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La glorieta de Bilbao

Por las mañanas la glorieta de Bilbao es punto de cita de avariciosos ancianos que se dirigen como zombies al reclamo de las frutas multicolores y de las alegres campanitas de la suerte. Matronas respetables con el bolso bien aferrado bajo el brazo y' octogenarios con boina crispan sus manos como garras sobre el manubrio dispensador de sueños en metálico.Los casinos han ocupado el lugar de los cafés; primero cayó la Campana, refugio de noctámbulos, y más tarde La Española, que ofrecía con sus cañas cigalas en miniatura. El Yucatán sobrevive cercado por dos de estos establecimientos. El una cafetería moderna al estilo de los años cincuenta, con larga barra y salón de meriendas, un local de múltiples usos que ofrece desayunos, aperitivos, platos combinados, sandwiches, bocadillos o tortitas con nata a una clientela fiel y variopinta. La soleada terraza del Yucatán es uno de los primeros indicadores de la primavera madrileña. De un día para otro aparecen las sillas en la calle y el sol se instala a su gusto sobre esta acera que los bañistas habituales denominan Costa del Yucatán, en la que se broncean jóvenes pálidas de aire intelectual y artistas ojerosos e insomnes con la barra de pan y el periódico sobre la mesa.

En la acera opuesta, al otro lado de la bahía, está el Comercial, famoso por la intuición y presteza de sus camareros, que suelen contemplar durante largos minutos al futuro cliente para acercarse solícitos exactamente en el momento en que éste hace ademán de levantarse de la mesa para ir a buscar su consumición en otra parte. Hay excepciones, pero escasas, pues es sabido que es ley de este vetusto establecimiento ignorar el vértigo de la vida ciudadana y convertir su respetable salón en un interregno fuera del tiempo y del espacio.

Clientela por estratos

En el Comercial es frecuente que uno se encuentre con su propia historia reflejada en los espejos, una novia de los 15 años, un acreedor al que se ha evitado con éxito el último lustro o un amigo al que se le perdió la pista hace tiempo.

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Tertulia, club, ágora de conspiradores, local de ensayo para grupos de teatro, oficina de empleo, mentidero, academia o refugio, aula o asamblea, el café permanece ocupado de la mañana a la noche y en él se van sucediendo los diferentes estratos de la clientela, gentes que subrayan febriles las ofertas de empleo del periódico, estudiantes que cubren las mesas de apuntes y los apuntes de manchas de café con leche, provectas damas que utilizando sus ancestrales derechos se sientan al lado de un desconocido en muda reclamación de su espacio hasta que en compañía de sus congéneres logran desalojar sin violencia al usurpador, locos silenciosos que gesticulan en la penumbra del rincón, ligones a la caza de jovencitas que bostezan detrás de un libro, e incluso curas arquetípicos que, consumen su ración de picatostes.

Para la clientela más veterana, el Comercial ya no es lo que era; se suprimió el tabú que impedía a las mujeres ascender los peldaños del misterioso salón de juegos, desaparecen las botellas de agua de las mesas (se las llevaron todas, aducen los propietarios) y parte de la clientela fija que daba empaque al local y sustanciosas propinas a los camareros ha desaparecido buscando lugares más tranquilos. En muchos casos, y dada su avanzada edad, la necrópolis.

Hubo más cafés en esta plaza, ayer y hoy puerta de Madrid, antes por su ubicación en las lindes de la urbe y ahora por su condición de punto de encuentro de forasteros recién llegados, atraídos por la fama de este milagroso espacio superviviente de la tradición.

Dice Pedro de Répide, que también. subraya el aire playero de esta plaza, que la glorieta de Bilbao es, dentro de la descentralización de la ciudad, como otra Puerta del Sol, aunque en tiempos se llamara "puerta de los pozos de la nieve" por acumularse en profundas cuevas de sus proximidades el hielo del invierno que luego sería utilizado en la confección de refrescos. De aquellas alojerías y merenderos de antaño le viene su tradición a esta plaza mayor de Chamberí, frontera de las Maravillas y seguro puerto para navegantes a la deriva.

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