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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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España ante la OTAN / y 3

Otra gran cuestión de nuestra política exterior reconducible a la opción OTAN. es, cómo no, el problema de Gibraltar. La experiencia ha puesto de relieve que es bastante intratable y que el franquismo no logró muchos avances.Con independencia de que el sistema democrático no haya podido consignar hasta ahora sino un progreso milimétrico susceptible de mejorarse, parece claro que nunca hubiera debido optarse -como no se ha hecho- por oponer los dos objetivos de alcance nacional, es decir, conseguir un cambio sustancial en el status actual de Gibraltar y acceder a la Alianza.

No se ha condicionado, en particular, este último a la realización del primero, que no depende sólo de España, a pesar de muchas voces apasionadas que han querido vincular ambos objetivos estrechamente. De lo que se trata más bien es de explorar si la inserción en la OTAN puede favorecer o no la solución del contencioso con el Reino Unido.

Pues bien, en la Alianza Atlántica existen mecanismos para conseguir el arreglo de diferencias y problemas bilaterales entre los países miembros, por lo que resulta obvio que la diplomacia española habría de servirse de ellos en la mayor medida posible, sobre todo si España puede garantizar el mismo grado de control sobre el Estrecho que el que hoy ejerce ya la OTAN a través de un Gibraltar británico.

Esto plantea ciertas dificultades, bien conocidas de los medios militares, en lo que se refiere a la reestructuración de mando, medios y capacidades que inciden sobre la zona.

Una de las hipótesis que subyace al respecto es versímilmente que en la medida en que la incorporación española a la OTAN refuerza nuestra seguridad -aunque esto se ha discutido-, y la de la Alianza, en el ámbito estratégico español, debemos tender a asumir el control del Estrecho, incluso con la colaboración de medios aliados. Otra hipótesis probable es que ello habría de reforzar la posición negociadora ante el Reino Unido para inducir una solución definitiva del problema de Gibraltar.

Las Fuerzas Armadas

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La mayor preparación ante posibles escenarios de defensa y la favorable repercusión sobre algunas cuestiones abiertas de nuestra política exterior, de particular interés para el pueblo español, son temas no baladíes. Tampoco lo es el efecto presumible sobre las Fuerzas Armadas, elemento clave de toda política de seguridad.

Numerosos expertos, como, por ejemplo, el coronel Fernando de Salas, han puesto de relieve algunos de estos últimos: actualización de los conceptos doctrinales, de los métodos de combate, de la organización de unidades, de desarrollo logístico, etcétera. Todos son aspectos no desdeñables desde el punto de vista de unas Fuerzas Armadas como las nuestras, que no han participado en ningún conflicto moderno, y cuya función primordial estribaba, para el anterior régimen, en servir de ultima ratio al mantenimiento del sistema: una función interna.

La democracia española ha asignado en la Constitución una prioridad clara a las misiones de las Fuerzas Armadas: garantía de la soberanía e independencia de España; defensa de la integridad territorial; defensa del ordenamiento constitucional. Este orden de prioridades no es inhabitual en otros sistemas democráticos.

Pues bien, las dos primeras misiones requieren la movilización de medios y recursos adecuados, y es innegable que la capacitación técnico-profesional mejorará al estar presentes unidades españolas en organizaciones combinadas y al participar en ejercicios y maniobras con otras fuerzas extranjeras pertenecientes a un ámbito común de defensa. Pero sería absurdo ignorar que la incorporación a la OTAN plantea también inconvenientes. En mi opinión hay dos fundamentales:

En primer lugar, el proceso de modernización (en lo político, en lo económico, en lo militar) implica costes que suelen distribuirse asimétricamente. No son asumidos de forma Igual por el conjunto de la Administración, civil y militar, y por la sociedad. De ello se derivarán posiblemente tensiones, en el plazo corto y medio, también en el seno de las Fuerzas Armadas.

No parece que el general Franco tuviera mucho interés en exponer a las españolas al maléfico contacto con modelos y pautas de comportamiento propios de las fuerzas armadas de países democráticos. El relativo aislamiento de las nuestras ha generado actuaciones y actitudes que preocupan considerablemente al resto de la sociedad española. Pues bien, el ingreso en la Alianza no implica de por sí, frente a lo que suele afirmarse, un cambio con respecto a la situación anterior, que es casi a actual, sino la posibilidad de que con el tiempo se opere un cambio en profundidad, que habrá de ser apoyado con medidas directas de muy diversa índole. Abrir las puertas a la modernización sociólogica, psicológica, institucional no significa que el proceso se cumpla automáticamente. El reto está ahí, endógeno, imposible de transferir a la OTAN.

Riesgos para España

El segundo aspecto negativo que hay que subrayar con toda claridad es que si se produce un conflicto generalizado con el Pacto de Varsovia será más elevado el nivel de riesgo que suma España, dada la creación de nuevos objetivos militares en nuestro país tras la entrada en la OTAN.

Es también este un tema muy debatido. La Alianza ha actuado hasta el presente como eficaz mecanismo disuasor. Una mejora de su margen de maniobra estratégico, operativo, logístico y político en estos momentos de tendencias pacifistas unilaterales en Europa occidental debería fortalecer a la OTAN en alguna medida y, por ende, contribuir a asegurar la defensa conjunta. Los riesgos que corremos no son endógenos en este aspecto y no se disipan por el desarme o las buenas intenciones de sólo una parte.

Para el caso de un conflicto generalizado, cuya prevención es en principio el objetivo fundamental de la Alianza, habría que reflexionar sobre el riesgo marginal de España, es decir, la diferencia entire el nuevo riesgo, ligado al ingreso en la OTAN, y el que ya hemos asumido en virtud del tratado con Estados Unidos. La respuesta, me temo, habrá que buscarla entre los planificadores del Pacto de Varsovia.

Decisión histórica

La mera enunciación de este riesgo hace ver que el ingreso en la Alianza es una decisión trascendente, histórica, que no cabe tomar a la ligera. No es en modo alguno la solución de nuestros problemas de seguridad, pero sí la posibilidad de desarrollar una actuación más dinámica ante los mismos.

Sin embargo, y esto se olvida con interesada frecuencia, los parámetros que encuadran dicha posibilidad dependerán críticamente de los resultados que arroje la negociación para determinar nuestro particular status dentro de la OTAN. Si los que arrojaron los pactos con Estados Unidos en 1953, 1970 y hasta en 1976 fueron abochornantes o magros, según los casos, y no carecieron de rasgos negativos para la soberanía nacional, en una de las realizaciones internacionales más importantes del pasado régimen, es indudable que se juzgará al Gobierno español por su destreza y capacidad de negociar una forma de inserción en la Alianza que tenga en cuenta en primera línea la problemática de seguridad y de política exterior nacional. Ni la OTAN es una panacea ni cabe hacer cruzada del ingreso. Implica costes y abre posibilidades. Hoy, más que nunca, hay que pensar en cómo maximizar éstas.

Angel Viñas es catedrático de universidad y técnico comercial del Estado. Es el autor del libro Los pactos secretos de Franco con Estados Unidos.

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