Cartas al director

Los obispos,

durante los cuarenta años de dictadura, nos han estado asustando y creando problemas con relación a la sexualidad y al matrimonio, además de proporcionarnos una falsa información con respecto a dichos asuntos. Ahora que tenemos unas instituciones democráticas, es decir, elegidas por el pueblo, que dejen a nuestros representantes legislar con tranquilidad, ya que ellos no han sido elegidos para esas labores y para ninguna otra quecompeta al poder civil. Yo respeto todas las religiones, pero exijo que sea respetada mi libertad de no adecuar mi vida a los principios de la jerarquía de la Iglesia ...

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durante los cuarenta años de dictadura, nos han estado asustando y creando problemas con relación a la sexualidad y al matrimonio, además de proporcionarnos una falsa información con respecto a dichos asuntos. Ahora que tenemos unas instituciones democráticas, es decir, elegidas por el pueblo, que dejen a nuestros representantes legislar con tranquilidad, ya que ellos no han sido elegidos para esas labores y para ninguna otra quecompeta al poder civil. Yo respeto todas las religiones, pero exijo que sea respetada mi libertad de no adecuar mi vida a los principios de la jerarquía de la Iglesia católica. Si se votase la ley del divorcio según la doctrina expuesta por la Conferencia Episcopal, millones de españoles nos veríamos obligados a vivir nuestra vida afectiva en contra de nuestros principios, que son tan respetables como pueden ser los de los obispos. Al menos nosotros, cumpliendo las normas más elementales de la convivencia, no imponemos a los católicos que adopten nuestra moral, pero no aceptamos que la Iglesia nos imponga la suya. Lo que se trata es que todos tengamos la posibilidad de elegir, con relación al matrimonio y al posible divorcio, lo que conviene a nuestra conciencia. Y lo único que permite ejercer con libertad y responsabilidad dicha conciencia, para católicos y agnósticos, es el divorcio por mutuo consenso. Dicha ley permite que los católicos continúen casados hasta que la muerte los separe y los demás tendremos la libertad de separarnos si eso fuera necesario para ser felices y no traumatizar a los hijos./

Alberto González Marcos. Madrid.

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