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Tribuna
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Profunda relación entre Calvo Sotelo y Felipe González

«Mis reflexiones han sido lo suficientemente precisas para decir que debo formar Gobierno con hombres de UCD». Cuarenta y ocho horas después de la asonada del teniente coronel Tejero, con el Congreso custodiado por los GEO y bajo la expectación general, el recién nominado presidente Calvo Sotelo descartaba la coalición propuesta por el PSOE. Sin embargo, días más tarde se iniciaba una relación fluida entre el Gobierno y el líder socialista que ha sustituido la de un Gobierno compartido.Las conversaciones Felipe González-Calvo Sotelo, muchas de ellas secretas, no sólo han amortiguado todas las tensiones que no nacen estrictamente de la violencia -con excepción de la escaramuza sobre la OTAN-, sino que sirven de manto a proyectos que pueden marcar profundamente el futuro. En ese clima se trata de conseguir que se celebren pronto los juicios contra los golpistas, pero ese objetivo no parece menos importante, a juzgar por lo que se conoce de las conversaciones, que evitar muchas de las tensiones derivadas de la reconducción del proceso autonómico y del pacto de una nueva ley Electoral. La prohibición de que se formen grupos parlamentarios con menos del 5% de los votos a nivel nacional es una premonición de lo que pueden ser la nuevas reglas del juego.

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Siempre que haya elecciones, claro. Felipe González lo ha explicado con una de esas frases dramáticas que prodiga en los últimos tiempos: «Lo importante ahora no es quién gane las elecciones, sino que éstas puedan celebrarse». La política de concertación significa, en realidad, apoyo de la izquierda al ejecutivo de centro-derecha, consultas frecuentes del Gobierno con el líder de la oposición y renuncia permanente de esta última a responsabilizar al Ejecutivo de cuanto sucede.

En el nivel de las decisiones, la concertación ha avanzado poco. Calvo Sotelo y Felipe González han aceptado el arbitraje del catedrático García de Enterría sobre el tema autonómico, pero en otros terrenos apenas hay resultados tangibles. Hasta ahora, el más claro es precisamente el alargamiento del plazo concedido por la oposición para que el Ejecutivo se haga con el control de la situación; pero sin un acuerdo parlamentario o de gobierno, y pese a los enormes elogios que significativos ministros hacen de Felipe González, algunos sectores socialistas empiezan a impacientarse. «Esperemos que nadie crea que somos el grupo parlamentario del Gobierno», dicen.

Por el contrario, y aunque de forma bastante medrosa, han funcionado bien las iniciativas de los partidos para movilizar al pueblo en defensa de la democracia, tanto en las manifestaciones del 27 de febrero como en los dos minutos de silencio del 8 de mayo. Este reverdecimiento de las plataformas democráticas de otros tiempos, siempre de manera informal y sin mayores compromisos, han expresado una conexión profunda entre los partidos y las inquietudes populares, pero siempre con el auxilio del único medio que aquellos tienen para comunicarse con el pueblo (faltos como están de organización y de militancia): la Prensa, la radio y la televisión.

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