El triunfo de los privilegiados
Les estoy viendo a todos ustedes. Veo al que tiene trabajo y al médico parado. Veo a los que tienen un único y mal pagado empleo público, hospitalario o no. También a los que tiene tres, cuatro, cinco y hasta seis puestos públicos con horarios en todo o en parte coincidentes. Son los que practican la incompatibilidad horaria, los que alquilan a otro médico, a un compañero, para que les sustituya, ya que no les es posible estar en varios sitios a la vez, aunque sí les sea posible cobrar plurales nóminas a final de mes.También veo -no podía ser menos- al médico rural de los pueblos de Castilla, de Andalucía, de Aragón, ...sin jornada y sin horario; a los que tienen la suerte de ser residentes en un hospital de la Seguridad Social, eso sí, explotados salarialmente por el Insalud, e inexorablemente abocados al paro al terminar su formación posgraduada, a los adjuntos y jefes de sección de tantos v tantos hospitales necesitados de guardias para poder vivir y descargados de ilusiones ante la progresiva y fomentada degradación de nuestros hospitales.
Veo, cómo no, al médico de los, con razón, criticados ambulatorios de la Seguridad Scial, o, si ustedes me apuran, a los médicos de los ambulatorios, unos bien remunerados y otros, la mayoría, pésimamente pagados, necesitados estos últimos de otro trabajo, público o privado, aunque les sea más fácil tenerlo a los primeros.
Veo a los médicos, jóvenes médicos, que están haciendo una especialidad, la de medicina familiar y comunitaria, que no funciona, que, es más, no puede funcionar en un sistema sanitario como el actual, pues es incompatible con él; a los graduados en paro que, año tras año, se presentan a los exámenes MIR, sin lograr una de las pocas plazas convocadas, condenados, por tanto, a no saber casi nada, aunque tengan el título en el bolsillo; a los médicos militares, a los de sanidad nacional, a los inspectores médicos del Insalud... ¡Son ustedes tantos, y tan distintos! Muchas veces me pregunto por qué les llaman a ustedes clase médica.
Explotadores y explotados
Si usted, lector, es médico, o familiar o amigo de médico, ha podido, sin duda, sentirse identificado con alguna de estas situaciones, unas penosas y deplorables (necesitadas por tanto de estudio y protección), y otras privilegiadas, necesitadas de medidas ejemplares y moralizantes.
Por supuesto que, entre ustedes, los médicos, unos tan mal retribuidos e insatisfechos en su ejercicio profesional, en tanto que otros explotan a terceros. Unas veces el explotado es el compañero, que hace de negro, y otras veces los explotados son los presupuestos del sector público (que se nutren de los impuestos que pagamos todos los españoles), mediante fórmulas como el desvío a sus consultas ,privadas de enfermos de la Seguridad Social, el desvío a los hospitales públicos en que ustedes trabajan por la mañana de los enfermos privados de sus consultas de tarde (también privadas), para beneficiarse de la tecnología de esos hospitales que pagamos entre todos, en tanto los asegurados esperan meses y meses para ser intervenidos quirúrgicamente. No puedo olvidarme de los estudiantes de nuestras facultades de Medicina, condenados al paro, a la emigración o a trabajar en algo que nada tiene que ver con lo poco que están aprendiendo en la universidad.
Yo sé que la inmensa mayoría de los médicos no está de acuerdo con su situación, unos porque quieren trabajar sin lograrlo; otros, porque, en los hospitales, quieren dedicarse a un único trabajo profesionalmente satisfactorio, a la vez que dignamente retribuido; los terceros, porque quieren huir de la frustración de los ambulatorios; los médicos rurales, por el aislamiento y la penuria de medios en que desarrollan su trabajo.
Pero, por favor, seamos sinceros todos, y no me nieguen que hay quienes sólo quieren el puesto hospitalario público para adquirir la experiencia necesaria para lanzarse al ejercicio privado, en tanto que, en los ambulatorios, hay quienes opinan que cuanto peor funcione el ambulatorio, mejor funciona mi consulta privada,
Lo cierto es que nadie le hace ascos al empleo público. Da seguridad económica, aunque a veces poca, y también la posibilidad (muchas veces la única) de ver a muchos y variados enfermos y de adquirir experiencia y prestigio profesional. Cosa distinta es que, a partir de ahí, haya quienes utilicen el puesto público como trampolín para crear y desarrollar florecientes consultas privadas y quienes preferirían poder vivir de un solo trabajo público.
Pero, por favor, no se consideren los únicos. La salud no es sólo cosa de médicos. Hay otros sanitarios: farmacéuticos, veterinarios, ATS, auxiliares, etcétera. Sin embargo, y estoy seguro que ustedes lo entienden, no son los profesionales sanitarios, médicos o no, los; más importantes protagonistas de la sanidad. Los ciudadanos españoles, enfermos o sanos, deben ser el eje del sistema sanitario. ¿Qué opinan esos muchos millones de españoles?
Permítanme que les diga que piden poco. Se dan cuenta de que los ambulatorios no funcionan, quieren buenas atenciones extrahospitalarias; quieren elegir libremente al médico, de entre los de la Seguridad Social, sin tener que pagar ni un céntimo más, que para algo cotizan todos los meses; quieren que el médico tenga tiempo para verles con detenimiento, y si es preciso (que lo es) que hagan jornada de seis horas, bien pagadas, por supuesto; quieren atención humana, que el médico no pase por el ambulatorio como una exhalación; no quieren que un día esté su médico y otro día su médico sea otra persona; quieren, por supuesto, ponerse enfermos lo menos posible; quieren educación sanitaria, atención a las embarazadas, a los niños, a los abuelos, quieren centros de salud, hospitales comarcales, etcétera.
Quieren, sin necesidad de expresarlo formalmente, una auténtica reforma sanitaria, y saben que esa reforma seguirá siendo una utopía en tanto no haya incompatibilidades, es decir, médicos con dedicación exclusiva y bien pagados. Nosotros, los socialistas, también queremos la reforma.
Por supuesto que muchos de ustedes, los médicos, también la desean. Por ello, me permito afirmar que, la mayoría de los sanitarios españoles tienen unos intereses que coinciden con el programa sanitario del PSOE, que afirma que sin incompatibilidades nunca podrá haber reforma sanitaria.
Pero, continuemos siendo sinceros, cuando en la actual etapa democrática se empezó a hablar de las incompatibilidades, unos médicos (los privilegiados) sintieron pánico; otros, los parados, empezaron a tener ilusión, en tanto que otros, los obligados a tener dos puestos públicos para poder vivir, se preguntaban si, de golpe, se les pretendía reducir a un puesto público y a dividir por dos sus ingresos.
Algunos grupos de médicos han montado una continuada e intensa campaña de presiones sobre el Gobierno, en contra de las incompatibilidades, La han montado quienes critican las incompatibilidades horarias, pero no las atajan, aunque vayan, que van, contra la deontología profesional, y no las atajan porque las practican y les va mucho dinero en ellas.
Son quienes en el reciente debate parlamentario han logrado que se pueda seguir siendo médico de la Seguridad Social en Madrid y forense en Ciudad Rodrigo, son los que han inventado la jornada reducida para darle las vueltas a la incompatibilidad horaria, los que, alegando que es inoportuno regular ahora las incompatibilidades, han logrado que los sanitarios de la Seguridad Social hayan quedado excluídos de la ley que acaba de aprobar el Parlamento, exclusión que les condena, a ustedes los médicos, al paro en unos casos o al eterno e insatisfactorio pluriempleo en otros; exclusión que va a impedir que ustedes, la mayoría, mediante un proceso transitorio de adaptación paulatina de una situación a otra, pudieran pasar a vivir de un único puesto hospitalario público o de dos extrahospitalarios de distintas entidades sanitarias públicas, que esta ha sido nuestra posición sobre las incompatibilidades de los sanitarios en el reciente debate parlamentario. La exclusión de los sanitarios de la ley de Incompatibilidades ha sido una derrota para muchos médicos, que ven perdida, una vez más, la posibilidad de un serio cambio sanitario. También ha sido una derrota para el pueblo español, que exigirá responsabilidades al Gobierno y a UCD.
Pero, y hay que reconocerlo, ha sido un triunfo para otros médicos, los que han presionado sobre el Gobierno hasta el límite de hacerle sacar de la ley las incompatibilidades de los sanitarios, porque si hubieran quedado incluidas en la ley, sus privilegios habrían saltado por los aires, hechos añicos.
Ciriaco de Vicente es secretario federal de Acción Social del PSOE y diputado a Cortes.
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