Herrero de Miñón
El señor Herrero de Miñón no es más que un síntoma, el hombre/síntoma (tampoco tiene corporalidad para mucho más, y ya es bastante) de una manera de ser político a la española. La cosa es anterior a él, pero se corporaliza crispadamente en él, de modo que podríamos llamarlo miñonismo. Aquí ha habido una estafa grandiosa -la más grandiosa de la Historia- al Estado, al pueblo español, al Banco de España. Y el miñonismo, en lugar de combatir o explicar esa estafa, se pierdelencuentra en la entomología jurídica y el estudio halístico del proyectil utilizado por el Gobierno para dar el alto disparando al aire. Nunca hemos visto al miñonismo tan preocupado por el calibre de las balas cuando mueren niños o andaluces hambrientos. El miñonismo, claro, es una estrategia de distracción. Ya que el fondo es incuestionable, vamos a cuestionar la forma. Se gana tiempo y los sumilleres. siguen trayendo vasos de agua, que está fresquita. Se crea confusión en los telespectadores y es cuando algunos taxistas me dicen que vaya usted a saber quién tiene la razón. Yo creo que Don Zoilo. España siempre se ha movido entre el miñonismo/minutismo y el tremendismo (ahora le dan a Cela, y me alegro, el Oso de Berlín por La Colmena). Me lo decía un joven y prestigioso abogado, en el María Guerrero, anoche, viendo un paupérrimo engendro de Carlos Trías:-No entro en el fondo Rumasa. Como abogado, me apasiona la forma.
Pues hay que entrar, tío, hay que entrar, porque el fondo son miles de empleados rascándose el forro del pantalón y miles de millones de libretillas de ahorro abarquilladas que han podido quedarse muertas en la alacena, con el saldolcalcetín congelado. El miñonismo, como digo, muy anterior al ilustre jurista señor Herrero de Miñón, pero término que nos sirve ahora para entendemos, y a mayor gloria del político "liberalconservador" -así se definió a sí mismo, en las Cortes- anda también por los jurados literarios, de los que dijo González-Ruano en los felices cuarenta:
-Ahora que no hay juridicidad en España, resulta que la justicia se hace desde los jurados literarios.
Se me reprocha haber publicitado el nombre de un concursante a una cosa, lo cual lamento. Se me envía carta particular, personal, privada, delicada, exquisita, explicándome la situación y mi situación. Agradezco tan mesurada explicación privadísima, pero al día siguiente sale publicada en un matutino. Se acabó la UCD, pero no se han acabado las famosas filtraciones de UCD. Como consecuencia de la publicación insólita de una carta privada, Salvador Jiménez, a quien vengo leyendo en verso y prosa desde los lluviosos cincuenta, con provecho, me hace manifiesta su retirada de ese jurado, retirada que ya había consumado antes silenciosamente, elegantamente. Los matutinos conservadores me recuerdan el buen trato literario que me han dado siempre, pero antes se lo había recordado yo a ellos, que a uno le queda la gratitud y poco más (lo que pasa a lomejor es que uno es en el fondo un escritor de derechas: aún más de derechas de lo que parece). Y del miñonismo, al tremendismo: a Máximo, el gran Máximo de este periódico y de todos los periódicos del mundo, le han enviado un anónimo de una línea: "Dibujo que hará Máximo el día que violen a su madre". Debajo, tórpido grafito que alude al niño de dos años muerto por la Guardia Civil en un control, con las pertinentes/impertinentes sustituciones de niño por madre y cañones priápicos por dúplices priapismos. Tampoco han olvidado el "madre mía" donde Máximo escribió "niño mío". España, España. No hemos dado un paso, contra lo que crea el presidente ético, González. Seguimos entre el miñonismo y el tremendismo. Entre el picapleitismo distraído y el iberismo herodiano. No encontramos el equilibrio, y hasta cometimos un día la equivocación de llamarlo "centro". El miñonismo ha dado su recital en el vacío, ignorando los casos. También el franquismo había confundido la legalidad con la letra pequeña.
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