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Tribuna:TEMAS DE NUESTRA ÉPOCA
Tribuna
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El futuro de la izquierda

EL PAIS inició hace unos meses un debate, por medio de la publicación de diversas colaboraciones, acerca de la situación de la izquierda europea, de su futuro. Se trata, sin duda, de una iniciativa interesante, por el tema y el momento.Se ha difundido la idea del agotamiento de la izquierda, o lo que es lo mismo, la idea de que no tiene sentido apostar por la superación del capitalismo. Se ha especulado con que ese horizonte se cerró en la década de los sesenta. Y, ciertamente, la crisis económica, social y cultural iniciada con la recesión de 1973, y en la que aún nos hallamos sumidos, ha planteado no pocas dificultades nodales a la izquierda. Es evidente que en estos años la izquierda ha sufrido una pérdida de discurso, de iniciativa, de orientación ofensiva.

En el contexto de crisis que vivimos, las fuerzas conservadoras han encontrado vías para mantener y aun reforzar más sus privilegios y su dominio, e intentan trasladar su hegemonía política al plano cultural e ideológico, tratando de convertir en incuestionable la idea de que no hay alternativa al capitalismo, más aún, que no es posible planificar y determinar conscientemente el futuro. Esta idea ha hecho presa en Gobiernos de presunta inspiración de izquierda que defienden políticas liberales, "porque no es posible otra política". Podríamos convenir, como se ha dicho, que nos hallamos ante una ofensiva de restauración ideológica conservadora, cuya expresión más aguda se halla en el eco de los mensajes reaccionarios de Reagan o Juan Pablo II. La crisis ha estimulado tendencias a la disgregación, al corporativismo, al individualismo. Ha potenciado fenómenos de resignación, impotencia, de intimismo. Todo ello es un excelente medio para el surgimiento de ese nuevo conservadurismo.

Al tiempo, la izquierda se ha encontrado con que las referencias clásicas fundamentales en décadas anteriores han dejado de serlo, al menos en buena parte. El tipo de sociedad y Estado que se ha configurado en un importante número de países a partir de procesos revolucionarios se ha revelado carente de algunos de los elementos sustanciales del socialismo. La limitación de las libertades, la falta de participación popular y el burocratismo no sólo han condicionado su naturaleza socialista desde el punto de vista de la democracia, sino también en el plano económico-social. Lo cierto es que ese modelo de sociedad y de Estado encuentra escasísimo atractivo entre los trabajadores y especialmente entre los jóvenes, incluso entre aquellos que más sufren la marginación y el desempleo.

La crisis de la socialdemocracia

.De otra parte, la socialdemocracia se encuentra en un callejón sin salida. Su esquema de distribución de las rentas y la prestación de servicios sociales por el estado de bienestar, siempre compatible con un capitalismo inteligente al que no se pone en cuestión, resulta imposible en el contexto actual de crisis. La incompatibilidad se resuelve entonces en contra de las reformas y en favor del sistema, acabando por asumir los neoliberalismos más ortodoxos, como ocurre con los propios partidos gobernantes del socialismo mediterráneo, que se presentaban no hace tanto hipercríticos con la socialdemocracia nórdica y portadores de un nuevo socialismo de izquierda. En ese sentido se han alzado voces de preocupación en el mismo congreso socialista europeo, celebrado recientemente en Madrid: "El pretendido éxito de la economía norteamericana no debe abrir la vía al neoliberalismo en Europa... El modelo Reagan está basado en mitos...". (Willy Claes, ex ministro belga). "Los bellos discursos sobre la independencia de Europa no se realizan a la hora de los hechos" (M. van Miert, presidente del PS Flamenco).

Cierto y, por supuesto, lamentable: la llegada al Gobierno de partidos socialistas en diversos países europeos no ha determinado ningún grado de autonomía mayor frente a las presiones de sometimiento de la política reaganiana. Una política, no lo olvidemos, que apuesta por la decadencia de Europa, por el desplazamiento hacia el Pacífico de los centros de gravedad de la economía y tecnología mundiales.

Hemos de aceptar, pues, que no faltan aromas para quien quiera afirmar que algo huele a caduco en la izquierda. Pero afirmo mi convicción de que lo señalado no son síntomas del declive de la izquierda, sino señales de su necesaria actualización para un renovado cometido transformador que está plenamente al orden del día.

Me baso en signos constatables bien esperanzadores. En primer término, las imprecisiones y desorientaciones de las alternativas políticas de la izquierda no se han visto acompañadas de la pérdida de su base social; ésta ha sufrido de disgregación o atomización, pero no ha disminuido: amplísimas corrientes de cambio, de voluntad alternativa permanecen e incluso se ensanchan. Independientemente de lo ocurrido después, es un hecho que programas políticos que anunciaban medidas transformadoras, algunas bastante radicales, han ganado elecciones en modo muy mayoritario, han concitado un amplio consenso social, en Francia, Grecia, España...

Nuevos movimientos sociales

En segundo lugar, han surgido nuevos movimientos sociales, todos ellos apuntando a transformaciones radicales del sistema, con carácter de izquierdas. La amplitud que el movimiento por la paz ha tenido en toda Europa (y no somos excepción), con una notable participación juvenil, ha venido a desmentir a quienes creían (o querían) ver en la apatía dominante en años anteriores un fenómeno irreversible. Una amplitud. que no es explicable sólo por factores de miedo a la guerra nuclear si no mediara además la percepción de que en la dinámica de los bloques militares, en el armamentismo y el belicismo está una de las claves de la crisis económica y del constreñimiento de perspectivas sociales, culturales, de futuro.

En tercer lugar, nuevas corrientes innovadoras, no por inmaduras menos progresistas, alcanzan escaños crecientes en parlamentos de: larguísima tradición bipartidista. En los partidos comunistas se van abriendo paso y afianzando las ideas de renovación, de superación de esquemas del pasado, de: búsqueda de energías en la nueva complejidad social, en los nuevos fenómenos sociales; me refiero principalmente a partidos comunistas del mundo capitalista, pero no sólo a éstos, también merecen atención procesos renovadores como los que se llevan a cabo en China y en otros países del mundo socialista. La experiencia revolucionaria nicaragüense, al defender el pluralismo político, una economía mixta..., se convierte en un factor muy positivo que influirá sobre toda la izquierda en una línea de actualización.

En los propios partidos socialistas y socialdemócratas se están desarrollando serias reflexiones que se interrogan sobre el atlantismo, sobre el futuro de Europa... que apuntan un cierto giro a la izquierda; una prueba de esto la tenemos en el citado congreso de partidos socialistas europeos, aun cuando no quepa hacerse demasiadas ilusiones sobre la inmediata oficialización de algunas de esas reflexiones.

En cuarto lugar, asistimos a profundos cambios estructurales en el papel de la cultura y la información. La extensión, por ejemplo, de los medios de comunicación de masas y de difusión cultural están universalizando los conocimientos y la información. El control privado y multinacional de los mismos plantea, sin duda, graves realidades y riesgos de manipulación y de intolerables dirigismos. Pero hemos de ver no sólo el peligro de su manipulación, sino la posibilidad de ejercer sobre éstos un control democrático, y con ello, las enormes posibilidades que se nos ofrecen para la información y culturización de masas. Se afirma ya, y considero que correctamente, que, por ejemplo, el adelantamiento de las mayorías de edad obedece a que un joven de 15 años hoy es tan maduro y capaz de percibir realidades y optar como lo era hace unas décadas uno de 20. La amplitud del movimiento por la paz es un exponente del grado de percepción de complejos problemas mundiales que sólo han podido producir los medios de comunicación de masas.

Lejos de falsos optimismos, aparecen nuevas potencialidades, cambios culturales, nuevas inquietudes de izquierda, nuevas corrientes transformadoras, masivas aspiraciones de cambio y renovación que proyectan el futuro

de una izquierda renovada. El reto de la izquierda se halla hoy en la complejidad social que originan estos nuevos fenómenos, a la que no hay respuesta desde viejos esquemas.

¿Se trata sólo de hechos dispersos o coyunturales o de algo más profundo que justifique ese optimismo o confianza en el futuro de la izquierda? Si me inclino claramente por lo segundo es porque lo que se vislumbra no son sólo rasgos superficiales de una crisis, sino exigencias sociales estructurales. Dicho en términos marxistas, porque creo que existen no sólo condiciones subjetivas, sino también objetivas.

Contra lo que las tesis neoconservadoras pretenden, lo que se desprende con nitidez del entramado de problemas que agobian a Europa y al mundo es que la lógica del beneficio y del mantenimiento de estructuras de poder privilegiante sólo pueden ofrecer desempleo, ruina ecológica, la deshumanización y la guerra. El capitalismo contemporáneo, a la vez que ha logrado imponer su iniciativa política, ha revelado descarnadamente las tendencias destructivas que comporta.

Las nuevas tecnologías

Y las viejas ideas del socialismo, matrices de la izquierda, se tornan más nuevas que nunca, cobran plena actualidad. Baste pensar en la nueva revolución científico-técnica, o sea, la introducción en los procesos productivos de la microelectrónica, la informática y los robots. Se convierte en evidente que sólo la propiedad pública de los grandes medios de producción, junto con un control democrático basado en la activa participación popular, puede convertir esa revolución tecnológica en factor de mejora de las condiciones de vida.

De hecho, las nuevas tecnologías van a producir modificaciones sociales y culturales de magnitud comparable a los efectos de la revolución industrial del siglo XIX. Se tiende a hacer innecesario el trabajo humano en la producción y en los servicios. Y no puede pensarse, por ejemplo, que la solución al creciente desempleo vaya a venir en una coyuntura económica más expansiva, ya que no es consecuencia únicamente de una circunstancial recesión. La reducción progresiva del trabajo humano necesario en la producción como consecuencia de la introducción de las nuevas tecnologías debe comportar mejora en las condiciones de vida: reducción de la jornada de trabajo, una más justa distribución de las rentas nacionales; no lo contrario: más paro y mayores desigualdades sociales hasta límites insoportables. Pues bien, lo primero, lo justo y razonable, plantea de manera incuestionable la modificación del régimen de propiedad privada y de beneficio en favor de principios de planificación y control democráticos.

Estamos, pues, ante concepciones y planteamientos caducos, pero a la vez aparecen nuevas y más vigorosas potencialidades para la izquierda, para una alternativa de transición al socialismo.

La cuestión estriba en cómo unir lo disperso, en cómo aglutinar lo que se halla atomizado, en cómo fundir lo que aparentemente es contradictorio. En cómo hacer converger todas las energías transformadoras en una alternativa global, creíble, eficaz, dinámica. Una serie de partidos socialistas europeos, desde una aparente imagen renovada, han logrado, en medio ya de la crisis, concitar un amplio consenso de una gran diversidad de fuerzas con voluntad transformadora, pero lo han hecho en la realidad desde una mera formulación electoral, cediendo a la dinámica de bloques, optando por el atlantismo en vez de optar a fondo por la autonomía de Europa. El reto consiste entonces en renovar ese consenso sobre bases transformadoras, sostenido por una vasta articulación y movilización social. Un proyecto transformador que, como demuestra la fuerza de los hechos, no es concebible en el marco de una Europa occidental mediatizada por la política de Reagan, sino en el marco de una Europa que afirme su autonomía, que se proyecte hacia el mundo con iniciativa propia, convirtiéndose en un extraordinario factor de paz y de progreso social.

Superación de viejos esquemas

La empresa se presenta compleja, cierto. Pero es la que vale la pena; es la alternativa al peligro real de holocausto. No pueden caber dudas sobre el futuro de la izquierda. La clave reside, en mi opinión, en la superación de esquematismos viejos y nuevos (que también los hay), en la superación de divisiones que los nuevos problemas y la crisis han convertido en falsas, en hacer converger los tradicionales y nuevos factores de transformación social.

Se me ocurren algunos ejemplos: en momentos de. expansión, en los que el pleno empleo parecía eternamente garantizado, latía una contradicción entre un interés productivista de la clase obrera y la conservación ecológica. Pero eso hoy no es así: la clase obrera no está interesada en cualquier clase de desarrollo productivo, sino en un tipo de desarrollo que a la vez que distribuye empleo respeta equilibrios naturales. Podría decirse que austeridad frente a consumismo es un concepto que hace la síntesis entre el marxismo y el ecologismo de izquierdas. A la vez, en la era nuclear no hay contradicción entre un pensamiento pacifista y una opción revolucionaria. No es revolución, sino exterminio, lo que puede surgir de una guerra generalizada. Y el belicismo sólo comporta inmovilismo y reacción. El progreso, la izquierda, precisan de la paz, de la distensión, de la desaparición del armamentismo.

En la superación de la lógica de bloques, y en las nuevas actitudes ante los nuevos problemas en los términos expuestos, no hay razón de fondo que deba impedir a comunistas y a socialistas de izquieda en trabajar juntos por alternativas de progreso, y para la más amplia convergencia con todo lo nuevo que emerge y que apunta en una dirección transformadora.

Es partiendo de estas reflexiones que el PCE ha propuesto una convergencia social y política de la izquierda alternativa española. Una propuesta sobre la que no es el momento de extenderme, puesto que se trata aquí de un debate general sobre el futuro de la izquierda en Europa, pero sobre la que sí quiero subrayar que forma parte del esfuerzo del PCE por la recuperación de una verdadera iniciativa de la izquierda transformadora. Contrariamente a cualquier lectura simplificadora que pretenda reducir la propuesta de convergencia del PCE a mera fórmula electoral, ésta forma parte de la firme apuesta por el futuro de la izquierda.

Gerardo Iglesias es secretario general del Partido Comunista de España.

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