La OTAN, nueva prioridad de la política exterior española
El ingreso de España en la OTAN se ha convertido en el tema prioritario de la política exterior española, en menoscabo del proceso de adhesión de España a las Comunidades Europeas, patrocinado por la totalidad de las fuerzas políticas españolas con representación parlamentaria desde el 28 de julio de 1977.En los últimos cien días, el Gobierno ha convertido la acción exterior del Estado en una política partidaria y marcada por la ideología que engloba al sector conservador de Unión de Centro Democrático. Aparte de la decisión del presidente Calvo Sotelo de realizar este giro hacia la derecha, el cambio sufrido en esta política fue apuntalado desde la Moncloa con la excusa de los efectos político-militares del intento de golpe de Estado («los militares en la OTAN estarán más tranquilos», se repite a diario) y de que la Europa comunitaria nos ha vuelto la espalda víctima de sus crisis y de sus intereses partidarios.
El primer aviso importante en este vuelco de 180 grados lo constituyó la presencia de Alexander Haig en Madrid, a tan sólo unos días de que el secretario de Estado norteamericano calificara el intento de golpe de Estado como un simple asunto interno español. Lo que es más: Haig impuso la visita y Pérez-Llorca se limitó a firmar la invitación. Luego, el presidente Calvo Sotelo anunció al primer rotativo de Nueva York su intención de acelerar el calendario OTAN y lo confirmó públicamente en Hamburgo tras su encuentro en la República Federal de Alemania con el canciller Helmut Schmidt.
El escándalo que produjo el forcejeo de Pérez-Llorca por salir en el programa que Televisión Española dedicó a la OTAN y el secretismo que enmarca este proceso -Calvo Sotelo prometió consultar a los grupos parlamentarios y no lo hizo- abundan en el interés del Gobierno por llevar a buen término esta iniciativa, que se completa con la renovación de los acuerdos con Estados Unidos, también marcados por el secretismo que tanto gusta a Calvo Sotelo. La renegociación de los acuerdos no ha sido tampoco explicada al Parlamento.
Paralelamente, la política proeuropea sufrió una dura recesión. Calvo Sotelo redujo a Secretaría de Estado su ex Ministerio de Relaciones con la CEE, y Pérez Llorca atacó a Natali durante los debates del comité parlamentario hispano-comunitario, siguiendo el ejemplo que el propio presidente impuso en Luxemburgo en su ya larga polémica con algunos de los miembros de la Comisión Europea.
Mayor distanciamiento entre España y la URSS
Otro síntoma de esta rápida navegación hacia las aguas washingtonianas lo constituye la escalada de la tensión en los últimos tres meses surgida en las relaciones hispano-soviéticas. La caza de espías del KGB -cuyas actividades aún no se han explicado-, la reducción de los permisos de residencia a los súbditos de la URSS y la acusación en campana de implicaciones de Moscú con los últimos atentados terroristas como táctica para impedir el ingreso de España en la OTAN -como llegó a insinuarlo el propio Calvo Sotelo en su mensaje televisado-, son ejemplo claro de esta tensión casi provocada y favorable a la dependencia exterior hispana de la política norteamericana.Quedan en los cien días otras notas a subrayar, como la protesta al Vaticano por la pastoral de los obispos vascos o la firma del acuerdo pesquero con Marruecos, que no ha servido, como se ha visto, para acabar con el apresamiento de buques españoles. Pero, sobre todo, está la sensación de poca actividad en el exterior, de cierto entreguismo, en menoscabo de la independencia exterior del Estado y de una cierta tendencia del ministro Pérez-Llorca a distraerse de este departamento para: asistir a otros debates gubernamentales sobre temas autonómicos, de orden público, militares, etcétera.
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