Tribuna:SPLEEN DE MADRID

La cosa nuclear

La cosa nuclear, como todas las cosas, está sirviendo de sofemasa espontánea para que sepamos lo que piensa el personal, para que la izquierda y la derecha se definan una vez más, indefiniblemente:-Eso es lo que se llama un test -salta el parado.

El parado sólo ha dejado su esquina para ir a votar. El parado lo ha votado todo: el referéndum, las generales, la Constitución, las otras generales, las municipales, todo.

-El caso es no estar parado -dice el parado.

Ahora vuelta. a sujetar la casa con su cuerpo, como un Hermano Marx. Realmente, los casi dos millones de pa...

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La cosa nuclear, como todas las cosas, está sirviendo de sofemasa espontánea para que sepamos lo que piensa el personal, para que la izquierda y la derecha se definan una vez más, indefiniblemente:-Eso es lo que se llama un test -salta el parado.

El parado sólo ha dejado su esquina para ir a votar. El parado lo ha votado todo: el referéndum, las generales, la Constitución, las otras generales, las municipales, todo.

-El caso es no estar parado -dice el parado.

Ahora vuelta. a sujetar la casa con su cuerpo, como un Hermano Marx. Realmente, los casi dos millones de parados están sujetando con su mole la mole del Estado, que ha tantos siglos que se viene abajo, porque sí los-parados se retiran, se apartan, se van o la arman, la reforma/ transición /ruptura- se desmorona como la casa de aquella película de los Marx. Son casi dos millones de hermanos Marx, los hermanos parados, soportadores e incoherentes. Incoherentes con la situación desarrollista y la tesitura de asombrar al mundo que, según Suárez, estanlos viviendo. Lo cual que lo nuclear le viene muy bien a Suárez, como le vino bien a Franco la crisis energética mundíal, pues los males mundiales nos integran en el mundo mundialmente, síquiera sea por vía negativa.

El parado ha pasado del esnobismo al spleen con toda normalidad, sin sacarse la boina y sin dejar de fumar su picadura. En cambio, los cultos, los pedantes, los profesionales de algo y los auspiciadores me han preguntado hasta el infinito qué era eso de spleen.

Aquí no es lo malo que la gente no sepa inglés, que tampoco hay obligación, aunque la habrá. ¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés, maestro Rubén? Lo malo es que ignoran toda la cultura europea que va del postromanticismo de Baudelaire a la belle époque: siinbolismo, parnasianismo, modernismo, modern-style, art-nouveau, todo. Media dccena de culturas de las cuales estarlos aún viviendo, hasta llegar a la cultura nuclear, que es lo moderne de ahora. Todas esas culturas están o estaban dominadas o inficcionadas por el sentimiento del spleen, que es algo así como el mal del siglo o, mejor, el mal de entre dos siglos. Aquí el personal no sabe de dónde viene ni adónde va.

En alguna carta descartada y descartable me han reprochado usar spleen. Rafael Conte me lo dijo una vez en el despacho de Cebrián, -y delante de éste:

-Se reciben tantas cartas sobre tí que he decidido no dar ninguna.

Respetable medida siempre que se respete. Porque de vez en cuando se les pasa algún filtro envenenado en un papel. Envenenado de vinagre, que no más. Ni siquiéra radiactividad, o sea la cosa nuclear. Por el parado les voy a mandar los montones de cartas entusiastas y llamadas telefónicas que me llegan todos los días:

-¿Y cómo vamos a llevar las llamadas telefónicas, jefe? -se disculpa el parado.

No lo sé, pero las mandaremos. Ahora, con los avances nucleares, todo es posible. La derecha se manifiesta nuclearizante y progresista (en eso). La izquierda se manifiesta ecologizante y milenarista (en eso). Cada cual se manifiesta como es a propósito de la burbuja de Harrisburg. Lo de menos es la burbuja nuclear. Aquí lo que le importa a cada uno es su burbuja ideológica, y van con ella por la calle, burbujeándoles sobre el esculpido a navaja como una lengua de fuego.

Echan a un colaborador de Mundo Obrero, o como haya sido la cosa, que aquí en el campo no se aclara uno mucho, y toda la derecha, que ni siquiera sabe quién es Hernández Les, y que ha montado a lo largo del invierno toda una filosofía editorial a favor de la libertad de despido de Ferrer Salat, califica lo de Mundo Obrero como «intransigencia y partidismo». Los periodistas somos burbujas que servimos para que los demás hagan burbujas y gárgaras. Pedro J. Ramírez, defendiendo la cosa nuclear, recuerda divertido el Blanco y Negro de 1903, que pronosticaba cabezas separadas del tronco y miembros rotos, lanzados a distancias inverosímiles, cuando la aparición de los primeros automóviles, entonces veloces. ¿Y los 45 niños ahogados esta semana en el Orbigo, querido Pedro? Qué graciosos y qué tontos eran los periodistas de 1903, querido Pedro. Y qué razón tenían, querido Pedro.

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