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El endeudamiento externo pone en peligro el modelo federal de Yugoslavia

Yugoslavia es uno de los grandes productores europeos de detergente de calidad. Hasta hace poco las amas de casa soviéticas pagaban por el detergente yugoslavo bastante más que por el nacional. Ahora son los hogares yugoslavos los que tienen que contentarse con ese mal detergente soviético que, por no contener suficiente perborato de sodio, lava mal a máquina. Mientras tanto, la mayoría de las ocho grandes fábricas yugoslavas de detergente siguen semiparadas, faltas de divisas para importar las materias primas necesarias.

En Yugoslavia se vive hoy bastante peor que hace tres años. En dos años el consumo ha retrocedido más del 10%, y se ha racionado el café, el aceite, el azúcar, el detergente. Se le echa la culpa a las deudas, unos 19.000 millones de dólares para una población, de 22 millones de habitantes, con un producto nacional que no pasa de los 3.000 dólares anuales. Dado el alto grado de seguridad social, se puede vivir a duras penas con ese frecuente salario mensual de 24.000 pesetas si se tiene vivienda social, por la que se pagan alquileres simbólicos de unas 1.600 pesetas. Pero en el caso de ese 17% de parados (cifra no oficial) o de las muchas familias que no tienen vivienda social, la situación ronda lo angustioso.La crisis durará unos cuantos años, anunciaba hace poco la primera ministra, Milka Planinc. Pero la crisis tiene fuertes elementos de desajuste estructural del sistema de la autogestión. La tesis más difundida es simple: hemos comido y bebido demasiado en años de dinero barato que ahora hay que devolver con altos tipos de interés. El dólar que los asistentes al entierro de Tito cambiaron, en mayo de 1980, a 20 dinares se cotiza ahora a 96. Yugoslavia hace lo posible por racionalizar su producción, ganar en competitividad, vender más y comprar menos, desde frutas hasta armamento.

Intereses contrapuestos

A finales de la existencia de Tito, se vivió muy bien quemando futuro. El dinar, la divisa nacional, era prácticamente convertible en Grecia e Italia y muy cotizado en los países del Este. Ahora, todo yugoslavo que salga al extranjero tendrá que depositar fianzas progresivas para cada viaje a un plazo de un año sin intereses y con una inflación del 35%.En Yugoslavia, un Estado federal compuesto de otras seis repúblicas-Estados, sólo las fuerzas armadas, los asuntos exteriores, el fondo de ayuda a las zonas subdesarrolladas y, teóricamente, la defensa del mercado único son patrimonio de la federación. Pero lo del mercado único es un viejo mito. La realidad es que las repúblicas y regiones autónomas (Kosovo y Voyvodina) se habían encastillado en sus fueros económicos, privando al país de flujo de capital e inversiones. Lo que sí se da es el típico fenómeno de explotación de las zonas subdesarrolladas y sus materias primas a través del privilegio de los precios de las manufacturas procedentes de las repúblicas ricas.

Por otra parte, las empresas estaban atomizadas. La inminente reforma económica quiere eliminar las fuertes diferencias de renta y salarios procedentes de posiciones monopolistas ante el mercado o de privilegios naturales (materias primas), o mercantiles (cercanía a los centros de consumo). Toda empresa, fábrica o instituto se componía (y teóricamente sigue siendo así) de varias unidades laborales, miniempresas de personalidad jurídica, y cuenta en banco e intereses que defender, a veces, en contra de la empresa que las englobaba.

Ya se preparan los enemigos de la autogestión, los que quieren podarla de sus ramas parasitarias y hasta arrancarle sus raíces interesantes, se lamenta el diario oficialista Borba. Contra la autogestión levantan cabeza gentes de frecuentes reflejos estalinistas, en cuya ayuda ha llegado el Fondo Monetario Internacional, poco dado a estas sutilezas. Si Yugoslavia quiere más créditos (este año tendría que haber pagado unos 5.000 millones de dólares entre amortización y servicios), el Estado federal los tendrá que avalar, no las empresas, los municipios o las repúblicas federadas, como hasta ahora, algo más grave de lo que parece para el ordenamiento federal, ya que equivale a arrancarle a cada una de las repúblicas-Estados el puntal de su soberanía, la libre disposición de las divisas, y plantea la tentación del centralismo.

El 2 de julio, la primera ministra, Milka Planinc, se presentó ante la Asamblea con una carta de dimisión en la cartera. No hizo falta utilizarla, aunque hubo diputados que se negaban a doblegarse ante las órdenes del FMI respecto al cambio de las leyes bancarias. Recordaban en su apoyo la negativa de Tito a Stalin ante el ultimátum de 1948. Esta vez querían que se les dijera un rotundo no al FMI y a los acreedores internacionales como antes a Josip Visarionovich. Pero Milka Planinc explicó que, antes de resignarse a ser moroso, hay que observar la suerte que ha corrido Polonia.

"Las condiciones que nos han impuesto para obtener los nuevos créditos son onerosas, pero son las que rigen para todo el mundo", dijo Planinc. La devastada Yugoslavia de posguerra, recordó, aceptó pagar a Occidente hasta las deudas de la Monarquía para no perder su independencia.

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