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Un juzgado de instrucción investiga el caso de 'el nani'

Un año sin dar senales de vida

El desaparecido Santiago Corella estaba en manos de la policía por un delito que no cometió

Cada lunes, inspectores de policía comparecen ante Andrés Martínez Arrieta, juez de Instrucción número 11 de Madrid. El juez les pregunta qué le ocurrió a Santiago Corella, el Nani, después de ser detenido e interrogado en la Puerta del Sol ahora hace un año. Y todos los que han declarado, 20 por el momento, han sostenido la versión oficial: se les escapó de las manos y está en paradero desconocido. Pero para su esposa y sus hermanos, el Nani, el primer desparecido de la democracia española, está muerto. Empezó, a morir el día que atropelló a un policía.

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Desde el último día de San José, Eva y Rubén guardan, amorosamente envueltos en papeles de colores, dos regalos realizados con sus propias manos en el colegio. Eva, de 11 años, confeccionó un marco de madera para fotos; Rubén, de 7, un cenicero de barro. Pero desde aquel Día del Padre han pasado ocho meses y los chavales no han tenido ocasión de entregar esos presentes a su destinatario, Santiago Corella -también llamado el Nani- y tal vez no la tengan nunca. Tal vez esos regalos permanezcan años y años envueltos en papel de regalo hasta que un día se quiebren, desaparezcan en algun traslado o alguien decida utilizarlos.Eva y Rubén se niegan a aceptar lo que su madre, Soledad Montero, les ha dicho: "Vuestro padre está muerto. No le esperéis más". La niña ofrece particular resistencia a creerlo. Cuando Soledad intenta explicárselo, Eva se tapa los oidos, mueve la cabeza energicamente, y, finalmente, rompe a llorar.

Ni Eva ni Rubén ni Soledad han visto a Santiago desde hace un año. La historia de es ta ausencia comenzó a la una de la tarde del 12 de noviembre de 1983, sábado, cuando sonó un telefonazo en el piso de Paloma Corella, una cajita de zapatos en un bloque colmena de la calle Acentejo. En ese momento dormían allí Santiago Corella, su esposa Soledad Montero y un sobrino. Hacía dos meses y medio que Corella había abandonado la prisión de Carabanchel, y, salvo esperar que un amigo abriera un pub y le diera empleo, no tenía nada que hacer.

Fue el pequeño el que cogió el teléfono. "¿Está el Nani?", escuché. "Sí, está durmiendo", respondió el chaval. La comunicación se cortó. Poco después se produjo una nueva llamada. Esta vez contestó Soledad. "¿Quién es?", preguntó. "Soy un amigo de El Nani", dijo alguien antes de colgar el teléfono. Soledad miró a la calle y vió a varios hombres merodeando en tomo al portal. Acto seguido escuchó trompazos en la puerta y, al abrirla, entraron arma en mano cinco hombres, inspectores del grupo tercero de la Brigada Regional de Policía Judicial de Madrid.

Uno de ellos, sostienen los Corella, era Victoriano Gutiérrez, jefe del grupo, con el que Santiago Corella había cruzado por primera vez su camino en la primavera de 1980, el día que asaltó en solitario un supermercado del barrio de La Concepción. La policía, alertada por un soplo, le esperaba a la salida. Corella intentó huir en su Seat 127, fue tiroteado, perdió el control del volante y arrolló a Gutiérrez. El policía resultó lesionado en una pierna, que aún guarda las cicatrices del golpe. Era el primer robo de El Nani y fue su primera detención.

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La acción policial en el pisito de Acentejo fue expeditiva. Los inspectores registraron hasta la tierra de las macetas, en busca de armas y joyas que no encontraron. Se llevaron, eso sí, un buen puñado de detenidos: Corella, su esposa y tres hermanas del primero, Paloma, Lourdes e Inmaculada, que aparecieron posteriormente. Cada captura iba seguida de un inmediato envío a las dependencias policiales de la Puerta del Sol.

El 'quirófano'

Unas tres horas después, Ángel Manzano regresó a su casa, en la calle de Mateo Inurria, donde le esperaba su esposa Concepción, que estaba embarazada, En el portal tropezó con tres hombres que le espetaron: "¿Eres tú Ángel Manzano?. Responder que sí y ser apuntado en la cabeza con una pistola fue una sola y misma cosa. Cuando preguntó el motivo de su detención y reclamó un abogado, le respondieron: "Tú, hijo de puta, no tienes derecho a nada". Los policías también se llevaron a su mujer.

Recién llegado al caserón de la Puerta del Sol, Ángel Manzano, a quién se le aplicó más tarde la ley Antiterrorista -al igual que a Corella y la esposa de éste- vió por última vez a El Nani. A Santiago, que estaba sentado y con la cabeza agachada, le sostenían como en volandas tres policías. "¿Le conoces?", inquirió un inspector. "Sí", respondió Manzano. "Le conocí cuando estuvo en la prisión de Carabanchel, yo trabajaba en el economato y nos hicimos amigos".

A Manzano, según su testimonio, le aplicaron durante la tarde y noche del 12 de noviembre el procedimiento de tortura conocido como mesa o quirófano. Dice que le pusieron un mono y un casco con visera, le tumbaron sobre una mesa, con la mitad superior del cuerpo en el vacío, y le golpearon. En la habitación había botellas de cerveza y vasos con cubalibres y se escuchaba música, el radiocasete a todo volumen. "¿Qué pasó en la calle Tribulete?", "¿Dónde está el oro?", "El Nani ya ha cantado", decían unos.tipos a los que no podía ver. Manzano sintió que en aquellos momentos podía comerse "hasta la muerte de Manolete", pero la verdad es que entonces no tenía idea de lo que había pasado en la calle Tribulete.

Lo de Tribulete ocurrió la víspera del día de Todos los Santos de 1983, hacia las siete y media de la tarde, en lajoyería de Pablo Perea. Dos hombres y una mujer atracaron el local, y uno de los varones mató de un disparo en el corazón al joyero. Un empleado fue testigo de este suceso, que provocó una sonada protesta de los comerciantes madrileños. 10 días después, en la Puerta del Sol, le fueron enseñadas al testigo cinco fotos con una advertencia: "Entre estos está el asesino". El empleado de la joyería miró los retratos y señaló el de Santiago Corella, un delincuen

Un año sin dar señales de vida

te de poca monta que nunca había participado en hechos de sangre. Según el razonamiento del grupo de Victoriano Gutiérrez, Corella era el autor del disparo y Soledad y Ángel Manzano, cómplices.Ya en la madrugada del domingo, Ángel Manzano se quedó solo. Una hora después sintió como alguien le quitaba el casco, le echaba cerveza por la cabeza, le golpeaba con suavidad las mejillas y le decía: "Venga, Manzano, que no pasa nada". El 15 de noviembre, libre, sin cargos en su contra, ingresó en el Hospital Provincial, donde le diagnosticaron múltiples lesiones en cara, tórax y abdomen, le operaron en el estómago y le aplicaron 18 puntos de sutura. Fue dado de alta a los nueve días y presentó denuncia ante el juzgado por presuntas torturas. Tiempo después, Manzano sería despedido de su trabajo en un restaurante, a raiz de que informara a la Prensa de estos hechos.

Para entonces Santiago Corella era ya un desaparecido. Nacido en Auñón (Gualajara), en 1954, tercero de siete hermanos, Corella empezó a trabajar en Madrid a los 10 años de edad como vendedor de patatas en un supermercado. Más tarde fue pulidor en un taller de joyería y soldador en una empresa de construcciones metálicas. Al cerrar esta última y ser despedido sin indemnización, Corella abrió un pub en el barrio de Canillejas con la que ya era su esposa, Soledad. Fue ese el momento más esperanzador de su existencia. Tenía un negocio propio que le liberaba de trabajar para otros y que le permitía mostrarse tal como era, simpático, hablador, temperamental. Un negocio donde podía escuchar su música favorita, los ritmos aflamencados de Lole, Los Chichos y Parrita. Esperaba sacar el suficiente dinero como para realizar su sueño de viajar con frecuencia al extranjero.

Hablaba Santiago el lenguaje de la calle madrileña, donde, más que en la escuela, formó su carácter. Alex, el marido de su hermana Paloma, recuerda que cuando Santiago le llamaba tronco le estaba elevando de la condición de cuñado a la de amigo. Santiago tenía pocos amigos pero fieles. Ellos y sus hermanas pagaron el millón de pesetas que costó sacarle bajo fianza de Carabanchel en 1983.

A Santiago le habían cerrado el pub por asuntos de papeles. Para reabrirlo necesitaba 300.000 pesetas. Asaltó un supermercado, atropelló a un policía y le capturaron. Su segunda experiencia delictiva, unos robos en León y Santander, se saldó con 22 meses en la prisión de Carabanchel, después de ser detenido en Madrid por un grupo de policías también dirigidos por Victoriano Gutiérrez. Fue ese el encierro en el que conoció a Manzano y del que había salido semanas antes del 12 de noviembre de 1983. Corella no era un tipo con la suerte de cara.

Según la policía, en la madrugada del domingo día 13 de noviembre Santiago Corella fue conducido por Víctoriano Gutiérrez y dos inspectores más a un descampado de Vicálvaro, "para localizar el domicilio de un gitano que le vendía armas". Allí escapó esposado, corrió más que sus tres custodios, "fatigados por el interrogotario" y se esfumó. Como dijo un portavoz oficial, "también los de ETA desaparecen y a nadie le parece raro".

La última vez que, según afirma, Soledad Montero escuchó a el Nani fue en la tarde del sábado, en la Puerta del Sol. De un cuarto contiguo a donde ella era interrogada salían sollozos y voces que exigían "canta, Nani, canta". Dos días y pico después, cuando Soledad partía hacia el juzgado, un policía le dijo: "Tu marido se ha escapado. Puedes darte por viuda". Poco antes, en la sede policial, Soledad había sido reconocida por el testigo como la mujer que participó en el atraco de la calle Tribulete. En la rueda de presos estaban ella, morena de pelo y piel, y las tres hermanas de Santiago, rubias y blancas.

Eran inocentes

Tras la supuesta fuga de el Nani, la policía siguió sosteniendo que él era el autor del crimen de la calle Tribulete y Soledad, su acompañante. De Manzano, ya libre, no decía nada. De hecho la policía mantuvo esta versión hasta que, en marzo de 1984, inspectores de la comisaría de la Estrella, ajenos hasta entonces al caso, detuvieron a Manuel Pulido y Luisa Pérez, les imputaron el homicidio de Pablo Perea y lograron su confesión. Santiago, Soledad, Manzano, las otras cuatro detenidas, todos eran inocentes.

Soledad Montero pasó dos meses encarcelada en la prisión de Yeserías. En todas las visitas, Eva le preguntaba: "Y mi padre, ¿cuando voy a verle?", pero Soledad no podía responderle. En Yeserías Soledad engordó, perdió pelo y llegó a la convicción de que su marido había muerto.

Ahora Soledad, una mujer menuda, castigada, fuerte, trabaja como camarera y vive en casa de su madre, con Eva y Rubén. Soledad guarda largos silencios y a menudo lleva la mirada de sus ojos oscuros, somnolientos y húmedos hasta un punto lejano, incierto, triste. Pero no se derrumba, entre otras cosas porque tiene 29 años, dos hijos, y porque los Corella, trabajadores, humildes y recios, la sostienen. Todos hablan ya de Santiago en pasado. Sólo quieren una tumba donde llevarle flores.

En los meses siguientes a la desaparición de el Nani, algunos policías difundieron en tono confidencial que, tras la supuesta fuga, el Nani marchó a Francia y allí murió "en un ajuste de cuentas". Pero Santiago en su vida había visitado ese país. Su única salida al extranjero fue a México, donde una vez creyó que podría encontrar una salida a su vida. Desde el otro lado del Atlántico llamaba a Madrid todos los días, y a la semana la nostalgia le hizo regresar. Santiago, cuentan los que le conocieron, sería incapaz de consentir que Eva y Rubén tuvieran que guardar sus regalos durante meses y meses.

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