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El discurso perverso

Los episcobispales sacan su papela contra Marvall por la cosa de no perder la subvención estatal a los colegios religiosos, que es/era secular y abundante, y sus sacros párrafos (el sacropárrafo que es todo el documento) se chocan en la calle con las últimas palabras de Cesare Segre en la reunión esa de semiólogos que ha habido en Madrid: "El mundo actual está dominado por el discurso perverso". En una sociedad multiinformada ocurre que la actualidad se glosa a sí misma, que unas actualidades son como el comentario de otras, de modo que lo del "discurso perverso" parecería que va, maliciosamente, por el macropárrafo. No hay tal, pero veamos lo que hay. Los grandes holdings ideológicos dominan el mundo actual y emiten sus discursos perversos a derecha/ izquierda. Reagan/Andropov hablan de paz mientras se, arman y hasta se limpian las uñas con la punta de un missil atómico. Wojtyla habla de la solidaridad a sus estibadores polacos, mientras toda una teoría de cardenales, que viene del Vaticano a Toledo, como hormigas procesionarias, se insolidariza de la democracia española, que ya no es tan confesional como Franco. Y por debajo están los discursos ni siquiera perversos, sino necios, de los listillos del repecho y las encarnaciones nocturnas. La publicidad es un discurso perverso (aunque profesionalmente muy bueno), y los best/sellers, otro. El discurso de los 66 obispos españoles (no lo firman todos, quizá porque algunos consideran que no refleja suficientemente la ira de Dios) no es perverso, naturalmente, por defender la enseñanza católica, la libertad de enseñanza, lo que sea, siquiera por defender teológicamente el. dinero de las subvenciones. Es perverso respecto de sí mismo (siempre en un sentido semiático y no peyorativo) porque todas estas cosas se contradicen entre sí. Como decía tío Óscar (Wilde) "varias razones convencen menos que una sola".Los obispos dan demasiadas razones. Lo cual no quiere decir que estén sobrados de razón. Se puede defender la evangelización a través de la escuela (si es que se puede) o el negocio que sabemos han sido siempre los colegios religiosos. Pero defender ambas cosas a la vez, o la una con la otra, es incurrir en el discurso perverso. Se puede imponer -o tratar de hacerlo- la religión católica desde la enseñanza primaria (si es que se puede), o imponer (desimponer) la libertad de enseñanza. Auspiciar ambas cosas a la vez es incurrir en contradicción de términos, por de cirlo en lenguaje teologobispal, o incurrir en discurso perverso, por decirlo con Cesare Segre. De modo que el sacropárrafo o papela no es un discurso perverso hacia afuera, hacia el mundo, como tantos que nos llegan, sino hacia adentro, ya que se pervierte a sí mismo, anulando unos argumentos con otros. (Y he dedicado el week/end a leerlo). Bueno, también estuve en el híper comprando libros, entre ellos, el viejo y lírico Cuaderno del Guadarrama, de Cela. "El precio de este libro? me pregunta la cajera. "Eso le digo yo a usted, señorita". "Es que no consta". Llamó al remoto cerebro general del híper, envió una compañera a la caja central, el precio no salía y durante media hora tuviste atrancado el mayor híper de Madrid/provincia, Camilo, con tu librillo, como una paja en una gran rueda dentada. Un hipermercado es una Babilonia/Bizancio de discursos perversos, y por eso me fascina, como a Eco/Cueto/Ventós/Pániker. La división acorazada de las cuarenta cajas quedó en seco con el cuadernillo. La Conferencia Episcopal no puede convertirse en un hipermercado de discursos perversos, tomistas o agustinianos, vaticanosegundos o tridentinos, donde nuestro catolicismo sociológico se avitualle de mercadería espiritual para el día del Señor.

El Cuaderno de Cela me lo tasaron, al fin, de palabra, como en una mercería. La Iglesia, que denuncia la deshumanización del actual gigantismo (en España acaba de hacerlo monseñor Suquía), es el primer modelo de grandioso holding ideológico: el Vaticano. El Vaticano no tiene por qué pervertir su discurso, que es el de Cristo.

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