Las soterradas tensiones raciales británicas
Los disturbios del miércoles en el barrio jamaicano de San Pablo, en Bristol, sacan de nuevo a la luz la existencia de un irresuelto problema racial en Gran Bretaña.Doce mil antillanos habitan el distrito escenario de tan imprevista violencia. Se trata de un gueto al estilo de los que han proliferado en los últimos años en otras ciudades inglesas, desde Londres a Leeds, Birmingham, Bradford, Leicester o Wolverhampton. Un 3,5% de la población de Gran Bretaña es de color, alrededor de dos millones de personas.
Los desórdenes raciales, apaciguados en los últimos meses, se producen cíclicamente en el Reino Unido. El pretexto pueden ser los carnavales caribeños del barrio londinense de Notting Hill, la celebración de unas elecciones parciales en un distrito mayoritariamente de color o las apelaciones racistas de algún político de nombre, Enoch Powell, o de alguna organización minoritaria, como -el Frente Nacional.
Pero el sustrato es siempre el mismo. Una encuesta Gallup de 1978 mostraba que el 49% de los ingleses desean que los «no blancos» sean ayudados a regresar a su país de origen. Además de jamaicanos, otras pujantes comunidades de color están integradas por indios, paquistaníes y bengalíes.
La ley de Relaciones Raciales de 1965, completada en 1968 y 1976, no ha modificado sustancialmente la cuestión. Ni tampoco la nueva y rigurosa política de inmigración del Gobierno de Margaret Thatcher, destinada a limitar el número de inmigrantes.
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