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La canarización, alternativa imposible al desempleo

Al grito destemplado de «Godos a casa», los canarios -algunos canarios- confian resolver su cada vez más acuciante grado de desempleo. Lo cierto, sin embargo, es que las islas atlánticas, como cualquier otra zona del país, se enfrentan actualmente al sombrío panorama de una prácticamente nula creación de nuevos puestos de trabajo que ofrecer a quienes, año tras año, se incorporan a esa masa difusa y pésimamente cuantificada que llamamos población activa. En Canarias, más que en ningún otro sitio, el paro es un problema de ayer, de hoy y, sobre todo, de mañana.

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Las cifras de empleo en el archipiélago

El paro tiene en Canarias, como casi todo en las islas, unas características muy peculiares y diferenciadoras respecto de las restantes zonas del Estado. Canarias no es -ni ha sido- tierra favorable a la inversión generadora de puestos de trabajo. No es -ni ha sido- la típica región industrializada que absorbiera, en la dorada década de los sesenta, grandes contingentes de mano de obra. Pero tampoco es -ni ha sido- territorio abastecedor de fuerza de trabajo para las regiones más industrializadas del país.Emigración a América

Ayer, antes, el canario solucionaba la falta de perspectivas de ocupación estable con la emigración hacia el otro lado del Atlántico. Ir a Venezuela era para el canario algo tan normal como para andaluces y extremeños fue en su día trasladar su residencia, en busca de un medio digno de vida, a Cataluña o el País Vasco. La tendencia canaria a la emigración no es, pues, original, pero sí constituye un dato llamativo que. aproximadamente una cifra cercana al 50% de la actual población del archipiélago permanezca fuera de sus siete islas; por lo general, más allá de los límites del Estado. Caracas es en estos momentos la segunda ciudad canaria del mundo. Allí viven aproximadamente 3 50.000 canarios. En la mayor capital del archipiélago, Las Palmas, apenas rebasan los 400.000. Canarias está frecuentemente más interesada por las noticias de la capital venezolana que por las vicisitudes de la política madrileña. Ningún candidato presidencial de Venezuela omite un viaje a las islas antes de los comicios, y casi todos los medios de difusión canarios incluyen abundantes secciones dedicadas al país latinoamericano.

Pese a ese espíritu en apariencia cosmopolita, la sociedad canaria alimenta un cada vez más agudizado sentimiento de rechazo hacia quienes, procedentes de la Península, acuden a las islas a desempeñar cualquier tarea profesional. Los denominados godos son, hoy por hoy, algo así como los usurpadores del bienestar y el puesto de trabajo. No son pocos los que, más o menos abiertamente, sostienen la teoría de que la expulsión de los godos bastaría para proveer de puestos de trabajo a la gran mayoría de desempleados canarios que hoy peregrinan por las oficinas de empleo con más aburrimiento que esperanza. Hace pocas semanas se desató un importante conflicto escolar en todo el archipiélago porque la dotación de plazas de profesorado de instituto, mediante el correspondiente concurso-oposición, había destinado a las islas a buen número de peninsulares. Las fuerzas canarias reivindicaron unánimemente los puestos para los insulares, sin más requisito.

"Godofobia"

La presencia de los godos en Canarias es, sin duda, uno de los puntos que mayor grado de sensibilización despierta en los estamentos insulares. La fobia arranca, en cierto modo, de tiempo atrás, cuando los funcionarios destinados al archipiélago aprovechaban el imprescindible período reglamentario para exportar todo tipo de utensilios, al amparo de los beneficios fiscales (coches, electrodomésticos, pieles y otros), evidenciando durante su permanencia -salvo excepciones,- un absoluto menosprecio -de toda alternativa integradora. A ello se unía el dato psicológico de que todo funcionario destinado a Canarias veía sensiblemente incrementados sus haberes con una prima por residencia fuera del territorio peninsular. Hoy, los beneficios fiscales Son menos, las primas se han reducido y, sobre todo, ha variado la composición del estrato godo. Su morfología está actualmente más próxima al estrato profesional intermedio-alto y su origen estriba esencialmente en la dificultad de hallar personal cualificado en el archipiélago.

Pero la godofobia es tanto más curiosa si se tiene en cuenta que, desde hace décadas, una de las actividades más extendidas y rentables del archipiélago, el comercio, se encuentra en manos de una importante colonia india, directamente conectada con los grandes puertos francos del mundo: Hong-Kong, Singapur, Azores, etcétera. Sorprendentemente, entre las reivindicaciones canarias, encaminadas a implantar una especie de autarquía laboral, nunca se ha incluido la marginación -total o parcial- de los indios como grandes monopolizado res del comercio de las islas.

Falta de sensibilización social

La solución migratoria se plantea cada vez con menor fuerza en Canarias. El canario piensa con mayor fuerza que debe quedarse en las islas y que es aquí, y no en otra parte, donde- debe ver resueltos sus problemas de supervivencia. La emigración ya no es lo que era -suelen reiterar-, ni tienen tanto efecto ni cre dibilidad las fabulaciones acostumbradas. Hasta los propios emigrantes triunfadores suelen reconocerlo. De ahí que haya surgido como respuesta social inmediata Ja creencia, casi el convencimiento irreductible, de que sólo la autarquía laboral, el lema de «Godos a casa», constituyen la llave para solventar el cada vez más acuciante grado de desempleo y falta de expectativas del mercado de trabajo canario. El presupuesto tiene, cómo no, su adecuado contexto en los postulados independentistas que, acaso alimentados sibilinamente por las propias oligarquías dominantes, pregonan la canarización de todo como solución a casi nada.

La realidad es muy otra. El origen real del desempleo es, en Canarias, múltiple y en cierto modo escasamente detectado. El primer dato sorprendente acaso sea la ausencia de sensibilización social. Por lo general, el canario piensa que el paro es un problema normal. Existe ya un cierto hábito, sólo alterado por la impresión de que quizá pueda ir a peor. Y es válido hablar de impresión porque nadie ha iniciado hasta el momento la tarea de cuantificar y, sobre todo, cualificar la composición del paro, ni global ni localmente. A la simple pregunta: ¿cree usted que existe mucho paro?, la mayoría responde que «un poco sí, pero donde realmente están mal es en la otra isla». Da igual donde se localicen pregunta y respuesta. El resultado es idéntico. Tampoco se obtiene más luz al indagar la distribución sectorial; la mayoría estima que hay otro peor. No importa dónde o a quién se pregunte.

Donde sí se percibe uña cierta unanimidad es en la consideración del futuro. Comienza a admitirse la evidencia de que el factor más preocupante del panorama sociolaboral canario es la elevada tasa de natalidad que soportan las islas, estimada en torno al 3%, aunque aquí también primen las impresiones sobre unas estadísticas escasamente fiables, cuando no inexistentes. Ninguna fuente cualificada está ahora mismo en condicionts de estimar el ritmo de incorporación,de jóvenes al mercado de trabajo en los próximos años. Se piensa, eso sí, que la mayor afluencia pudiera producirse entre los años 1981 y 1985. Pero la conclusión se obtiene a partir de indagar en familias, amigos y barrio, en busca de niños situados hoy entre los diez y los quince años, y observar que parecen ser mayoritarios. Poco más.

Por lo general, los canarios establecen obsesivas diferenciaciones entre las dos provincias, Tenerife y Gran Canaria, y más concretamente entre las dos grandes islas, a la hora de analizar este o cualquier otro aspecto de la realidad del archipiélago. Las diferencias entre islas grandes y pequeñas son perceptibles. La diferenciación resulta más difícil si se toman las dos grandes cabeceras de provincia, pese a los empeños de sus respectivos habitantes. En el aspecto concreto del paro, las diferencias son mínimas. El origen del, desempleo es muy similar, pero todaivía ofrece, más puntos comunes el análisis de sus perspectivas, tan desfavorables en un caso como en otro.

Agricultura y servicios

La economía canaria se encuentra vertebrada en torno a sólo dos de los tradicionales tres sectores de la áctividad. Una agricultura ancestral, es casamente productiva y con una estructura de costes que la hacen prácticamente inviable en términos de competencia, se complementa con un sector servicios casi exclusivamente centrado en el turismo y que ha crecido tan disparatada como desordenadamente. La industrialización canaria sigue siendo, al filo de concluir la década de los setenta, una actuación pendiente en el archipiélago.

La agricultura canaria ofrece muy escasas perspectivas de creación de empleo y, antes bien, afronta una serie de importantes riesgos. Sus tradicionales producciones -tomate, plátano, frutas tropicales..,- están afectadas por una estructura de costes tal que sólo la existencia de primas estatales para su comercialización en la Península garantiza su presencia en el mercado. El necesario proceso de reconversión de la agricultura requiere un importante volumen de inversión que, hoy por hoy, nadie parece dispuesto a propiciar. Esto en Tenerife, donde todavía la agricultura constituye una alternativa a la falta de ocupación en otras actividades. En la isla de Gran Canaria, al borde de la desertización, los cultivos agonizan paulatinamente, mientras nadie se decide a implantar una política racional de obtención, conservación y utilización de los escasos recursos acuíferos y persiste la implacable dictadura de los aguatenientes.

Uno de los sectores más tradicionales de Canarias, el tabaquero, a caballo entre la agricultura y la industria, se encuentra inmerso en una importante crisis. El cultivo de tabaco es casi testimonial y la industria propiamente dicha se enfrenta, a corto plazo, con un proce

La canarización , una alternativa imposible al paro

Viene de la página anteriorso de reestructuración, a partir de su asociación con Tabacalera, que en el mejor de los casos congelará, durante el próximo quinquenio los actuales puestos de trabajo del sector.

Los intentos de propiciar industrias derivadas de la agricultura se han visto frenados por las dificultades de acceso a los mercados peninsular y europeo y por las peculiaridades del insular. Tradicionalmente, Canarias es el punto de destino final de buena parte de los excedentes de las empresas europeas. Sus permisivas normas de control de calidad y la inexistencia de barreras arancelarias provocan que importantes partidas de artículos sin posible comercialización en Europa y la Península reviertan sobre el anárquico mercado insular. En este contexto, una producción autóctona no parece tener excesivas posibilidades de alcanzar una demanda suficiente a efectos de rentabilidad. Es, en definitiva, una opción también perdida.

Turismo

El turismo ha sido y es la gran esperanza en cuanto a creación de puestos de trabajo de las islas. Junto a él, íntimamente ligada a su suerte, la construcción ha actuado a modo de colchón, absorbiendo buena parte de los recién llegados al mercado de trabajo y hasta los que buscaban complementar sus actividades desde la agricultura. Uno y otra se encuentran ahora mismo en medio de una profunda crisis. La falta de una promoción inteligente -las dos provincias mantienen una férrea competencia a nivel internacional-, una carencia acusada de infraestructura y unos precios absolutamente disparatados han cercenado un inicio de crecimiento esperanzador del turismo canario. Varios proyectos de creación de nuevas zonas turísticas, en Tenerife y Gran Canaria, han sido abandonados ante la evidente infraocupación de las tradicíonales. La gran masa de visitantes a las islas sigue siendo procedente de la Península y viaja con el objetivo primordial de adquirir una ganga, Cada vez más difícil de camuflar frente a los funcionarios de Aduanas. Esto no es suficiente para sostener un crecimiento del sector. Primero, porque el período estacional es muy reducido, pero también porque el mayor porcentaje del valor añadido generado revierte en el comercio, curiosamente monopolizado por las familias hindúes del archipiélago.

Tasas de natalidad tropicales

Nadie se atreve a cuantificar el problema, pero mucho menos se aventura a siquiera esbozar una visión de futuro, a medio y largo plazo. Los datos, sin embargo, están ahí.

Canarias se enfrenta a un horizonte escasamente prometedor. De un lado, sus tasas de natalidad, casi tropicales, triplican aproximadamente la media española y europea. Por otro, las expectativas de inversión productiva son escasas, tanto por motivos estructurales como por las repercusiones que la crisis general pueda comportar. El inmediato proceso de integración de España en la Comunidad Económica Europea (CEE) añade -por si fueran ya pocos- otro factor de incertidumbre al horizonte canario de los próximos años.

Los intentos de creación de polígonos industriales han sido hasta el momento un completo fracaso. La carencia de infraestructura, la falta de agua -en el caso de Gran Canaria-, la inexistencia de mano de obra cualificada, el difícil acceso a los mercados, los elevados costes del transporte (el archipiélago dista 2.000 kilómetros de la Península), la ausencia de una industria auxiliar, materias primas y un sinfín de factores más componen el diagnóstico que aducen los empresarios para despreciar los beneficios fiscales y primas a la inversión ofrecidos para la instalación industrial en esos polígonos. Las grandes extensiones de terreno parceladas en Granadilla (Tenerife) y Arinaga (Gran Canaria) para albergar a las industrias que debían acogerse presuntamente al plan promotor se mantienen en un lamentable estado de abandono y desolación, sin que algo más que los vistosos cartelones instalados sugiera la existencia de un polígono industrial.

Ante este panorama resultá fácil concluir que el capital foráneo se sienta poco inclinado a invertir en las islas. En los últimos años. sólo el turismo ha atraído la atención de los inversores, pero el declive del sector en todo el archipiélago, con la sola excepción de Lanzarote, ha frenado el proceso y con él la creación de empleo. Tampoco el capital autóctono se muestra especial mente activo. Las dos grandes cajas de ahorro canarias (una por provincia) constituyen los únicos ele mentos potenciales de inversión, pero sus experiencias han sido es casamente afortunadas. Hace apenas dos años, la Confederación de Cajas (CECA) y el Banco de Es paña hubieron de acudir en apoyo de la Caja Insular de Ahorrosde Gran Canaria (CIA), colocada al borde de la quiebra como consecuencia de diversas incursio nes en los sectores turístico e inmobiliario, de muy dudosa gestación. Tampoco la Sociedad para el Desarrollo (Sodican) ha encontra do el punto exacto de su cometido y deambula en un marasmo de par ticipaciones, entre el típico encaje privado al sector público y la labor asistencia; por ejemplo, construyendo viviendas.

Canarias se enfrenta, pues, con un horizonte problemático y harto difícil que nadie acierta a desentrañar. Su peculiar estructura, identificable a todos los niveles, hace que la mayor parte de síntomas preocupantes de otras zonas del Estado se muestren agudizados. Al menos a nivel de impresión, porque ningún estamento, salvo un antiguo intento del servicio de estudios de la CIA, frustrado por motivos políticos, se ha tomado en serio la tarea de solventar la total carencia de datos sobre una de las zonas más complejas de la geografía española y, al tiempo, más diferenciadas.

Salarios base

El desempleo es, hoy por hoy, uno de los retos de futuro más delicados con que se enfrenta Canarias. Pero no hay que olvidar su realidad de ahora mismo. La cobertura del seguro de desempleo es, sobre el paro registrado, una de las más bajas de España (50%). Los salarios percibidos por la población empleada, muy inferiores a los, de los trabajadores de la Península (relación de 1 a 3 en muchos sectores), lo que reduce todavía más el nivel de las prestaciones. El índice de precios al consumo se encuentra ligeramente por encima de la media nacional, con especial incidencia de los costes de los productos alimenticios. Las instalaciones educativas, sanitarias y en general todos los servicios se encuentran a nivel de subdesarrollo. La principal ciudad del archipiélago, Las Palmas de Gran Canaria, constituye un caos urbanístico de primera magnitud y está permanentemente amenazada por la carencia de agua y hasta de electricidad. La formación profesional está ostensiblemente desatendida. La única universidad en La Laguna (Tenerife) ha alcanzado tales niveles de deterioro, que sus títulos son frecuentemente rechazados en los procesos de selección de personal.

Con todo, lo peor en Canarias es la ausencia de un exacto conocimiento de las magnitudes de este y otros problemas. Desconocimiento, en cierto modo, propiciado por las fuerzas políticas de ámbito estatal, cuya desatención generalizada sólo tiene la excepción de UCD, que no ha tenido reparos en aliar sus siglas con los sectores más oligárquicos del archipiélago, en busca de un voto fácil y rentable a efectos de mayoría parlamentaria. Junto a esto, un sindicalismo autonomista y radicalizado, falto de organización y cuadros, permanentemente debilitado y dividido, apenas encauzado por los tímidos avances sectoriales de UGT, poco puede hacer por variar las actuales coordenadas.

La gran diferencia que en la composición y perspectivas del paro, en la economía y en la propia sociedad canaria, podemos hallar es, sin duda, que el fulgor máximo de la crisis que atenaza hoy las economías occidentales se ha centrado en las siete islas del Atlántico en el mismo pórtico de su entrada al desarrollo. Algo así como si esto hubiera acontecido a nivel de toda España mediada la década de los sesenta. Poco más o menos.

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