Reflexiones desde el pensamiento evolucionista sobre el estado de la ciencia actual / y 2
Tras lo dicho en el anterior artículo parece imponérsenos la razón de que el hombre haya percibido el carácter histórico e integrador de la realidad por primera vez en su propio proceso evolutivo (el de nuestras individualidades en términos del todo coherentes, del que ellas resultan y que entre todas constituyen la sociedad, y viceversa), ya que, evidentemente, por una parte, desde que surgió el hombre, los individuos humanos nos hemos realizado necesariamente en términos de este proceso (que podemos cifrar en la producción de experiencia comunicable -de pensamiento- y en el establecimiento de relaciones sociales), de modo que hemos tenido siempre noticia de sus resultados y sólo de ellos, y -dado que este proceso es cada vez más comprensivo y más rápido- está en la lógica de las cosas que haya terminado imponiéndose a las mentes más preparadas este carácter suyo histórico e integrador: la evolución del pensamiento y de la sociedad, y la pesquisa de sus leyes. En cambio, el conocimiento de las unidades con trapuestas a este proceso, las conciencias humanas, me parece que se ha producido en el orden inverso; desde un principio, cada hombre ha tenido experiencia humana de sí, y la percepción de la propia individualidad y del proceso de ésta -extrapolable a admitir la de los demás- ha sido un dato primario, evidente, de nuestra experiencia; a pesar de ello, el hombre no posee aún un conocimiento riguroso de la naturaleza física de la naturaleza en términos del resto de la realidad-, de esa conciencia suya en que radica su individualidad; y ese conocimiento sólo puede adquirirse por la comprensión de su origen a partir de la conciencia animal, que obliga, a su vez, a comprender por su origen la naturaleza de esta conciencia, y así sucesivamente; comprensión que resulta aún imposible por esa discontinuidad entre la evolución humana y la inorgánica que ha de salvar la comprensión de la evolución biológica. En resumen, me parece que el conocimiento filosófico y sociológico reunido sobre el hombre ha conseguido algún sistema teórico rico y riguroso acerca del proceso conjunto, pero sin rebasar la altura de conocimiento que puede fundarse sobre una noción meramente subjetiva (si se prefiere, empírica) de las unidades que evolucionan los individuos humanos.Pasemos al gran campo de conocimientos humanos que se encuentra al otro lado de la gran discontinuidad evolutiva de la ciencia que estamos considerando: el de las ciencias experimentales sobre lo inorgánico. Me parece que, por motivos correspondientes a los que impiden a la filosofía elevarse a ciencia plena, las ciencias experimentales adolecen de una grave desarmonía de desarrollo, de un carácter antitético del de nuestro conocimiento del hombre, por el hecho de que estamos separados de su objeto de conocimiento (a saber, el proceso conjunto de los distintos niveles inorgánicos) por la sima de desconocimiento evolucionista de los seres vivos (1). Sobre el campo de conocimiento de lo inorgánico, el hombre, desde su origen mismo, ha ido ejerciendo acciones (por las que se diferencia de los demás animales) de las que ha ido adquiriendo conocimientos parciales, inconexos, primero, empíricamente, y modernamente, reuniéndolos en leyes y teorías que permiten prever resultados, obra del ingente esfuerzo de integración de lo particular que es la gloria de la ciencia experimental y la explicación de su eficacia. Conforme con lo anterior, apresurémonos a aseverar que las ciencias experimentales. Así, en concentrado en el estudio de las unidades de los niveles inorgánicos: pero, como contrapartida, apenas ahora se comienza a reunir unas primeras ideas descriptivas acerca del proceso conjunto de estos niveles.
Por consiguiente, en contraste con lo que sucedió con la toma de noticia de la individualidad humana y de su proceso (presente en cada uno de nuestros actos) ha constituido una hazaña del pensamiento distinguir y manejar las unidades inorgánicas, cuyos tamaño, naturaleza y grado de integración difieren tanto de los de la nuestra, y, para lograrlo, el investigador experimental ha tenido que intercalar, con fuerza creciente, su propia acción entrelas unidades en estudio y el proceso natural que las origina y mantiene, lo que, sin duda, oculta este proceso de su horizonte mental. En segundo lugar, el proceso evolutivo de los niveles inorgánicos se percibe con gran dificultad por su lentitud y por la inmensa extensión que abarca, en comparación con el tiempo y alcance de la evolucíón de la acción, experiencia humana (2). Y, por último, los datos, de la etapa final por que ha pasado en la Tierra la evolución del nivel superior de lo inorgánico no pueden ser proporcionados sino por el conocimiento -de su resultado -la etapa inicial de la evolución biológica-, evolución cuyo esclarecimiento es lo que, precisamente, echamos de menos para que llene la discontinuidad entre el pensamiento más integrador y evolucionista sobre el hombre y los cuerpos de doctrina de las ciencias experimentales. Así, en resumen, se explica que las ciencias experimentales se ocupen del estudio de las particularidades y se olviden del procesó conjunto que las origina y mantiene, y justifica la tendencia de estas ciencias a polarizarse en buscar la clave de las unidades en el interior de ellas, en subunidades, y a dejar fuera de su preocupación la dependencia en que necesariamente están las unidades de cada nivel respecto al todo en evolución. Polarización, pues, antitética de la que aqueja a la filosofía.
La biología, entre las ciencias experimentales y las del hombre
Las ciencias del hombre, dirigen su atención al todo en su evolución que les Clorresponde, y también a las unidades (los focos humanos de conciencia), pero siempre en función de tal todo. En cambio, las ciencias experimentales (por lo demás, también muz fragmentadas en cuerpos de conocimiento gravemente desconectados) dirigen su atención a las unidades objeto de su estudio, pero no para entenderlas en función del todo que naturalmente las origina y mantiene, sino para inquirir, por medios artificiales, su composición interna. Por así decirlo, las primeras padecen un desequilibrio por un predominio de la síntesis, y las segundas, por el del análisis. Sir duda, las unas y las otras exigen y desarrollan en quienes las cultivan facultades distintas y entrañan elriesgo de deformaciones específicas en las que no es lugar entrar. Sus respectivas conquistas son igualmente importantes, y creo que para la Humanidad y su futuro constituirían pérdidas igualmente graves la de los grandes sistemas filosóficos (que han ido desarrollándose como sistemas unitarios) y la de las ciencias expe rimentale-s (que crecen mucho más fragmentariamente). Por otra parte, la confinación antinatural (con traria a la coherencia general) de los dos campos de conocimiento les induce a extrapolaciones teratológicas, particularmente notorias en el de los sistemas filosóficos (por su mismo espíritu integrador y evolucionista), desde lo que se descubre en el proceso humano hacia el resto del proceso universal, o a partes de él; estas generalizaciones formales desacreditan a la filosofía desde las ciencias experimentales. Pero, por otra parte, desde las ciencias experimentales se realizan continuamente salidas a los campos contiguos de la biología (que, a veces, alcanzan a lo humano -por ejemplo, a la interpretación del funcionamiento del cerebro-), que son igualmente subjetivas y que resultan aún más torpes por lo fragmentario y ahistoricista del pensamiento experimental contemporáneo (3); esta, tendencia es particularmente flagrante en los campos de la biología limítrofes del nivel rnolecular en los que salta a la vista una interpretación química aleada con una interpretación antropomórfica incongruente. Es obvio que estos intentos de Ios dos grandes campos de conocimiento de romper sus confinamientos vienen impuestos por algo tan objetivo como es la coherencia general de la realidad, ahora bien, no pueden producirse de modo correcto y eficaz (científico), sino plegándose, desde los respectivos puntos de partida, al proceso objetivo que los enlaza: al proceso de la evolución biológica, surgido de lo inorgánico y culminante en lo humano. Por otra parte, la naturaleza del objeto de conocimiento de la biología -los seres vivos y su evolución- hace que este campo de conocimiento comparta dificultades con cada uno de los otros dos campos a las que suma sus propios problemas, y que, así, aparezca dislacerado entre ellos. La biología ha de esforzarse en avanzar en la comprensión de los seres vivos desde los otros dos campos de conocimiento, de los cuales uno (el de lo inorgánico) le ha de enseñar la base de partida de la evolución biológica, y el otro, el resultado final de esta evolución; pero, a la vez, es evidente que no puede progresar sino por el estudio objetivo, independiente, de su propio campo, que le ofrece un acervo de fenómenos peculiares y que le plantea su propio tipo de problemas (4); por lo demás, desentrañando así el proceso efectivo de la evolución de los seres vivos desde su origen al hombre, la biología contribuiría a llenar con conocimiento objetivo la discontinuidad entre nuestro conocimiento del hombre y el de lo inorgánico y a acercar el pensamiento a una interpretación de toda la realidad científicamente coherente.
¿En qué medida la biología está madura para esta tarea suya que parece pedir el estado de la ciencia? El caudal de conocimientos biológicos concretos de todo tipo. es inmenso, y lo que falta es organizarlo debidamente. Para que la ordenación de pensamiento biológico vaya conduciendo hacia una verdad progresiva parece indispensable armonizar varias fuentes de información; por ejemplo, las leyes que, en los otros dos campos del conocimiento y en la biología actual misma tengan, racionalmente, valor universal (5); los datos de lo inorgánico proporcionados por las ciencias experimentales que puedan esclarecer el origen de la primera vida; los datos de la evolución animal que puedan ayudar a entender el origen de la conciencia humana; rectificar críticamente todas las extrapolaciones viciosas, desde los campos extrabiológicos sobre la biología; procurar intensamente ordenar los datos concretos y las teorías parciales de la biología en un pensamiento general guiados por la convicción de que, por la coherencia general de la realidad, cuanto mejor se vaya comprendiendo el todo (el proceso biológico general), tanto mejor podremos entender los hechos particulares, y viceversa.
1. Otra causa de extravío de la ciencia experimental es la viciosa relación entre la investigación científica y la actividad productiva. No es pertinente a nuestro tema entrar en el análisis que, en cuanto social, puede remitirse al, estancamiento del pensamiento filosófico a un nivel precientífico por las razones señaladas en el párrafo antenor.
2. De hecho, sólo el gran alcance de los telescopios modernos ha podido, con el apoyo de la física, dar datos de la evolución de los niveles inferiores de la realidad y desmentir la noción del universo inmutable. Por lo demás, téngase en cuenta que, a fortiori la acción y experiencia del hombre (como la de los demás seres vivos) exige para existir que en su entorno los procesos inorgánicos se mantengan en un estado de gran estabilidad.
3. Por el hecho de ocuparse del campo coherente con el hombre, el filósofo gana, sin dificultad técnica grave, un conocimiento más profundo de eI que el de las ciencias experimentales en sus campos. El científico experimental ha de aplicar un extraordinario esfuerzo de abstracción y gran ingenio para obtener resultados en sí más superficiales e inseguros. Creo que la dificultad de las técnicas y métodos a que obligan los niveles alejados de nuestros sentidos implica el acceso a lo recóndito desde lo familiar, pero siempre acumulando una ganga de inseguridad creciente.
4. Por ejemplo, corresponde a la biología estudiar la naturaleza fisica de los focos unitarios de acción y experiencia que son, en su unidad íntima, los seres vivos de cada nivel (protoplásmico, celular, animal) y descubrir cómo surgen, unos de otros, en la filogénesis, en la ontogénesis, e instante a instante. Este problema universal de la interacción entre unidades de distinto nivel, por una parte, no corresponde al nivel humano (cuyo foco de acción y experiencia es animal) y, por otra, si bien está igualmente planteado en lo inorgánico, en este campo ofrece mucha mayor dificultad objetiva, para vencer la cual habrá de ayudar lo que se logre en lo biológico.
5. Por ejemplo, a las ciencias de lo inorgánico se debe la noción de los niveles de integración; a la biología, el establecimiento del nivel animal y celular y una gran masa de conocimientos sobre el gobierno del nivel molecular por el protopiásmico; y al filosófico, la noción de la coherencia general de la realidad que, de alguna manera, ha de dar cuenta y recibirla de la evolución biológica y, en particular, de la de sus niveles debidamente estratificados. No hay sistemas generales; hay un solo gran proceso de evolución coherente del que han de tomar sentido los procesos particulares, etcétera
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