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Tribuna
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El vértigo del golpismo

Gobernando bajo la tregua, Leopoldo Calvo Sotelo deja traslucir el gesto de quien nos está haciendo un favor. Si se atiende a ese ademán habría que deducir que la democracia, el país, la Alianza Atlántica, la causa occidental, tienen pendientes con él una deuda de gratitud cada día que sigue ocupando la Moncloa. Los nuevos exégetas de la situación afirman que no queda ni rastro de aquella prestidigitación atribuida a su antecesor, ahora que está descabalgado, para prorrogar de truco en truco su inquilinato. Calvo Sotelo, aseguran por el contrario que, a la menor, se hará de rogar.Su propuesta como candidato fue obra de Adolfo Suárez en aquella ejecutiva de madrugada dimisionaria frente a los críticos del partido. En el congreso de Palma de Mallorca no tuvo más aplausos ni referencias que las brindadas por quien allí tomaba la retirada. Su discurso-programa y el debate de investidura, ajenos a lo que se tramaba, confirmaron las principales características del Leopoldo style: «En la nueva temporada» pronosticaba EL PAÍS el 10 de febrero, « se van a llevar unos andares muy diferentes de los marchosos del suarismo. Todo tendrá más pausa y más pompa. Los trajes cruzados eliminarán el gesto de abrochar el botón medio de la chaqueta y decrecerá la preocupación por ajustarse el nudo de la corbata que ha caracterizado en los últimos tiempos a la clase política, hechura del anterior presidente».

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«Las notas del piano», concluía aquel artículo, «sonarán con más fuerza y en las sobremesas habrá citas de los clásicos. El juego de farol y los envites audaces del órdago, propios del mus, abandonarán la Moncloa con su actual inquilino». Luego se ha sabido que además se han dado de baja muchas líneas de teléfono y se empiezan a poblar de libros los estantes ociosos de la fontanería andante, ahora sustituida en el presupuesto.

Con gesto prócer, impasible el ademán, mientras Tejero y sus secuaces disparaban sus armas automáticas desde la base del salón de sesiones del Congreso, Adolfo Suárez quedaba rehabilitado para la historia. Junto a él, Leopoldo Calvo Sotelo contemplaba en el pasmo cómo parecía escapársele en el último minuto su acceso a la Presidencia del Gobierno.

Necesidades del guión aconsejaron al presidente, finalmente votado el miércoles 25 de febrero, la instantánea y casi íntegra confirmación del anterior Gobierno. La supresión de algunas carteras que quedan acumuladas a otros departamentos redujeron al mínimo las incorporaciones -Alberto Oliart y Luis Ortiz-, en las que sólo se averiguaron trazos de cercanía personal. La ofensiva interna en UCD contra los proyectos de ley de Divorcio y de Autonomía Universitaria no consiguió un pronunciamiento en la materia del nuevo presidente. Al final, Francisco Fernández Ordóñez dejará unido su nombre al de esa reforma del derecho de familia que nos sitúa en la modernidad, mientras la derecha democristiana se bate intransigente contra el proyecto de Luis González Seara, que pretende terminar con el trasvase del dinero público aportado a las universidades privadas.

Mantenedor de la causa europeísta en su anterior demarcación ministerial, Leopoldo Calvo Sotelo nació al atlantismo militante en el mismo instante de presentar su programa en la tribuna del Congreso de los Diputados. Ahí, y en la dureza de sus respuestas al secretario general del partido comunista, registraron los observadores las mayores novedades, juzgadas con división de opiniones. Se quiso ver en ellas el reflejo de algo que se proclamaba como axioma: el fin de la transición. Esa misma terminación buscaban Tejero y sus comparsas, por supuesto bajo otros objetivos. Su intentona demostró, por el contrario, la necesidad de prorrogar aquel proceso adaptado, eso sí, a los cambios semánticos: del consenso, se pasó a la concertación.

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Sobre el vértigo del abismo golpista, la hueste democrática se abstuvo en estos cien días de hostilizar al presidente del Gobierno. Y la Prensa le otorgó márgenes que otros no gozaron. Los partidos de la oposición aparecieron curados de impaciencias y abiertos a una permanente comprensión. Aún nadie ha levantado la veda. Incluso el avispero de Unión de Centro Democrático, en contra de su natural propensión, ha suspendido el acoso hacia el hombre de sus propias filas elevado a la jefatura del Ejecutivo.

El principal desafío

El terrorismo, la construcción de las autonomías la crisis económica eran los tres desafíos pendientes en la retirada de Suárez. El golpismo es el cuarto factor, emergido de forma espectacular el 23-F, a encarar por Leopoldo Calvo Sotelo desde su investidura. Sólo el pleno ejercicio de la autoridad frente al golpismo puede lograr el aislamiento terrorista y otro tanto cabe decir de asuntos tan graves como el de las tres muertes de Almería. Está claro que defender el honor de la Guardia Civil implica la rigurosa separación de quienes con sus acciones podrían manchar el uniforme de todos. Por el contrario, cualquier rastro de connivencia del poder con el golpismo, o con los abusos, se convierte en estímulo para propiciar la cobertura social al terror etarra.El panorama desde el puente permite a Calvo Sotelo hasta ahora una maniobra muy amplia, pero en cuestiones fundamentales no se ha salido del terreno de la chapuza. Ese es el caso del Mando Único de la Lucha Antiterrorista, que no pasa de ser una apariencia sin condiciones de eficacia real. Y además está el error de implicar unidades del Ejército en este terreno, donde el rigor sigue brillando por su ausencia.

Papel decisivo de García de Enterría

En el campo de las autonomías, con la inestimable colaboración del PSOE, sin la que el informe García de Enterría no hubiera sido posible, parece abierto un lugar para la racionalidad del proceso. Pero el Gobierno, con sus inhibiciones, ha dejado que las autoridades militares se erijan en intérpretes de la Constitución, cuando no en atentos fiscales de cuanto estiman que la irncumple. Si la tabla señala que la bandera nacional debe ondear en la fachada de la Generalidad o tener lugar preferente en el despacho de su presidente habrá que hacer observar esa prescripción. Al presidente de la Junta de jefes de Estado Mayor sólo se debe acudir si llegara el caso en que el Gobierno juzgara necesario el concurso de la fuerza para hacer prevalecer su autoridad.A la vuelta del verano, los golpistas tienen su cita con el consejo de guerra. Los ultras preparan cuidadosamente, para esa fecha, el apogeo desestabilizador con un aparato de propaganda que permanece incólume. Hay un compromiso con las urnas en Galicia para la elección del Parlamento autónomo, que debe abordarse antes del 25 de octubre. Será un primer test para los comicios generales que seguirán a los Mundiales de Saporta. Se le han visto gestos. Tendrá que demostrar coraje.

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