Caro Baroja, catedrático
EL PAÍS de 25 de enero trae la noticia de que se va a nombrar catedráticos, a título extraordinario, a una porción de personas, entre las que estoy yo. Esto se rumorea hace tiempo. Ahora he de agradecer que alguien se haya acordado de mí, de nuevo, al componer la lista que da EL PAÍS, colocando el mío al lado de los nombres de varios amigos a quienes quiero y admiro mucho. Pero la idea de ser catedrático me espanta un poco.Me siento viejo y con poca salud: como un loro centenario con pocas plumas y éstas descoloridas. Paso también por un momento en que dudo de que todo lo que he hecho sea digno de que lo transmita a algulen. Tengo la impresión de haber dedicado largos esfuerzos a obtener pobres resultados, y creo, en fin, que la universidad no ganaría nada con incorporar a un hombre vacilante: yo. Sí obtendría un pequeño brillo momentáneo. Pero
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cuando se ha llegado a los 65 años y se ha vivido apartado de la vida pública, lo mejor es seguir en la concha hasta que venga la hora de despedirse de este mundo poco ameno.