Cartas al director

Riegan cuando llueve

Todos los días sobre las ocho de la mañana cruzo el Retiro para ir a mi trabajo. El viernes día 2, y pese a las tormentas que la tarde y noche anterior descargaron sobre Madrid y estar nublado, pude comprobar cómo ocho o diez señores estaban regando con manguera los jardines del parque. He conversado con algunos haciéndoles ver que no era necesario gastar tan preciado líquido, máxime teniendo en cuenta la sequía que padecemos. Todos contestan lo mismo: cumplimos órdenes de nuestros jefes. Aunque insisto en que la obediencia no debe ser ciega, siguen. /...

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Todos los días sobre las ocho de la mañana cruzo el Retiro para ir a mi trabajo. El viernes día 2, y pese a las tormentas que la tarde y noche anterior descargaron sobre Madrid y estar nublado, pude comprobar cómo ocho o diez señores estaban regando con manguera los jardines del parque. He conversado con algunos haciéndoles ver que no era necesario gastar tan preciado líquido, máxime teniendo en cuenta la sequía que padecemos. Todos contestan lo mismo: cumplimos órdenes de nuestros jefes. Aunque insisto en que la obediencia no debe ser ciega, siguen. /

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