La nueva toma de Bitburg
Los habitantes de la localidad alemana cuyo cementerio visita hoy Ronald Reagan, indignados por la 'manipulación' informativa del tema
Ronald Reagan visita hoy el cementerio de Bitburg, lugar donde están enterrados varios miembros de las SS alemanas. La controversia suscitada por este gesto del presidente norteamericano ha alterado por unos días la vida de esta localidad cervecera próxima a la frontera con Bélgica. La masiva presencia de periodistas ha provocado los recelos de sus 12.000 habitantes, que muestran su irritación por el tratamiento que los medios de comunicación han concedido al tema.
Hasta que Reagan y el canciller Kohl decidieron visitar su cementerio militar, Bitburg sólo era sinónimo en este país de una marca de cerveza muy popular, la Bitburg Pilsen. Las enormes naves de la fábrica cervecera se alzan dominantes sobre esta somnolienta ciudad de 12.000 habitantes, rodeada por las suaves colinas de la región de Eifel, a unos 140 kilómetros al suroeste de Bonn, muy cerca de Luxemburgo y de la frontera con Bélgica. El presidente norteamericano no recordará nunca este pueblo por su cerveza, dorada y un poco amarga, pero no olvidará jamás, sin embargo, un cuadrado de hierba, de 40 metros por 40, donde reposan 49 soldados de las SS nazis.La segunda característica notable de Bitburg es que desde hace más de 12 siglos ha sido una ciudad guarnición que ha cobijado a guerreros hunos, celtas, francos, tropas españolas de los tercios de Flandes y soldados de Napoleón. Sólo fue desmilitarizada después de la I Guerra Mundial, pero pronto, en 1936, fue ocupada por el Ejército de Hitler; hoy es una ciudad guarnición de la OTAN, que alberga a 12.000 soldados americanos, que forman parte del 36 Grupo de Caza. Francia tiene también aquí a 1.000 hombres de un regimiento de transportes.
Los normalmente afables campesinos y comerciantes alemanes que pueblan Bitburg -la localidad es un centro de servicios para toda la comarca- no ocultan su profunda irritación ante la llegada incesante de periodistas. "Han manipulado la historia y en algunos casos han profanado las tumbas", denuncian unánimemente. Los reporteros norteamericanos son el blanco preferido de la ira popular. Se cuenta en Bitburg que han llegado a quitar las flores que estaban sobre las lápidas de soldados de la Wehrmacht (el Ejército regular del Tercer Reich) para colocarlas sobre las tumbas de los SS. Los fotógrafos de Newsweek pidieron unas banderas alemanas en el Ayuntamiento y trucaron con ellas unas fotos que sirvieron para la portada.
Suspicacias
En el Ayuntamiento han tenido que negar los datos de los soldados enterrados para evitar que los periodistas de EE UU inicien una macabra investigación histórica, molestando a los familiares que puedan quedar, para saber qué hicieron los SS enterrados aquí. Sólo después (le saber que el periodista es español alguien accede a explicar con desgana el camino del cementerio.Sobre las dos pequeñas lápidas de piedra aparecen dos claveles rojos. Son dos, muchachos de 17 y 18 años, vecinos del pueblo, reclutados forzosos a última hora para servir en las tropas de combate de las SS, que murieron en el trágico diciembre de 1944. En aquellos días, Bitburg sirvió de centro de suministros y de acantonamiento paria que Hitler lanzara su última ofensiva, la de las Ardenas. Ochenta mil soldados alemanes, de ellos 7.000 SS, murieron en esta batalla.
En Bitburg y sus alrededores se libraron combates muy cruentos. El Ejército norteamericano sólo encontró a su llegada un pueblo destrozado y 64 ciudadanos vivos, escondidos en una fábrica de cerveza. El cementerio, presidido por una torre de 35 metros, consiste en una pequeña pradera, donde, en un perfecto orden militar, están alineadas 2.000 lápidas, entre las que se encuentran las de los SS, de los que sólo nueve tenían más de 30 años cuando murieron. El viernes, un jardinero limpiaba de hojas la pradera, rodeada por una cuerda con letreros recientes que advertían que está prohibido andar entre las tumbas. Dos coronas, una de una asociación de combatientes y otra del alcalde, estaban colocadas frente a la torre.
Una corona con la inscripción "Murieron como héroes", colocada por una organización neonazi, fue retirada hace unos días y el fiscal de la cercana Treveris ha abierto una investigación. Un policía y un coche patrulla eran la única protección del cementerio más famoso del mundo, que será tomado hoy por las fuerzas de seguridad e inmortalizado por las televisiones de todo el mundo. Viendo este modesto medio campo de fútbol, sobre el que el viernes no ondeaba ninguna bandera, parece imposible que los fantasmas que alberga hayan podido provocar la mayor crisis de la presidencia de Reagan, que se ha enfrentado al Congreso, a la poderosa comunidad judía y a los veteranos para acudir a esta perdida aldea alemana.
En el Ayuntamiento de Bitburg, cuyas calles fueron empedradas en el siglo XVI, cuando Carlos I gobernaba estas tierras en nombre del imperio español, funciona un buen montaje de relaciones públicas, que más bien parece obra de los americanos. Los periodistas son recibidos por un ffincionario de la Cancillería federal, trasladado desde Bonn. Para evitar que el alcalde democristiano, Theo Haller, diga cosas que puedan dañar al Gobierno, el burgomaestre se ha hecho muy popular y ha mostrado su indignación por lo ocurrido ante todas las televisiones norteamericanas. Incluso llegó a amenazar que si seguía deningrándose a Bitburg comunicaría a Reagan y a Kohl que no vinieran a su pueblo.
Flores desde EE UU
El funcionario Hartmann, que habla un perfecto español, es bastante más diplomático y explica que la población de Bitburg convive desde hace muchos años sin problemas con la guarnición norteamericana, explica que la Prensa de EE UU ha distorsionado y manipulado la realidad y afirma que los enterrados en el cementerio "no pueden ser tratados como criminales, como ha hecho un senador norteamericano". Hartmann explica que se han recibido cheques desde EE UU para que se pongan flores en las tumbas y asegura que si Reagan hubiera renunciado a la visita "hubiera supuesto una bofetada para la RFA".A la salida de la entrevista, el alcalde saluda al periodista y parece gozar de la publicidad gratuita que le ha producido esta polémica. Una botella de cerveza, con una copa de cristal con el nombre de Bitburg, más un informe con los datos de la polémica, son entregados al informador y cierran la visita a la ciudad de la que nunca se olvidará Ronald Reagan.
En el exterior del ayuntamiento el movimiento por la paz llama a manifestarse hoy contra la política nuclear de Reagan, mientras que en el periódico local 80 ciudadanos saludan en un anuncio la visita.
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