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El padre Arrupe, afectado por una trombosis cerebral

Juan Arias

El superior general de los jesuitas, padre Arrupe, de 74 años de edad, sufrió ayer por la mañana una trombosis cerebral, con lígera parálisis del lado derecho. En la clínica Salvator Mundo, de Roma, donde fue inmediatamente hospitalizado, los médicos han juzgado la situación «estacionaria pero seria», si bien aún no han elaborado un parte médico oficial sobre la salud del ilustre enfermo.El padre Arrupe, que lleva dieciséis años al frente de la Compañía y que ha sido apellidado el general del posconcilio, acababa de regresar por la mañana, a las 5.30 horas, de Manila. Había hecho una gira por las casas que la Compañía tiene en las islas Filipinas, probablemente para recoger las impresiones del último viaje del Papa a aquellas tierras. Apenas llegado del aeropuerto a la curia generalicia, que está a dos pasos del Vaticano, se sintió mal y fue internado en la clínica, en la que periódicamente se hacía controles médicos de su salud.

El padre Arrupe, llamado el papa negro, se hospitaliza precisamente cuando Juan Pablo II, el papa blanco, está internado en otro hospital de la capital. Un periódico de la tarde titulaba: «Los dos papas, en clínica».

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Los médicos aún no se han pronunciado sobre el estado del padre Arrupe

Viene de primera páginaLos ambientes jesuíticos de Roma mantienen el más estricto silencio respecto a la enfermedad de Pedro Arrupe. Dicen sólo que el estado de salud del enfermo es «serio», pero que está consciente y que ha hablado algunas palabras con sus más estrechos colaboradores. Se excluye que esté en peligro de muerte. En la clínica, donde se personó el corresponsal de EL PAÍS, la monjita no dejó ni entrar ni hablar con ningún médico, ni con ningún padre jesulta: «No hay nadie; vaya a la curia». En la curia, un jesuita que volvía de la clínica, al saber que era un periodista se escabulló por los pasillos: «No puedo decir nada». Consultado por teléfono el centro de Prensa de la curia Jesuítica, la respuesta fue: «Está cerrado». Diez minutos antes a otro periodista le habían respondido que el único padre autorizado para dar noticias «estaba telefoneando». A la pregunta de EL PAÍS: «¿Han recibido algún mensaje del Papa"», la respuesta fue: «No sabemos nada».

Parece ser que los médicos prefieren aún no pronunciarse. Por eso no hubo ayer parte médico oficial. Quizá hoy podrá haber más noticias.

La preocupación en la Compañía es mayor, porque precisamente en los últimos tiempos las relaciones entre Arrupe y Juan Pablo II. como se sabe, no eran idílicas. Arrupe había llegado a ofrecer su dimisión. El Papa la rechazó, pero se preparaba a nombrarle un vicario. Sin embargo, cada vez que el Papa le llamó «para tirarle de las orejas», como se decía bondadosamente entre sus amigos, Arrupe se limitaba «a arrodillarse» ante el Papa para repetir ese voto de obediencia incondicional al sucesor de Pedro que, de entre todos los religiosos, hacen sólo los jesuitas.

Sus amigos recordaban ayer que Arrupe había sufrido la trombosis precisamente unas horas después de haber celebrado el 36º aniversario de la explosión atómica de Hiroshima, de la que fue testigo aquel 6 de agosto de 1945. En aquella ocasión, Arrupe tuvo que ejercer su profesÍón de médico. En una entrevista hecha para la televisión italiana por el corresponsal de EL PAÍS había dicho: «Allí conocí la profundidad del dolor humano y la resistencia de la gente. Tuve que operar sin anestesia y cortar con tijeras de coser. Y no oí ni un lamento». Hablando de la muerte, Arrupe había respondido: «Para mí, morir es como volver a nacer».

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