Las tres Marías
Pitita y yo, perdidos en su mercedes por la Dehesa de la Villa; José Luis de Vilallonga, con la estupenda señora de Vílallonga, tan altos y gratos como un spot televisivo para mí solo; Paloma Segrelles, a cuya casa por fin hemos llegado, con la nueva falda corta y volandera de la moda; Paco Segrelles, que puede hacer del Club XXI el ágora que hasta ahora no ha sido; Pinto Coelho, que quiere cortarme la melena y que entre en la ortodoxia:-No seas malo, escribe bien de todo el mundo, reparte tu cultura, deja la heterodoxia.
-Si reparto mi cultura tocaréis a poco -le digo.
Le cambio el nudo de la corbata al marido de Tita, que lo llevaba Winston todavía, y la princesa Tessa de Baviera me emplaza, como siempre -lo estoy deseando- a charlar con calma y sin toda la jet alrededor. Julito Ayesa va o viene de la nieve, aunque no sé qué nieve ni si hay nieve. De madrugada, Sisita y Pablo, cuando los periódicos hacen su colada tersa y presentísima para la primera lectura a los ojos del alba. En ellos, el manifiesto, pronunciamiento o asonada de los obispos vascos, o sea las tres Marías: José María, de Vitoria; Luis Maria, de Bilbao, y José María, de San Sebastián, más la María auxiliadora del obispo auxiliar de Bilbao, Juan María. No entro ni salgo en la papela de los obispos, que nos ha dejado de piedra pómez, pero considero que ellos estaban entre quienes guardaron una noche de silencio teológico -23/F- para decir finalmente que gane el mejor. Y considero, sobre todo, que la ambigüedad textual entre Tejero/ Operación País Vasco es metafísicamente culposa.
La ambigüedad, riqueza cambiante de la literatura, la ambigüedad, que es la literatura misma, se torna culpabilidad y mala conciencia cuando se trata de hacer no literatura, sino justicia. Pues que ellos callaron cuando Tejero, está claro que si ahora hablan lo hacen con reticencia hacia las Fuerzas Armadas, dejando en el aire de su vuelo la alusión al tejerismo por la vieja prudencia de la Iglesia, madre de listos y maestra de obispos, listos o torpes. ¿Ves, querido Pinto Coelho, cómo no puedo cortarme la melena? Yo no sé si las Fuerzas Armadas lo van a hacer bien o mal en el País Vasco, yo no sé nada ni de nada soy sospechoso -ayer mismo he hablado aquí del tirón autárquico de los presidencialismos a lo Calvo-Sotelo-, pero me parece que la Iglesia vasca, que no ha tenido ningún tropiezo con ETA, por decirlo con la palabra casta y castiza de Gutiérrez Mellado, sale ahora con visajes de sacristía sobre las Fuerzas Armadas, con más oportunismo que oportunidad. El País Vasco es el país más tradicionalcatólico de Europa; Monzón vivía con el rosario enredado en las manos guerrilleras, como un jerifalte de los antaños carlistas, y los episcobispales, tan remisos cuando la tejerada, encuentran ahora ocasión de festejar a la amplísima parroquia católica de las tres provincias poniendo demagógicos puntos sobre las íes como bayonetas de las Fuerzas Armadas. Un pueblo visitado por el Ejército (que no ocupado ni mucho menos), es por tic inmediato un pueblo antimilitarista (peligro de la operación), pero no se puede aprovechar ese tic para reintentar la fusión / confusión lalesia/pueblo, de tan esperpénticos y contu maces resultados en las Vascongadas del siglo pasado. El legítimo patriotismo vasco, inficionado de fanatismo religioso, lleva de la comunión de los santos a la degollación de los inocentes,
Las dudas de las/los tres Marías sobre la eficacia y consecuencias de las operaciones contra el terrorismo insoportable son las que tenemos todos. Ritualizarlas en documento visitado por el Espíritu Santo es demagogia celestial para recatolizar a un pueblo católico. Pitita y yo, perdidos en su mercedes, de vuelta a Madrid, callamos en la noche española sobrevolada por las tres Marías.