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'Cabo de la clac', un oficio para el recuerdo

"No queda ningún vestigio de la clac barcelonesa, verdadera institución que actuó en todos los teatros de la ciudad y que desapareció, obsoleta, hace 12 o 13 años", manifestó a este diario Félix Bohigas, gerente del teatro Romea. Según Bohigas, "la clac estaba en manos de un personaje denominado el cabo de la clac, que gozaba de posición estable y reconocida en la empresa. Asistía a los ensayos generales, en los que recibía instrucciones precisas por parte de la dirección del teatro. Normalmente se le marcaban los finales de acto y la reaparición de las figuras de la obra para que ejerciera su función de aplaudidor. Los propios actores, por su parte, también convenían momentos de intervención de la clac, servicio por el cual pagaban personalmente. La empresa proporcionaba como pago al director de la clac 10 localidades (en el caso del Romea siempre las mismas, en la barandilla del segundo piso del teatro), y él las vendía a un precio mucho más bajo que el de taquilla, generalmente a un 15% de su valor, a gente interesada en asistir a las funciones, estudiantes o gente mayor sin ingresos". De esta venta (10 entradas para cada una de las dos funciones diarias durante todo el tiempo que permanecía en cartel la obra) y de la satisfacción de los egos de los intérpretes el cabo obtenía pingiles beneficios.Un porcentaje de sus ingresos, sin embargo, debía entregarlo al señor Peret, verdadero factótum de las clacs barcelonesas, organizadas como una pequeña e inofensiva mafia que impedía cualquier intrusismo.

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La supervivencia de la clac

El cabo, continúa relatando Bohigas, "tenía que asistir a todas las funciones; los otros, el grueso de la clac (10 o 15 personas), variaban. Todos estaban pendientes del comportamiento del cabo y le seguían".

En el teatro del Liceo las cosas eran algo distintas. El gerente del Romea explica que cada miembro de la clac "tenía un carné personal e intransferible, de manera que el control sobre el grupo era absoluto. Existían incluso suplentes oficiales. Esta situación duró hasta la época de Pamies; luego, con el consorcio, la clac desapareció, al igual que en todos los teatros, comerciales o públicos, de Barcelona, aunque bastante más tarde".

El actor Manuel Dueso, actualmente en la compañía La Favorita, formó parte de diversas clacs en múltiples ocasiones hace unos 15 años. "Estuve en las del Calderón, Talía (hoy Martínez Soria) y Español (Studio 54), entre otras. El sistema era siempre el mismo: ibas a la taquilla y preguntabas por el señor de la clac; él te proporcionaba una entrada de clac, que valía 10 pesetas unas veces, otras más, dependiendo del montaje en escena. El acomodador te instalaba según la cantidad de público que hubiera; podía ser en platea o en el gallinero. Tenías que fijarte en el jefe y seguir la pauta que él marcaba. se, el jefe, era un auténtico profesional del aplauso; pertenecía a la empresa del teatro igual que el maquinista o el regidor. Era todo un oficio".

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