca se colma. En fin, aquello se acabó y nos marchamos todos, muy tranquilos. Entrábamos a centenares en el metro, dóciles adolescentes rumbo a casa, cuando de pronto, sin mediar provocación ni aviso, un destacamento de grises apostado en los subterráneos se lanzó sobre nosotros porra en mano. Grises de dimensiones colosales que baldaron los riñones de mi hermano y que pasaron a mi lado sin tan siquiera verme, tan chica era yo, tan aterrada. Duró todo lo que dura un suspiro, y al cabo me descubrí en mitad del pasadizo, absolutamente sola, rodeada por zapatos perdidos en el fragor de la batalla y por un silencio repentino que olía a miedo.

Éste es el cuento de una niña de derechas que acudió a las Ventas enamorada de los Beatles y que se encontró por vez primera con la realidad de su país, con la arbitrariedad y la violencia. Los Beatles hoy son historia; pero, además, son mi historia, mi pasado, un pedazo aún latente de mi vida enterrado al otro lado de los tiempos.

Mañana hace ya cinco años que asesinaron a John Lennon.

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