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Juan Pons, barítono

Del coro de la catedral de Ciudadela, a la Scala de Milán

Gabriela Cañas

Un día le dijeron a Juan Pons que no cantaba mal, que podría dedicarse ala ópera. El entonces no sabía nada acerca de este arte y cuando le pidieron que cantara algo para probar, no le quedó más opción que La tabernera del puerto. Estudió durante años en Barcelona, conoció la ópera y ahora, ya consagrado, confiesa que no la dejaría por nada. "La ópera es mi pasión". El barítono menorquín interpreta estos días en Madrid La Traviata, de Verdi, "una de las obras que amo".

Juan Pons, que se considera optimista y apasionado, como los personajes que interpreta en los escenarios, tiene incluso el aspecto propio de un cantante de ópera -alto, grandote, voz grave-. Y, sin embargo, ésta ha sido una carrera elegida tardiamente, casi de casualidad. Cuando tenía ya 23 años no sabía nada, absolutamente nada acerca de la ópera. Nunca había visto una sola obra ni se ha bía interesado por tal arte. Nacido en Menorca en el seno de una familia humilde, dejó de estudiar a los trece años para entrar a trabajar en una fábrica de zapatos de Ciudadela. En sus horas libres, eso sí, cantaba en el coro de la catedral de su pueblo, del que también formaba parte su propio padre. Debió sospechar que cantaba bien cuando se convirtió en el solista del coro, porque antes ni siquiera el el colegio había destacado: "Allí no cantábamos más que aves marías en el mes de mayo... "Después de hacer el servicio militar cantaba zarzuelas con los amigos. En casa, mi padre tenía muchos discos de zarzuelas. Éramos muy aficionados".Después, cuando en una actuación del coro en Barcelona alguien le dijo que se dedicara a la ópera, dejó la fábrica de zapatos y Menorca, consiguió una beca de la Fundación March y empezó a aprender a cantar en el Liceo. "Con lo poco que ganaba como meritorio y lo que obtenía mi mujer cantando en el coro pudimos salir adelante".

Por aquel entonces, Juan Pons era bajo hasta que un día Montserrat Caballé le aseguró que no, que él tenía que ser barítono. "Me hundió. Después de cinco años de estudio resultaba que tenía que volver a empezar, que aquel tiempo no me había servido de nada. Yo creo que es que me lo dijo en un mal día, porque recuerdo que mi mujer estaba enferma y teníamos problemas. Pero ahora, con el tiempo, pienso que bendita la hora en que me lo dijo".

Todavía recuerda con horror su debú. "Fue en 1971, en Gioconda. Yo sólo tenía que cantar una pequeña frase, pero estaba helado, tembloroso. Antes de salir al escenario no paraba de tomar Juanolas. Tenía la boca seca y era sólo una frase. Lo pasas fatal". Pero a partir de entonces, la carrera de Juan Pons ha sido una ascensión fulgurante. Llegó su auténtico debú como barítono, en Barcelona, con La Traviata, y el Metropolitan, y su gran éxito protagonizando Falstaffen París, y llegó la meta de todo cantante de ópera: la Scala de Milán. La próxima será la cuarta temporada que Pons hace en la Meca de la ópera.

En especial, los dos últimos años de trabajo le han valido al barítono menorquín su total consagración a nivel mundial. Y, ahora, haciendo recuento de su vida profesional, prefiere hablar de los momentos más felices, como la emoción sentida en noviembre pasado cuando actuó en Viena junto a José Carreras y Montserrat Caballé. No está dispuesto a hablar de los disgustos que le ha costado el triunfo. "Esas cosas es mejor olvidarlas'. Sólo echa de menos un poco más de tiempo libre para estar con su mujer y sus cuatro hijos, a los que procura llevar con él siempre que puede. "Y cuando tengo cuatro o cinco días libres los paso con ellos en casa, en Menorca, disfrutando de un poco de tranquilidad".

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Sobre la firma

Gabriela Cañas
Llegó a EL PAIS en 1981 y ha sido jefa de Madrid y Sociedad y corresponsal en Bruselas y París. Ha presidido la Agencia EFE entre 2020 y 2023. El periodismo y la igualdad son sus prioridades.

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