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CIENCIA

Activa investigación occidental en el campo de la terapia del dolor

El cáncer, artritismo, lesiones de la columna vertebral y afecciones nerviosas son los males que producen dolores más fuertes al ser humano, según ha revelado en la ciudad de Lima el investigador norteamericano William T. Beaver, en el curso de una reunión médica sobre la terapia del dolor. Según un despacho de la agencia Efe, el mencionado investigador dijo que en Estados Unidos se han descubierto analgésicos que no producen hábito, como otros, en los pacientes que los consumen.

La anterior información viene a coincidir con una línea de investigacíón muy actual en los países que han superado altos niveles de renta per capita: frente a la preocupación, todavía hoy vigente, por alargar la vida de los enfermos o por eliminar toda enfermedad o desviación de la normalidad, se advierte en numerosos centros de investigación de Occidente una creciente preocupación por afrontar más científicamente problemas como los del dolor o la muerte.Un reciente estudio llevado a cabo en Alemania ponía el acento en la evidente desatención en numerosos centros, especialmente oncológicos, hacia aquellos moribundos que, por estar condenados a muerte, se convierten en algo molesto y desagradable para todos.

Señalaba el mencionado informe alemán esa auténtica huida que practican a veces los familiares de los moribundos, e incluso parte del personal sanitario, ante la inminencia de la defunción. No hace falta irse a Alemania para comprobar que profundas fantasías y temores ante la muerte provocan una real defensa por parte de aquellos familiares y profesionales de la medicina que conviven con la persona afectada. Un congreso que tuvo lugar no hace mucho tiempo en Marsella evidenció el papel que ejercen todos estos efectos emocionales-contratransferenciales, que dirían los psicoanalistas- del personal sanitario sobre la salud de los enfermos de cáncer concretamente.

Ante la enfermedad maldita todas las personas tienden a proyectar sobre ella sus temores a la muerte. Y ese mensaje le es transmitido a la persona afectada. ¿Cómo reacciona, entonces, ésta? Por supuesto, el enfermo percibe estas cosas. No se sentirá igual aquel individuo aquejado de una enfermedad cuya curación creen los médicos y pacientes que le rodean que aquella otra persona cuyo inconsciente está detectando claramente la desesperación de quienes le rodean.

Numerosos investigadores, desde Lacan a Maslow, han estudiado la influencia en uno mismo de la imagen que sobre unos tienen los otros o nuestra respuesta ante sus expectativas. Un grupo de niños fue sometido en un colegio norteamericano a un arriesgado experimento.

Las modernas terapias que empiezan a desarrollarse en algunos centros suecos, alemanes o norteamericanos se proponen algo más revolucionario que curar al enfermo: intentan entenderle y acompañarle en su proceso. No hace falta defender la eutanasia para reconocer que es mejor desarrollar técnicas contra el dolor que crear dolorosas técnicas para prolongar una dolorosa vida. La nueva preocupación clínica por desarrollar activas terapias contra el dolor o por sostener, de un nuevo modo, el diálogo terapéutico con el moribundo anuncian una revolución en la medicina que le hace parecerse más a lo que fue su origen: ayudar a vivir, no sólo luchar contra la muerte.

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