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Tribuna:La financiación de la vida cultural/ 5
Tribuna
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Yugoslavia, la cultura autogestionada

El Estado federal yugoslavo no tiene derecho a legislar sobre materia o presupuestos de cultura y educación en el seno de los seis miniestados federados que son las repúblicas yugoslavas. Bellas artes, museos, arqueología, cine, teatro, todas las actividades culturales se financian por mecanismos de autogestión que intentan desplazar el Estado desde 1961. «Este último sólo interviene cuando ello se hace absolutamente necesario», informaba a EL PAÍS el viceministro de Cultura de la República yugoslava de Serbia, Radomir Begenusic.

En el ámbito municipal funcionan como decisorios los SIZ, siglas yugoslavas de las Comunidades Autogestoras de Interés Social, encargadas de sentar a una mesa a consumidores de lo cultural (el público) y productores de los servicios culturales (artistas y profesionales le la cultura) en busca de compromisos presupuestarios.Las instituciones culturales yugoslavas luchan al máximo por ganarse su vida y recurrir a los SIZ autogestores en busca, de las subvenciones absolutamente nececarias. Las discusiones son muy reñidas y las subvenciones oscilan entre un 23% para los teatros y un 80% en el caso de los archivos.

Los SIZ municipales se incluyen en un SIZ supremo, de república federada, para temas culturales de envergadura, como el de la Ópera o la Filarmónica (en Yugoslavia hay ocho óperas nacionales, una por cada república y región autónoma). «El año pasado, la ópera de Belgrado se vio obligada a convertirse en la más ambulante de Europa (con unas cincuenta funciones en provincias) para ganarse por función 300.000 dinares (un millón de pesetas) y justificar económicamente su existencia», declara el viceministro serbio de Cultura.

Se calcula que la media de lo que un trabajador yugoslavo da para Cultura es el 1% de lo que gana, aunque el porcentaje de la renta nacional que va a parar a Cultura es del 2%, entendiendo la cultura desprovista de sus aspectos estrictamente pertenecientes al campo de la educación. El trabajador yugoslavo que entra en un teatro ha pagado ya el 25% del precio del servicio cultural que va a recibir a través del SIZ autogestor, y cuando compre la entrada tendrá derecho al ciento por ciento del servicio.

Yugoslavia es probablemente el único país socialista que considera al libro tan mercancía como las servilletas de papel, sin subvenciones para el libro, excepto en el caso de aquellas obras publicadas en idiomas minoritarios, como el búlgaro o el ucraniano, y cuya escasa tirada no podría pretender la rentabilidad.

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