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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Deuda pública y déficit

LA BANCA privada española ha diluido recientemente su nivel de reproches sobre el déficit del sector público hasta el punto de que prácticamente han desaparecido.El déficit del sector público se financia, en su mayor parte, a través de la colocación de bonos del Tesoro y certificados de depósito que realiza el Banco de España entre los intermediarios financieros. Estos activos financieros a corto plazo, además de actuar como reguladores de la masa monetaria, suponen para los bancos una inversión con la garantía del propio Estado y una operación con un coste de intermediación muy bajo. En épocas como la actual, de escasa actividad, interior y elevados riesgos por la situación de muchas empresas, los activos públicos reservados a la banca constituyen un buen aporte para apuntalar sus cuentas de resultados.

Recientemente, el Tesoro acaba de lanzar una emisión de pagarés, 30.000 millones de pesetas, cuya suscripción también se reserva a los intermediarios financieros. La pugna por abrir esta emisión al público parece inclinarse ahora en favor de los bancos, con lo que podría perderse la oportunidad de tantear el grado de competitividad del mercado y de intentar un descenso de los tipos de interés. Al resto de los ciudadanos se le ofrece, como contrapartida financiera del déficit público, la suscripción de la deuda del Estado. El volumen ha sido de 60.000 millones de pesetas, y el tipo de interés, del 12,50%, con un plazo de amortización de tres o cuatro años. A corto plazo sigue sin haber competencia posible entre los suscriptores de una y otra demandas. De ahí la excelente disposición de bancos y cajas para asegurar la colocación de la deuda del Estado actuando de intermediarios y garantes de su absorción. Pero el éxito de la emisión ha sido tan grande que el Estado ha aumentado la emisión en 10.000 millones de pesetas más, y los bancos, por su parte, han endurecido sus condiciones de intermediación. El ejemplo es meridiano: también el público acepta un activo, financiero con la garantía del Estado si obtiene un interés. competitivo; se prefieren los títulos de la deuda a los valores bursátiles, y probablemente también se preferirían a los depósitos a plazo y de ahorro si tuviese acceso a los pagarés del Tesoro, bonos o certificados de depósito, que son activos con una gran liquidez a corto plazo y unos elevados rendimientos.

El temor a que desapareciese esta discriminación y se intensifique la competencia entre los depósitos y deuda pública ha debido ser una de las razones decisivas que elevó el nivel de crítica de la banca al, déficit del sector público. Ahora, con un mercado reservado y una colocación a corto plazo líquida y segura, el déficit del sector público ha dejado de preocupar. De esta manera, y aunque por distintas razones, derecha e izquierda coinciden en el apuntalamiento de una creciente intervención del Estado en la economía. El Gobierno no puede por menos de asistir complacido a esa ceremonia. La parte oscura de la situación consiste en que la demanda de dinero precisa para financiar el déficit encarece los tipos de interés y no contribuye a suscitar un clima de inversiones productivas. Quien paga el pato es el crecimiento económico del país.

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