Ópera de Pekín

Habitualmente no se publican versos en las páginas de EL PAIS. Sin embargo, la actualidad del tema -la opera de Pekín, que estos días actúa en Madrid después de haberlo hecho en Barcelona-, así como la personalidad de su autor, Rafael Alberti, hoy lo justifican. Alberti, que recibió ayer en Francia el homenaje de la universidad de Toulouse y el próximo miércoles será honrado en París, lo ha extraído del libro El poeta en la calle. El texto guarda íntima relación con todos los simbolos que Alberti ha creado, aunque el tema se halle lejano.

¡Oh si hubiera relámpagos de flores, si los jard...

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Habitualmente no se publican versos en las páginas de EL PAIS. Sin embargo, la actualidad del tema -la opera de Pekín, que estos días actúa en Madrid después de haberlo hecho en Barcelona-, así como la personalidad de su autor, Rafael Alberti, hoy lo justifican. Alberti, que recibió ayer en Francia el homenaje de la universidad de Toulouse y el próximo miércoles será honrado en París, lo ha extraído del libro El poeta en la calle. El texto guarda íntima relación con todos los simbolos que Alberti ha creado, aunque el tema se halle lejano.

¡Oh si hubiera relámpagos de flores, si los jardines ascendieran

en raudas cabelleras de colores,

si el cielo azul de primavera,

si la luna, si todas las estrellas

resbalaran de súbito vertidos en pájaros plumados de centellas!

¡Oh si el fuego bailara

engastado en un vértigo de espadas!

¡Si las chispas, los brillos,

los radiantes rocíos,

el correr de los ríos amarillos,

las brisas verdes y las auras rosas,

los céfiros morados y graciosos subieran y bajaran

rotos en surtidores luminosos!

¡Oh si los números ardientes,

si las caligrafías más aladas,

las más veloces geometrías,

los tigres, las banderas, los dragones,

las danzas silbadoras

fueran exhalaciones,

cometas y batallas giradoras!

¡Oh si el sol recainado de los mares,

si las conchas, las perlas,

los caracoles, algas y corales, los rutilantes peces serpentinos,

si las ondas en guerra

asaltaran la tierra

como ciegos venablos submarinos!

¡Oh si el silencio de la nieve,

si el deslizarse mudo

del amor, si el callado

y frágil pensamiento,

si la sabiduría se tornaran marfil en movimiento,

caballeresca cortesía!

¡Oh si la voz del aire

suspirara con plumas,

si las flautas vertieran

enamorados pájaros de espumas,

si los sonidos fueran

la ilusión del sonido

y las muchachas eco de un silbido!

¡Oh si los corazones populares

se encintaran de paz y de alegría,

si todo fuera luz, todo cantares,

si todo gracia y armonía, si todo primavera embriagadora,

todo merecería

el mismo nombre que a este canto honora!

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