Editorial:

Vienen los japoneses

MIENTRAS LAS aventuras del serial televisivo Shogun mantienen atentos a la pantalla a millones de españoles, un Japón diferente y nuevo, menos exótico, pero más interesante, llega también a España. Puede decirse que muy poco tiempo han tardado el Gobierno y los directivos de las principales empresas japonesas en reaccionar a la sugerencia del ministro español de Industria invitándoles a incrementar sus inversiones aquí antes de que se produzca el ingreso de nuestro país en la Comunidad Económica Europea. El pasado mes de junio, coincidiendo con la visita del ministro nipón de Asuntos Ex...

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MIENTRAS LAS aventuras del serial televisivo Shogun mantienen atentos a la pantalla a millones de españoles, un Japón diferente y nuevo, menos exótico, pero más interesante, llega también a España. Puede decirse que muy poco tiempo han tardado el Gobierno y los directivos de las principales empresas japonesas en reaccionar a la sugerencia del ministro español de Industria invitándoles a incrementar sus inversiones aquí antes de que se produzca el ingreso de nuestro país en la Comunidad Económica Europea. El pasado mes de junio, coincidiendo con la visita del ministro nipón de Asuntos Exteriores, Solchaga les exhortó a que, en el supuesto de que quisiesen aumentar su ya importante presencia en España, se dieran prisa y realizasen sus ofertas antes de noviembre de 1985, fecha tope previa a la previsible entrada en el Mercado Común en enero de 1986.Tan sólo cinco meses escasos después de aquella recomendación-advertencia, una delegación de 35 miembros, ocho de los cuales pertenecen a la Administración -lo habitual es que sean sólo dos o tres personas del sector oficial las que acudan a este tipo de visitas-, se han desplazado a España para analizar las posibilidades de incrementar sus inversiones. Una diligencia que contrasta con la indefinición por parte de las autoridades españolas en cuanto a la posibilidad de aumentar su presencia en el mercado japonés (la balanza entre los dos países es claramente negativa hacia España). Espa¡la, por ejemplo, aún no ha confirmado si estará presente en la importante exposición de ciencia y tecnología que se inagurará en Japón en marzo del próximo año y que, a lo largo de seis meses, puede tener un número de visitantes estimado en más de 20 millones de personas. Los propios japoneses se han ofrecido incluso a correr con parte de los gastos si ello fuera preciso, con tal de conseguir que pueda haber una representación española en ese acontecimiento.

España no es para los japoneses un mercado nuevo. Hasta 1972, es decir, hasta el primer choque que produjo la escalada de los precios del petróleo, ya se habían implantado en nuestro país cinco empresas niponas, que se incrementaron con otras nueve en los años sucesivos, mientras que la última oleada, tras 1980, trajo cuatro empresas más, lo que globaliza las 18 que en estos momentos se encuentran radicadas aquí. Ello ha convertido a España en una de las principales cuñas japonesas en Europa, ya que, si se echa mano de las cifras, la inversión japonesa en nuestro país ocupa el primer lugar en capital desembolsado y número de empleados en toda Europa, y tan sólo se ve superada en cuanto a número de empresas por la República Federal de Alemania. Si a estos datos añadimos los de las 53 empresas hispanojaponesas que existen en nuestro país, la decena de bancos con sucursal u oficina de representación abierta y las más de 250 empresas niponas que han formalizado acuerdos tecnológicos con sociedades españolas en los más variados sectores, obtendremos una visión bastante nítida de la presencia japonesa en España.

A tenor de los indicios, existen motivos que permiten creer que esa presencia aún puede incrementarse. El actual Gobierno ha insistido en diversas ocasiones en que las empresas del país asiático tienen las puertas abiertas para implantarse aquí, especialmente en los sectores de tecnología punta o de electrónica de consumo. Por otra parte, existe una opinión favorable de los empresarios japoneses respecto al mercado español, con una gran capacidad de consumo todavía sin saturar y unas condiciones laborales estables. Japón piensa que España es una plataforma absolutamente idónea para sus exportaciones hacia Europa.

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El Gobierno de Felipe González no ha ocultado que el sector de alta tecnología se encuentra abierto para la entrada de compañías líderes, teniendo en cuenta que aún hay que completar los contenidos del Plan Electrónico e Informático para los próximos tres años. El Ejecutivo ya ha apostado fuertemente por la colaboración con las multinacionales más avanzadas -ahí está la reciente firma del acuerdo con AT&T para fabricar microchips, que supondrá una inversión de más de 200 millones de dólares-, y el apoyo tenológico de las empresas japonesas en la electrónica puede servir para conseguir un mayor desarrollo tecnológico de la industria española. Tal vez el único inconveniente que puede plantearse resida en que este tipo de colaboración con empresas punteras en sectores de futuro -prácticamente casi todas de Estados Unidos y de Japón- pone en entredicho los proyectos de la CEE de intentar reducir su dependencia de esos dos gigantes y desarrollar una tecnología comunitaria que permita lograr un mayor grado de autonomía en el futuro.

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