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Reportaje:

Medio millar de personas se casa cada día en Moscú

Más de la mitad de las parejas que contraen matrimonio diariamente en Moscú tienen entre 18 y 24 años. Esta tendencia a casarse jóvenes obedece a que el matrimonio es una de las pocas posibilidades que una pareja tiene en la Unión Soviética para conseguir un piso propio. La escasez de viviendas, que obliga a muchos recién casados a vivir con sus padres, es precisamente uno de los problemas que más discordias provoca entre los cónyuges y es también el motivo de que la natalidad esté descendiendo.

Medio millar de personas se casa cada día en Moscú (ocho millones de habitantes). Según el designio estadístico, la mitad, tarde o temprano, terminará divorciándose, si es que ésa no es ya, al menos, su segunda boda. Este problema, junto al escaso número de nacimientos que se registra en Rusia, ha llegado incluso a crear preocupación en el Kremlin.El Ayuntamiento de Moscú posee un palacio en el que celebra su boda una parte (de veinticinco a treinta parejas diarias) de aquellos que nunca estuvieron casados. Allí -en un ambiente tan suficientemente edulcorado como lo requieren las circunstancias- pronuncian el "sí" después de escuchar que 1a vida está llena de dificultades" y que ambos tienen que respetarse".

Luego, el rito marca que los novios y sus amigos más íntimos viajen hasta las colinas de Lenin, en todo lo alto de Moscú, para hacerse allí una foto con la ciudad al fondo. Junto a la balaustrada des de la que se ve el brillo de las torres del Kremlin y del monasterio de Novodievichi, la tradición obliga a que se brinde con champán, vodka o vino y que los novios repitan el beso que ya se dieron ante la representante del poder municipal que dirigió la ceremonia, que, curiosamente, siempre es una mujer.

Un espectáculo

Los fines de semana -y, especialmente, en primavera- es todo un espectáculo acudir a las colinas de Lenin, donde el paseante puede encontrarse con más de una treintena de bodas que celebra, a la vez, el mismo rito.

En coches engalanados para la ocasión con cintas de colores, dos enormes alianzas doradas sobre el techo y una muñeca de plástico vestida de novia -en el caso de que se desee una hembra como primer hijo- o un osito de peluche -en el caso de que se prefiera un varón-, junto a la antena de la radio, los novios y sus amigos se dirigen también a dejar el ramo de flores en la tumba del soldado desconocido, cerca de las murallas del Kremlin.

Para entonces, el estado ya habrá hecho su regalo de boda a los contrayentes: cien rublos (unas 13.000 pesetas) a cada novio que se casa por vez primera, para que se compre su alianza de oro. También en ese momento, la novia habrá tomado su primera decisión después de contraer matrimonio elegirá entre conservar su apellido o tomar el del marido.

Después de ese día de brindis, flores, música y tules, empiezan aquellas dificultades de las que se habló en el discurso de la ceremonia. De cada cien parejas que contraen matrimonio en Moscú, 46 terminarán divorciándose; en Leningrado le, hará el 47%; en Odessa, el 52%; en Riga, el 56%.

Trámites de divorcio

Divorciarse en la URSS es fácil, siempre que no se tengan hijos o no medien reclamaciones económicas. Las pensiones alimenticias que los padres divorciados tienen que pagar a sus hijos son bastante altas: una cuarta parte de su salario si se tiene un solo hijo y un tercio si se tienen dos. Esto, naturalmente, si -como suele ser frecuente- el padre es "el culpable".

Las mujeres son casi siempre las que inician los trámites de divorcio, que, en su mayor parte (un 80%), son decididos en los tribunales, o bien porque se trata de matrimonios con hijos, o bien porque existe alguna reclamación económica.

La vivienda crea especiales problemas en las grandes ciudades, donde aún es frecuente que un piso sea compartido entre varias familias o, cuando menos, que los matrimonios decidan -a falta de otra solución- compartir la casa con la familia de uno de los dos cónyuges.

Estas condiciones de vida son la causa, quizá, de que los matrimonios de las grandes ciudades soviéticas suelan tener un solo hijo. El tema preocupa a las autoridades, que temen, quizá, que se cumplan las previsiones estadísticas y los rusos terminen convirtiéndose en una minoría dentro de la URSS. La cuestión ha sido incluso citada en algún discurso por el propio líder soviético, Leónidas Breznev.

Este escaso índice de natalidad no significa -contra lo que se podría suponer- que los métodos anticonceptivos se encuentren muy extendidos en la URSS. La única "píldora" fiable -según dicen sus propias usuarias- es una de fabricación húngara, que sólo de cuando en cuando aparece en las farmacias, por lo que resulta muy difícil tomarla con la regularidad aconsejable. Preservativos y aborto -en buena parte de los casos sin anestesia- se convierten en los dos únicos métodos asequibles.

La vida en pareja no es, pues, fácil. La preocupación de las autoridades por el alto número de divorcios ha llevado a crear en algunos distritos de Leningrado unos centros-piloto en los que una comisión -compuesta por un sexólogo, un neuropatólogo y un juris"el cul- ra -según declaraba a EL PAIS la responsable de uno de estos centrne- In Inerqn #-n ¡in 110/ n unra -según declaraba a EL PAIS la responsable de uno de estos centros- lo logran en un 13% o un 14% de los casos.

Estas comisiones se dedican especialmente a las parejas jóvenes, que en la URSS son muy abundantes: el 60% de las parejas que celebran en Moscú su primera boda tiene una edad comprendida entre los dieciocho y los veinticuatro años.

A ojos de los occidentales, este "furor matrimonial" entre la juventud soviética provoca cierto estupor. Pero la causa es bien sencilla: sólo el matrimonio facilita a las parejas jóvenes la posibilidad -algo remota- de acceder a un piso, cosa que no lograrían sin oficializar su relación.

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