Tribuna:

Núñez, al ataque

José Luis Núñez vuelve a la carga. El presidente del Barcelona ha recuperado a sus clásicos. Al cabo de tres meses en los que Alfonso Cabeza le ha robado el protagonismo del western futbolístico, ha vuelto donde solía, o sea, al trauma Real Madrid. Núñez se queja de que un vicepresidente de la casa blanca lo sea también de la Federación; que el secretario del mismo ente se haya formado en Chamartín y que el Mundial-82 esté dirigido por otro ilustre testigo de Bernabéu, que al tiempo maneja el baloncesto.A José Luis Núñez no le gusta morir con las botas puestas. Siempre intenta un...

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José Luis Núñez vuelve a la carga. El presidente del Barcelona ha recuperado a sus clásicos. Al cabo de tres meses en los que Alfonso Cabeza le ha robado el protagonismo del western futbolístico, ha vuelto donde solía, o sea, al trauma Real Madrid. Núñez se queja de que un vicepresidente de la casa blanca lo sea también de la Federación; que el secretario del mismo ente se haya formado en Chamartín y que el Mundial-82 esté dirigido por otro ilustre testigo de Bernabéu, que al tiempo maneja el baloncesto.A José Luis Núñez no le gusta morir con las botas puestas. Siempre intenta una retirada honrosa. Algunas de sus ideas renovadoras son defendibles, pero tienen en ocasiones el don de la inoportunidad. Que la Federación no debe estar en manos de los clubes de primera es algo que se ha defendido en estas páginas en repetidas ocasiones, pero Núñez ha estado calladito sin mencionar el tema mientras ha visto la posibilidad cercana de ganar la Liga. Las grandes denuncias deben hacerse justamente cuando no pueden ser interpretadas como rabietas.

El día en que Juan Gich, funcionario del Barça, fue designado delegado nacional de Deportes, ante la pregunta de un periodista, Antonio Calderón -el mejor gerente que ha conocido el fútbol español y cuya ausencia el Madrid notará muchos años- respondió: «¿Qué cree usted que dirían en Barcelona si el nuevo delegado hubiera sido gerente del Madrid?». En la casa blanca, superada la sorpresa, obligaron a Gich a pactar. Al Barcelona siempre le faltó habilidad para los manejos de despacho. Y encima ahora la nueva ironía del destino: en la Copa, el Castilla.

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