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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Valdeburócratas

HACE MAS de quince años el señor Fraga Iribarne, por entonces ministro de Información y Turismo, se zambulló en las aguas del Mediterráneo, protegido por un inmenso calzón de baño y en compañía del embajador de Estados Unidos, para calmar los rumores acerca de la contaminación radiactiva supuestamente ptoducida por una bomba atómica desprendida de un avión norteamericano en vuelo sobre Palomares. Resulta obvio que gestos tranquilizadores de este género no pueden tener como escenario las centrales en construcción de Lemóniz o Valdecaballeros. Y sería de muy mal gusto y ligeramente demagógico pedir a los miembros del actual Gobierno que emularan la hazaña del señor Fraga comprometiéndose a pasar los fines de semana en el perímetro de alguna de las centrales en funcionamiento y a incorporar en el futuro a su cesta de la compra los productos de huerta de los regadíos de las Vegas Altas del Guadiana.Y, sin embargo, es imperdonable que los ministros de un Gobierno democrático se atrincheren detrás de dictámenes jurídicos, números de expedientes y requisitos formales para rehuir las explicaciones que les piden los representantes, también democráticamente elegidos, de las comunidades directamente afectadas por la construcción de la central nuclear de Valdecaballeros. La reciente negativa del ministro de Industria a recibir a una comisión de alcaldes de la zona se inscribe también en esta actitud. No le faltó razón al ministro de Industria al señalar que la Junta de Extremadura es un órgano representativo de nivel superior a una comisión informal de alcaldes o al resaltar el carácter partidista de este colectivo o al aducir que el encierro hipotecaba con el gravamen de una cierta coacción el planteamiento de la entrevista solicitada y denegada. Pero es todavía mayor la sinrazón política de adoptar una posición burocrática de imponer la jerarquía de la Administración central frente a la Administración local y de fortificarse en Madrid cuando la situación exigía, y va a seguir exigiendo, que el Gobierno explique a la opinión pública en general y a los regantes del Guadiana en particular la corrección de sus decisionee. Aunque los alcaldes hayan regresado ya a sus domicilios, las movilizaciones en torno a Valdecaballeros no han hecho probablemente más que empezar.

¿Qué decir, por lo demás, de la moratoria concedida por el ministro de Industria a la Junta de Extremadura sino qué la brevedad de su plazo amenaza con hacerla inoperante para una seria labor explicativa? El término de una moratoria técnicamente justificada no puede ser otro que la constitución y puesta en funcionamiento del Consejo de Seguridad Nuclear, lo que puede tardar varios meses. El propósito del Gobierno de ayudar a sus hombres, que controlan la Junta de Extremadura, a competir en popularidad con los alcaldes encerrados en Villanueva de la Serena el perfectamente explicable. Pero no parece que la confusión entre los intereses del Estado y las conveniencias del partido en el poder sirva para hacer progresar el debate sobre la utilización pacífica de la energía atómica.

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